La imagen en blanco y negro de Diego Maradona con 10 años hablando de la selección y haciendo jueguitos con la pelota en un potrero, creció como una enredadera psicológica ingobernable. Todo pibe que quiere patear una pelota, que cada fin de semana y desde hace décadas sale a competir, se carga una mochila que en la vianda tiene un deseo ser jugador de fútbol profesional. De aquella bucólica e inocente imagen desprovista de los colores del mercado, desnuda de presión externa y totalmente infantil, prácticamente ya no queda nada. Son días envueltos en HD, padres ansiosos, representantes y vértigo bancario. Hay algo que no ha cambiado, los sueños de jugar en primera. Pero allí arranca la primera complicación: el camino es tan largo y sinuoso que muchas veces socaba cualquier anhelo.
La población argentina, según datos del último censo proyectado a la actualidad, tiene cerca de 5 millones de chicos entre 5 y 17 años, de los cuales la mitad se concentra en el Gran Buenos Aires y hay otro medio millón en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Rosario, Santa Fe, Córdoba y Mendoza son los centros urbanos que siguen en la escala de valores para esa franja de la población masculina.No es difícil imaginar que de ese universo, la mayoría aprendió a caminar con una pelota. Y como en casi toda historia en la que se encuentran una pelota y un pibe, se construye un recorrido que comienza a los 5 años, casi al mismo momento que la escuela lo pone frente al primer maestro. Así como el club le da la primera camiseta. A soñar se ha dicho.
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Los primeros pasos de un chico los da en el Baby de barrio. Actualmente sólo en la Ciudad de Buenos Aires y en el conurbano, hay cerca de medio millón de clubes que de manera organizada cada semana forman parte de competencias para chicos que van de los 6 a los 11 años. Dentro de este contexto existen un par de entidades que marcan tendencia y que reúnen a la mayoría de las instituciones barriales, tanto en Capital Federal como en el el Gran Buenos Aires. Se trata de FEFI (Federación Escuela de Fútbol Infantil) y de FAFI (Federación Amistad de Fútbol Infantil). La primera concentra a 350 clubes, divididos en zonas y categorías, lo que lleva a que en las jornadas sabatinas haya 40.000 chicos compitiendo. En la segunda federación son 120 los clubes que le dan forma a los torneos y poco menos de 10 mil pibes los que corren detrás de una pelota. En estos datos no aparecen los miles de clubes que no forman parte de estas estructuras y que también compiten en ligas locales y zonales. De todos modos, los números permite ver dónde y de qué modo se inician los chicos en el andar de ser futbolistas.
En ese universo los pibes conocen los primeros vestuarios y los padres los primeros esfuerzos. Dos días por semana se entrenan y compiten el fin de semana. Claro que algunos chicos, por sus cualidades, pueden jugar en dos categorías distintas, en torneos diferentes y hay caso de chicos que juegan hasta cuatro partidos por fin de semana. La aparición de representantes, mecenas y colaboradores entra en juego en estos tiempos. “Algunos chicos tienen un remise esperando en la puerta, un viático, botines y apoyo económico a los padres. Los representantes invierten, buscan talentos y apuestan”, cuenta Rubén Cequi, que supo pasar tardes enteras en un club de Villa Lugano con su hijo viendo pasar a chicos que hoy juegan en primera y en el exterior.
Hay un caso que puede ser el de muchos de los que hoy juegan en la primera: Sebastián Driussi. El delantero que hoy está en el Zenith, de Rusia, jugaba en un club de Casanova, en Brisas de Mataderos, y en las preinfantiles de Chicago. Todo lo hizo con el apoyo de Gustavo Pedrozo, su actual representante, quien se encargó de que al pibe no le falte nada y a la familia menos. Claro que la historia que conocemos es la de Driussi y no así la de otros chicos que no alcanzaron el mismo destino.
Para que haya un soñador que cumpla con eso que pensó entre almohadas, hay miles y miles que sostienen el circo. Los padres de esos chicos tienen un gasto que no es menor; entre entradas, cuotas, ropa, rifas y traslados cada fin de semana. Se calcula que se van promedio 1.000 pesos por jornada de competencia. Las historias de los triunfadores que cuentan como anécdota las veces que almorzaron arriba del colectivo no dejan ver las otras, la de los chicos viendo cómo los mayores insultan árbitros y rivales... Cómo las maestras mandan notas por niños que se duermen en clase o faltan los lunes. La de padres perdiendo trabajos por ir a ver a sus hijos.
