Tal como se comenta en las primeras páginas de agradecimientos, el libro y la investigación no hubieran sido posible sin el “generoso aporte de Susana Castellanos, sobrina nieta de Emma Solá de Solá. Fue ella quien se ocupó de rescatar del olvido los escritos de su tía abuela y la responsable de preservarlos como valiosos testimonios durante más de treinta años”.
Estos escritos arribaron al Museo Histórico de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) y comenzaron a ser leídos, estudiados y discutidos por investigadores y docentes. En ese devenir llegaron a la conclusión de que Emma Solá de Solá fue una figura mucho más prolífica, inquieta y multifacética de lo que la historiografía salteña había reservado para ella.
En este sentido el coordinador del Museo Histórico, Enrique “Polo” Quinteros, también autor de uno de los capítulos que componen el libro, llevó adelante la tarea de invitar a diferentes investigadores de la casa de estudios con el fin de desglosar distintos aspectos de la vida pública y privada de Emma, que se desprenden de los textos recibidos.
Así nace este primer ejemplar que pretende ser parte de una saga de indagaciones sobre escritoras salteñas sobretodo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En esta edición participan Carlos Hernán Sosa, Verónica Rosario Pavón, Gloria Carmen Quispe, Sofía Guantay Estrabis, Luciana Sofía Dimarco y Enrique Quinteros, con quien conversó Salta/12.
-¿Quién era Emma Solá de Solá?
-Emma es una escritora salteña muy reconocida que nace a fines del siglo XIX y tiene una actividad literaria muy prolífica durante las décadas del 1920, 1930, 1940, convirtiéndose en una referente de la escena literaria en un momento en el cual esa escena estaba dominada por figuras masculinas. Ella hace de lo religioso uno los principales tópicos de su escritura; es la autora del Himno del Señor del Milagro, por ejemplo, y es también una figura relevante en lo que respecta a la defensa del catolicismo por aquel entonces; es la presidenta de la Acción Católica y se encuentra conformando cuadros directivos de otras tantas asociaciones conformadas por la Iglesia Católica. Emma es una escritora y una intelectual funcional a esa sociedad que la Iglesia pretende construir para de alguna manera contrarrestar los efectos de la modernidad. Nosotros, gracias a los aportes de Susana Castellanos, que es la sobrina nieta de Emma Solá de Solá y quien resguardó durante 50 años buena parte de los escritos de Emma y luego donó al Museo, lo trabajamos, lo digitalizamos, y a partir de comenzar a revisar todo lo que produjo, nos dimos cuenta de que era una figura que excedía por mucho lo religioso, que además de las obras que tenía centradas en el aspecto de cómo debía ser la mujer en cuestiones específicamente religiosas, o con poemas religiosos, que son realmente muy interesantes, nos permitía empezar a vislumbrar la complejidad de una figura que había sido encasillada durante largo tiempo en la historia salteña como simplemente la autora del Himno del Señor del Milagro, pero que era mucho más que eso. Entonces ahí comenzó este proyecto de recuperar la versatilidad de Emma Solá de Solá en un momento histórico en el que las letras y los cargos directivos de las principales asociaciones católicas estaban monopolizados o por el clero, o por figuras masculinas. Entonces esa es la idea del libro, poner en tensión la figura de mujer.
-Siguiendo esta línea, en el prólogo comentás la necesidad de abordar aspectos soslayados de su figura que estaban circunscritos tradicionalmente a lo religioso. ¿Cuáles eran estos otros aspectos que van descubriendo a partir de de estos textos?
-Siempre se la plantea como una intelectual católica, y eso nos permite sacarla de ese lugar, simplemente de escritora de lo religioso, porque tiene escritos de un claro tenor político en los cuales analiza, por ejemplo, la penetración comunista en la Argentina, que una mujer escribiera sobre sobre este tipo de cuestiones, no era muy común por aquel entonces. Además, escribía sobre cuestiones dogmáticas, es decir, no solo acerca de cómo la mujer debía ser, sino sobre las pruebas de la existencia de Dios, escritos o temas que estaban reservados en buena medida para el mismo clero. Entonces complejizar lo que escribía, qué es lo que escribía, y ver que la estructura eclesiástica de las experiencias asociativas religiosas de aquel entonces brindaban ciertos espacios en el que las mujeres podían aprovechar y podían convertirse en referentes, es interesante. Además de eso, los capítulos van abordando diversos aspectos de su vida: uno de ellos aborda el proyecto de publicar sus novelas para niños en Estados Unidos en un intento de, quizás, convertirse en una profesional de las letras, algo que tampoco era muy común para aquel entonces. Eso también marca un recorrido bastante particular para la década al 20 y para la década del 30, ya que de los escritos las mujeres circulaban en el seno de la familia simplemente.
