Javier Milei, ¿en qué es y en qué se hace?
Esa es la pregunta reforzada a medida que pasan los días y, en lugar de despejarse incógnitas, se suman enigmas.
Una línea muy delgada separa la prudencia indispensable frente al Presidente recién electo, que como tal merece un período de contemplación, y los signos de que estaría como turco en la neblina.
Por las dudas: hablamos de aspectos de liderazgo individual en la conducción del espacio amplio que ganó las elecciones, y del suyo propio. No hablamos, ni de lejos, en torno a cómo conceptualiza la etapa geopolítica que se vive y la inserción de Argentina en ese marco. En eso, Milei y sus socios o patrones no tienen duda alguna.
La contratapa de este viernes en Página/12, del investigador Daniel Kersffeld acerca de “Milei frente al capitalismo del siglo XXI”, porta un diagnóstico simple y categórico.
Nos tomamos el atrevimiento de sintetizarlo a través de varios de sus significados explícitos, a nuestro juicio muy complicados de rebatir.
La prioridad de Milei será cobijarse bajo la protección de Estados Unidos, en un revival de las “relaciones carnales” de los menemistas años ‘90 y así sea que la historia marca una decadencia de la potencia hegemónica para coincidir en un mundo multilateral.
Deberá atender a las tensiones de Washington y China por fijar acuerdos en sus complejas relaciones comerciales, con todas las implicancias que esto conlleva en el territorio del Asia-Pacífico. Y a distancia del gobierno de Lula, al que califica de “comunista”, Milei seguramente apueste a desestructurar el funcionamiento del Mercosur, alineado con los reclamos autonomistas de Uruguay.
Se desregulará el sector energético, con Vaca Muerta como máximo objeto de interés para las corporaciones estadounidenses. Y se obtendría lo ya avanzado y concretado para erigir a Argentina como abastecedor de gas a nivel sudamericano, más la exportación del recurso energético a una Europa, y a un mundo, atravesados por la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza y las repercusiones en Medio Oriente (todos factores clave en la explotación y venta de petróleo). De allí que no resulte extraño el interés por privatizar YPF.
“Al parecer, durante el próximo turno presidencial prevalecerán las anteojeras ideológicas y los históricos lazos de dependencia, contraviniendo, incluso, el sentido pragmático y diversificador del libre mercado que, de manera ilusoria, se dice defender”.
Así que no. No hablamos de que el macrimileísmo tenga dudas ideológicas respecto de para dónde apunta.
Y tampoco parece cuestión de seguir insistiendo, o hipotetizando, sobre las causas conducentes a un triunfo impactante que, con cabeza fría, arroja la novedad de un actor insólito. Pero, en línea histórica, no tan desconocido. Como personaje, sí. Como producto, no.
¿Acaso hay mucho más que ese piso/techo en derredor del cual fluctúan el peronismo y el antiperonismo?
Está bien: cabe observar que al gorilaje tradicional se le sumó lo que más parece un ¿movimiento? cultural, de raíces y desarrollo pop, sin inserción territorial (esto sí que es toda una novedad), al que el profesionalismo y la militancia clásica no supieron dar respuesta. O no alcanzó la dada, que fue conmovedora y no agradecida como se debe. Tanta gente suelta u orgánica que quiso dar vuelta la aritmética implacable de Primarias y primera vuelta. Y no pudo, pero vaya si lo intentó. Esa gente que está ahí, que no se evaporó, y que dicho ampulosamente se prepara para la resistencia contra el coloniaje (a ver si empezamos a recuperar palabras que no son demodé).
Milei se pinta con el amarillo que disimuló o habría disimulado. Y ahora, como sindicó el posteo que ganó las redes el jueves a la tarde, parece que gobernarán los que salieron terceros. No corresponde meterse en si Milei podría haber “traicionado” a sabiendas. Quizás fue auténtico, como aseguran varios que dicen conocerlo de sus tiempos de asesor corporativo aunque nunca haya gestionado nada, ni armado grupos de trabajo, ni comandado equipos.