Leonardo Ponzio le dijo a Enganche sobre este asunto: “Hay un problema grave con los chicos y el fútbol, los padres que quieren salvarse con sus hijos. Cada vez que veo a los papá en el club y me dicen sacate una foto con mi hijo que sueña con ser futbolista, estamos invirtiendo mucho en él... Me da mucha impotencia escuchar eso. Mi viejo trabajaba no estaba en el tribuna especulando con mi carrera”.
Pero los pibes siguen jugando y a medida que crecen ya saben por qué compiten, contra qué rivales y contra qué compañeros juegan por el mismo puesto. A los 11 años ya las posibilidades de construir un camino en este mundo de la pelota comienzan a aparecer con cierta firmeza, porque pasan a jugar en “cancha grande”. Los clubes en su mayoría, al menos en Buenos Aires y CABA, están afiliados directamente a la AFA, que es la entidad que organiza los torneos. Desde hace ya varios años que la afluencia de chicos es tan grande que los clubes tuvieron que armar torneos paralelos.
Actualmente, desde la AFA, se monitorean y controlan 435 partidos de divisiones inferiores cada fin de semana en las diversas categorías entre los clubes que militan en la primera y el ascenso, con unos 15.000 chicos fichados en la sede de la calle Viamonte. La comisión de Fútbol Infanto Juvenil la preside el dirigente Dante Majori, que es titular de Yupanqui y se encarga cada fin de semana de organizar árbitros, canchas, delegados y médicos para cuidar a los pibes que en algún momento serán los que sostengan el nivel del fútbol argentino.
La primera etapa, de este momento del recorrido, es infantil y tiene tres categorías, luego los chicos saltan a las categorías juveniles de novena a cuarta división y la estructura de torneos está dividida en Primera, Nacional, “B” y “C-D”. Pero como no dan abasto y sólo fichan 30 chicos por categoría, los clubes en su inmensa mayoría participan de otra organización, la Liga Metropolitana, para que jueguen los chicos que no entran a competir en AFA. Según estimaciones oficiales, ese torneo casi que replica los números mencionados por Mayori. Esta estructura, aunque en menor medida que en Buenos Aires, se repite a nivel nacional, con las Ligas Provinciales.
Ahora los esfuerzos aumentan, los entrenamientos casi que van toda la semana y la competencia crece en intensidad. Desde hace muchos años los chicos que compiten no tienen obligación de asistir a la cursada de Educación Física en los colegios secundarios. Mientras que son varios los clubes que organizaron un sistema escolar propio para mejorar la captación y la preparación de sus chicos. El fútbol y esos sueños son tan potentes que metieron las patas en la educación. Los chicos van creciendo y las chances van bajando porque luego del período infantil, a los 12 y 13 años, ya pasan a ser jugadores de séptima división, para ir saltando año en año hasta llegar a la cuarta división que en la actualidad casi que se pega con la reserva y con los primeros contratos con los clubes en cuestión.
Los primeros billetes se pueden hacer ya a los 16 años, los firman los padres y son privados. Luego, a los 18, ya son de los chicos y si a los 20 no tuvieron esa suerte quedan en libertad de acción. Para esa edad, los pibes ya saben qué parte del sueño les quedó vivo. Entonces, entre los 18 y 20 años, si en su club no tienen lugar, empiezan a buscar otras instituciones en donde jóvenes de la misma edad afrontan la misma situación. Unos pocos podrán vivir del fútbol, otros quizá consigan trabajar con un sueldo digno algunos años, otros tendrán la pelota como segundo ingreso, otros competirán como amateurs y para la inmensa mayoría habrá sido un intento que sobrellevarán como mejor puedan.
Si se cuenta la primera, todo el ascenso y los torneos del interior que organiza la AFA, se juegan nueve torneos y participan 575 equipos, lo que da un registro anual promedio aproximado de 15.000 jugadores en el rango profesional, en todo el país.
La referencia numérica no es caprichosa si se la relaciona con los millones de sueños que le dieron el punta pie inicial a esta nota. Una enormidad de anhelos y una pizca de realidades. Y aún así, nadie se baja de la empresa. Todos quieren tirarle una gambeta al destino.