En el Hospital Dr. Pedro Fiorito de Avellaneda funciona desde octubre el primer consultorio público orientativo de cannabis medicinal. Todos los martes de 8 a 12, entre cinco y diez personas, con turno previo, se asesoran no solo en temas relativos al consumo, sino también sobre el autocultivo, los lugares que realizan análisis de las plantas y lo relativo al registro Registro del Programa de Cannabis (REPROCANN).
El proyecto es un trabajo conjunto entre el hospital provincial, la ONG Plantar y crecer libre y la dirección de prevención de enfermedades no transmisibles del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, como una manera de crear un espacio de acompañamiento para adultos con dolores crónicos o bien cuidados paliativos que requieran tratamientos a base de cannabis.
El equipo lo conforman Karen Panardo, directora asociada del hospital, Gabriela Otero, médica generalista especializada en cannabis, y Mabel Canosa, presidenta de la Asociación Civil Plantar y Crecer Libre.
“Estamos muy felices. Semana a semana recibimos nuevos pacientes que se agregan a los de seguimiento. Además, está el trabajo de internación e interconsulta que siempre se van sumando donde se interactúa con otras especialidades”, cuenta la doctora Otero a Buenos Aires/12. Aclara también que “nunca invitan a abandonar el tratamiento convencional para el dolor, sino brindar una opción complementaria” y sintetiza: “Lo que buscamos es concientizar, formar e informar a cada paciente que ya está utilizando el cannabis”.
Mabel Canosa es presidenta de Plantar y crecer libre, una organización que articula con el Estado mediante un aprobación de la cartera sanitaria provincial para poder trabajar en salud pública y que cuenta con mas de 150 pacientes. También asesoraron a más de 1000 personas con autocultivos para registrarse en el REPROCANN.
Canosa comenzó a investigar sobre el cannabis en 2016 y su objetivo era claro, mejorar la calidad de vida de su hijo con autismo: “Empecé, como muchas familias, a averiguar porque vimos que con la medicina tradicional no llegábamos a buenos resultados, entonces buscás alternativas para que ellos puedan salir adelante y dejen de ser tan dependientes de una medicación”, relata a este suplemento quien como co-responsable del área aporta su experiencia en la materia. Y complementa: “Cuando empecé con el cultivo tuve que probar 21 plantas, hasta que vi una mejoría. Por supuesto, no deja de tener autismo, es una condición, pero mejoró en la interacción, en su capacidad de concentración y atención y dejó de tener movimientos repetitivos”.
Los pasos a seguir
Al momento de ser atendidos, los pacientes recibirán dos tipos de ayuda: por un lado una mirada clínica convencional, de parte de la doctora Otero y por el otro, el asesoramiento de Canosa en todo lo relacionado con la planta. “Estamos preparadas para brindarle lo mejor al consultante, en mi caso, y al paciente, en el caso de la doctora”, dice la titular de Plantar y crecer libre.
“Iniciamos con una historia clínica completa, para saber qué enfermedades preexistentes hay, qué medicamentos consume y cuáles son los avances que puede tener con el cannabis y así averiguar en qué momento vamos a ver los efectos”, explica Otero. Su compañera suma: “Nos ocupamos no solo de ayudarlos con el aceite, hacerles estudios y explicarles cómo tomarlo. También las cantidades, las variaciones, si se complementa o no con la medicación. Además trabajamos en concientizar a la gente sobre la importancia de la procedencia de lo que consumen, de la formación, de cómo cultivar y generar su plantita. Y los pacientes se van super contentos porque ya no están solos ni en la clandestinidad”.
“Muchos ya vienen con su propio aceite —señala—, que se los dio un familiar o alguien conocido y para nosotros es fundamental que se hagan análisis para saber qué están tomando, porque hay veces que consumen cosas adulteradas y el paciente tiene la falsa creencia de que no sirve el cannabis”.