En el caso de otro capítulo de Hernán Sosa, que es doctor en letras, él trabaja las tensiones en la misma escritura de Emma, cómo ella escribe mucho sobre lo religioso y cómo las cartas de viaje de los numerosos periplos que hizo por Europa, Norteamérica y por algunos países de Oriente. Ella en un mismo en un mismo viaje habla de cuestiones religiosas, pero también de cuestiones puramente edonísticas, que hacen a los placeres culturales de los miembros de la élite de aquel entonces. Y esto nos permite poner en tensión esta figura de mujer religiosa. Esos escritos de viaje revelan que tenía intereses bien mundanos, a tono con las exigencias también del grupo social al que pertenecía.
-Esto tiene que ver con algo que el prologo marca como el recorrido entre su vida pública y privada...
-Exactamente. En el caso de Luciana Dimarco, ella trabaja cómo Emma estaba completamente compenetrada con todas las exigencias de etiqueta del Club 20 de Febrero y cómo era y debía ser una mujer; y esa es la idea que la obra va a poner en tensión todo el tiempo. Yo abordé el tema de cómo ella define la religiosidad femenina, y para ella en sus escritos la mujer debía ser una de una determinada manera, esa manera implicaba, por ejemplo, deshacerse de todo aquello que tuviera que ver con la ostentación, no formar parte de muchas asociaciones, la mujer debía crear desde la casa, sostiene ella, y cuando uno sigue el recorrido del libro y, por ejemplo, lee el capítulo de Dimarco, comienza a ver que en realidad en la pluma sostiene algo y en sus actividades cotidianas hace otra cosa que es completamente distinta, porque ella está formando parte a la vez de diez asociaciones, algo que no recomendaba en sus escritos. Emma no era una mujer necesariamente de la casa, viajaba, tenía conferencias, y no defendía el catolicismo desde el hogar, lo defendía desde el estrado, lo defendía desde el lugar de una mujer intelectual, pero no lo hacía desde el hogar como sostenía que era necesario en sus producciones. La idea es esa, poner en tensión la figura, problematizarla.
-Resulta llamativo: una mujer en Salta a principios del siglo XX teniendo esta exposición y libertad para escribir sobre determinados tópicos, ¿Esto también aborda el libro?
-Así es, pero no es que no haya habido mujeres en aquel entonces que tuvieran una trayectoria similar, pero sí son pocas, son las menos. Sara Solá de Solá, que es la hermana de ella, también tiene un rol protagónico en la cultura de los albores del siglo XX, y hay otras escritoras como Benita Campos, son las menos pero esa documentación que llegó a nuestras manos al Museo Histórico nos permitió justamente dar cuenta de esa posibilidad, de esos márgenes de acción que tienen las mujeres más allá de las restricciones, de las imposiciones, de los mandatos. Es posible pensar que el sujeto, la persona, encuentra ciertos márgenes de actuación que le permiten salir de lo cotidiano, de lo estrictamente normal parta la época. Era una mujer con mucha exposición, una referente, y aparte tenía otra cosa muy particular, y era que escribía sobre historia en un momento, en contexto próximo al centenario. Eran mujeres que estaban escribiendo sobre la gesta de la independencia y que se habían convertido en autoridad para una cultura muy masculina, para una escena salteña y cultural predominantemente masculina. Entonces inclusive, Sara su hermana es incorporada en los primeros grupos de varones que comienzan a escribir preocupados la historia del Salta. Son figuras muy dinámicas, mujeres que están dedicándose a la beneficencia, a la caridad, al culto, sus escritos se publican en diversos periódicos locales, regionales, nacionales, una persona que mantenía correspondencia con referentes culturales de otros espacios de la Argentina, que viajó mucho, una mujer sumamente interesante.
-Luego de finalizado este trabajo, ¿qué crees que aporta el estudio de su figura a la historiografía salteña, argentina y, por qué no, latinoamericana?
-En el caso del libro, nuestro propósito era hacer una obra de fácil lectura para el público en general; la obra está compuesta por seis capítulos de aproximadamente 12 páginas, es decir de una lectura sencilla. Se invitó a los autores a que escribieran alrededor de un tópico en particular sobre la vida y obra de Emma Solá de Solá, pensando en un público amplio. Entonces la idea es producir conocimientos, artículos, que sean asequibles para el público en general y que puedan inclusive constituirse en material de estudio para el nivel secundario, salir un poquito de las exigencias de presentar artículos en revistas académicas, para hacer una obra más pensada para otros lectores, hacer conocer una figura que para nosotros tenía una imagen que se había simplificado a lo largo de muchos años y ofrecer diferentes líneas de investigación.
(El libro puede leerse haciendo click en el link Libro Emma Solá de Solá)