Ese es el Milei del que advierten espantarse las voces en off del Pro, azoradas porque, afirman, nunca vieron semejante nivel de improvisación. Seguimos hablando de lapicera y sensación de autoridad. Al exFrente de Todos debe sonarle familiar, en acepciones personales y en cuanto a cómo disparar(se) a los pies.
En apenas una semana, el Presidente electo ya fue y vino más o menos una media docena de veces. Anotició o sugirió figuras de gabinete que se bajaron antes de continuar subiéndose, y que se subieron después de bajarse. Recorrió radios y pantallas exponiendo que acabará de un saque con la obra pública como si fuera un Excel. Que desarmará “la bomba de las Leliq”, pero sin brindar ni la menor idea del cómo. Que el ajuste será durísimo. Que irá de a poco porque como buen menemista es un pragmático. Que sigue pensando en dolarizar. Que dolarizar es nada más que uno de los platos del menú. Que irá con la motosierra. Que no, que mejor es el bisturí. Que sí, que va Píparo. Que no, que va Giordano. Que sí, que viajo a Estados Unidos. Que no, que suspendo el viaje para enfocarme en la transición. Que finalmente va.
La construcción del sentido general es que, debajo de estas contradicciones permanentes, se oculta un ensamblaje ya decidido. O eso quiere creerse. Error. Enorme error, si es que en lugar de ideología y negocios hablamos de ejecutividad; de cómo pasar por el Congreso; de a quién pueden vendérsele cuáles joyas de la abuela que alleguen divisas urgentes o seguras; de quién agarra un puesto para integrar una administración inicial que será, inevitablemente, fusible.
Eso es lo de que se habla cuando se menta que el escenario es desconocido.
La coincidencia es absoluta en el señalamiento de que Milei toma sus decisiones o indecisiones con el único acompañamiento de un círculo estrechísimo, estructurado alrededor de El Jefe Karina y del consejero Santiago Caputo. Prácticamente nadie más, si es por el contacto físico cotidiano. Y son gente muy reservada. Miente quien diga estar al tanto de lo que piensan hacer de un día o momento para otro. Como lo revelan las constantes marchas y contramarchas en materia de nombres, anuncios, medidas y orientaciones, recién ahora estarían dándose el dichoso “baño de realidad”.
La promesa del país vacío de políticos y lleno de dólares, según una definición extrema pero no alejada de lo que fueron el espíritu y las ofertas del “libertario”, ya cede paso a una necesidad imperiosa.
Como era obvio de toda obviedad, salvo en quienes no asimilan otra argumentación que no sea el arrebato o, claro, para aquellos que decían “lo voto igual, de castigo, porque de última no va a poder practicar todo eso que dice”, hay dos términos fenecidos. Casta y dolarización. Sintonizaron perfectamente, como nada y nadie, y sobre todo en una parte sustancial de las franjas juveniles, con el clima líquido de las soluciones inmediatas. Con el goce de la instantaneidad perpetua. Pero eso es en campaña, nunca en el gobierno y muchísimo menos en el ejercicio del Poder.
Siempre se acusa a la izquierda, globalmente expresada y no sin razones atendibles, de confundir poesía o eslóganes con la posibilidad de ejecutarlos.
Bienvenidos a la certeza de que a la derecha le puede pasar lo mismo.
Una impresión tanguera, visto que la casta tiene empleo, remite a la letra inmortal de Celedonio Flores. Ya no sos mi Margarita… Pero, en todo caso acompañándola o extendiéndola, hay espacio para recordar al Gordo Soriano con ese título de su libro inspirado en un verso de la versión antigua del Himno Nacional.
De allí la imagen de Macri, y a sus plantas rendido un león hasta que, improbablemente, el decurso de los acontecimientos demuestre algo contrario —siquiera en dosis mínimas— en cuanto a fortalezas de carácter personal para exhibir que puede ser bastante más que el presidente de un club de fans. Y que el epítome, circunstancial, de un gorilismo imperecedero.
Mientras tanto, atiéndase a Álvaro García Linera cuando, todavía, el shock es demasiado grande y, a un lado y otro, en lo emocional es muy difícil procesar lo sucedido.
Las victorias son cada vez más cortas. Y las derrotas también.