Para Otero, si bien la sociedad está mucho más informada con respecto a este tipo de medicinas alternativas, “es necesario preparar a la gente en el consumo, ahí es donde nosotros les explicamos lo que es necesario saber: de dónde viene el aceite, les informamos que hay un registro del REPROCANN donde se pueden anotar para hacer su propio cultivo, algo que le da un marco legal y también que trabajamos con distintos laboratorios donde se puede asesorar e investigar”.
Una madre que se plantó
“Cuando yo recibí el diagnóstico de mi hijo, la verdad es que quería la pastilla mágica para que él no tuviera más autismo y eso no existe. Entonces empecé a pensar en otras cosas, pero después me di cuenta de que el cannabis tampoco era mágico. Para empezar a ver una mejor calidad de vida había que pasar por un montón de procesos, probar un montón de plantas y de estudios, pero lo íbamos a lograr”, explica con entusiasmo. Canosa compara aquellos comienzos en 2016 cuando, al no haber una legislación que amparase a las familias, eran “perseguidos constantemente, por buscar una mejor calidad de vida” con este presente donde, no solo trabajan dentro en un marco legal, sino que asesoran a otros hospitales en la implementación de proyectos similares. A medida que rememora su propia historia su emoción crece: “Después de conseguir resultados, sentí que no podía guardarme esto solo para mi”. Comenzó a participar en diversas agrupaciones, a militar la causa del cannabis en la calle y en la legislatura. “Me parecía imposible pensar que tuviera que funcionar en la clandestinidad algo que simplemente le mejoraba la vida a las personas. Hoy, por suerte contamos con la Ley 27.350 que nos da un marco legal”, dice. Y agrega: “Yo sentí que esto tenía que ser legal, no podía ser que una planta encerrada y clausurada que puede mejorar la vida de la gente no fuera estudiada. Esto es un aprendizaje constante”.
“Además —suma Otero—, hay evidencia constante. Hay un montón de estudios que lo demuestran y la idea de esto es seguir teniendo cada vez más respuestas”. El trabajo de Mabel Canosa es ad honorem. No obstante, toma cursos constantemente y se capacita en lo que define como “una forma de vida”. Su relación con el cannabis excede lo relacionado con su trabajo en el hospital: “Yo sentí que le tenía que devolver algo a la planta. No solo por lo que hizo por mi hijo, sino por mí, porque su mejora también mejoró mi propia calidad de vida. ¿Y qué mejor manera que ayudar a otros?”.
La doctora Otero destaca el “amor y la dedicación "de su compañera y subraya que vive "aprendiendo de ella”. Ante la pregunta de si a la medicina tradicional le cuesta este cruce de dos mundos responde: “Sí, cuesta mucho. Cada vez menos, pero todavía cuesta y tiene que ver con que nosotros, los médicos, estamos acostumbrados a que, por ejemplo, si tenés una faringitis, tenés que tomar tal cosa cada tantas horas. Pero en este ámbito no es tan lineal, cada caso es distinto y es un desafío para los médicos porque no estamos acostumbrados a manejarnos así. Nos ayuda a no pensarnos de forma tan estricta, saber que cada paciente es individual”.
“Nosotros, como médicos, cuando nos formamos en la facultad no nos enseñaron cuál es el sistema endocannabinoide. Ese sistema, en algunas enfermedades no está equilibrado, está desregulado y hace que necesitemos más cannabis. Ese sería el cannabis externo que estamos dándole al paciente”, agrega.
Para Canosa, “es una medicina complementaria, pero principalmente milenaria. No es algo que comenzó ahora” y añade: "Sabemos que funciona y sabemos cómo brindar la información que el paciente necesita”. Otero, por su parte, suma: “Además, también nos enfocamos en un cambio del estilo de vida, en dormir mejor, en el consumo de tabaco. La idea es estimular la vida saludable y el cannabis cierra también en eso”, completa y concluye la entrevista porque “hay que seguir con más pacientes”.