La señalética en el aeropuerto Narita y en todo Tokio lo deja bien claro. No hace falta entender los caracteres japoneses para comprender que Godzilla ha despertado de su letargo, así que habrá que acostumbrarse a convivir con el caos y la destrucción. Lo que la población mundial desconoce es que detrás del emblemático dinosaurio mutante vienen toda una serie de entes que dejarían babeando a Charles Darwin. Los diez episodios de Monarch: legado de monstruos (reciente estreno de Apple TV+) se aprestan a ampliar la franquicia del MonsterVerse (¿o monsterexploitation?), ese universo cinematográfico que hasta aquí había parido Godzilla (2014), Kong: la isla calavera (2017), Godzilla 2: el rey de los monstruos (2019) y Godzilla vs. Kong (2021). Amén de las batallas entre titanes, el proyecto desanda una historia familiar cuyo ADN está intrincado al de todos los Kaijū.
“La gente siempre se las arregla para sacar partido de una tragedia”, asegura Cate Randa (Anna Sawai). La mujer que sobrevivió al “G-Day” en San Francisco hacia 2014, estuvo a metros de las fauces de Godzilla, y ahora viaja a la capital nipona tras los secretos que dejó su fallecido padre. No solo descubrirá que el trashumante investigador tenía una segunda familia, sino que Hiroshi estaba vinculado con la empresa que le da nombre a esta ficción. Es evidente que la agencia paraestatal encargada de mantener a raya a los titanes a puro bombazo radioactivo no ha sido muy eficaz. La misteriosa Monarch es de esas corporaciones que se mueven tras las sombras, agitando conspiparanoia a nivel global, pero bastante insignificante al poder de estas especies hipertrofiadas que habitan en el centro de la Tierra.
Monarch: legado de monstruos, a su vez, cuenta la historia del primer grupo de exploradores que pudo dejar pruebas fehacientes de estos artrópodos, crustáceos, pterodáctilos y reptiloides descomunales. El trío que durante los ’50 anduvo por medio planeta para engrosar el portfolio de la criptozoología. Así es como aparecen el coronel Lee Shaw (Wyatt Russell) y los abuelos de la protagonista, los científicos Keiko Miura (Mari Yamamoto) y Bill Randa (Anders Holm). “Para estos bichos, la A de atómico es de aperitivo”, dirá en algún momento de zozobra el militar reconvertido en aventurero. Quien encarna al mismo personaje hacia 2015 es el enorme Kurt Russell. Lozano como en las épocas de sus películas con John Carpenter, Shaw tendrá que guiar a la nueva tropa en su búsqueda de respuestas.
El hijo dilecto de los estudios Tōhō, entonces, aquí no opera como metáfora de la devastación nuclear (hay alguna alusión a la Covid-19), más bien encarna el deseo de destrucción sin fecha de vencimiento. No es lícito pedirle a Monarch: legado de monstruos una crítica social como la de Bong Joon-ho en The Host. Godzilla vive en los recuerdos de Cate, en las travesías de Shaw durante posguerra y siempre ahí, latente, con su pericia para el quilombo. De esta manera, la ficción viaja entre varias líneas temporales y se contonea entre géneros. Del drama multigeneracional a la fantasía, sin olvidarse de la catástrofe que amalgama la propuesta. Básicamente, los creadores del ciclo (Chris Black y Matt Fraction) hacen un balance entre las batallas de los gigantes con la historia de sus personajes que guían la trama. En ese sentido, el showrunner especificó que su deseo es ir más allá de lo visto en las películas y dejar su huella en el MonsterVerse. “Estamos en un arenero gigante con juguetes gigantes y estamos muy felices de jugar con ellos”, graficó Black.