Si los hits tuvieran una paleta de tonalidades, “The Universal” vendría a ser el de intensidad barroca en la obra de Blur. También fue el tema que el grupo eligió para cerrar su reencuentro con Buenos Aires, al igual que la gira mundial que encaró tras su show en el Wembley Stadium en julio. Uno de los pasajes del segundo single del álbum The Great Escape (1995) versa: “Cuando los días parecen caer a través de vos, dejalos ir”. Eso viene bien como metáfora para sintetizar este show. No sería justo decir que fue una actuación para el olvido, porque no hay duda de que el cuarteto inglés le puso garra, pero pocas veces se vio sobre el escenario a artistas tan cansados. Al momento de abrazarse y despedirse, el cantante Damon Albarn, el guitarrista Graham Coxon y el baterista Dave Rowntree ya no veían la hora de volver a casa. El bajista Alex James era el único que conservaba su semblante.
Apenas comenzó su intervención el domingo a la noche en Parque Sarmiento, como acto de clausura del festival Primavera Sound Buenos Aires 2023, el frontman enfatizó en español: “Es el último”. No fue el único pasaje en que lo espetó. Al principio, no se entendió a qué se refería. La gente estaba en otra, tenía ganas de poguear clásicos. Aunque luego el mensaje tomó forma. Y claro: no todos los recitales vienen con instructivo. A nivel performático, el desembarco anterior de Blur, el de 2013, estuvo mejor. Bueno, sí, sus integrantes eran 10 años más jóvenes. Pero tampoco es excusa, si se compara esa hora y media en la que (literalmente) sudaron la camiseta con las dos horas y media que había protagonizado The Cure el sábado, en el mismo evento. En ese sentido, ganó la veteranía por sobre el deseo de eterna juventud. Especialmente de Albarn.
Si hay un rasgo que diferenció a esta vuelta de su antecesora fue la confirmación del estatus cancionero y compositivo que alcanzó Blur. Mientras que en aquella ocasión lo demostró revisitando sus clásicos, ahora lo hizo de la mano de un nuevo álbum: The Ballad of Darren. De hecho, inauguraron su show con tres canciones de su noveno álbum: “The Ballad”, “St. Charles Square” y “Barbaric, que tendieron un puente entre su ingenioso presente y su glorioso pasado. Entonces apareció esa suerte de punk llamado “Popscene”, seguido por la grunge “Beetlebun”. Luego de que el cantante (alternó la ejecución del piano con las guitarras acústica y eléctrica) reiterara su fascinación por el público argentino, los de Londres desenvainaron su veta experimental por intermedio de “Trimm Trabb” y regresaron a la novedad con “Goodbye Albert”.
“Coffee & TV” invocó el poder del hit, esta vez bajo el liderazgo de Coxon, en tanto que el tramo conformado por “End of Century”, “Country House” y “Parklife” se convirtió en el brazo britpop del repertorio. “Song 2” sonó más indie y furiosa que de costumbre, al mismo tiempo que “Tender”, a falta de coro góspel, destacó su sustancia country. Y en el medio de una y otra, “Girls & Boys” puso a bailar a todo el barrio de Saavedra. Antes hubo arengas contra Milei, alimentadas por Albarn en la escala chilena del tour (sin mencionar a la Argentina, hizo alusión a la llegada de la ultra derecha al poder), pero sorprendió al advertir en el show que no iba a hablar de política. “Solo amor”, dijo, a manera de sustituto. Y vaya que si algo le sobra a él en este país es eso: borbotones de amor. El camino de la despedida del show lo iluminaron “The Narcissist” y “For Tomorrow”, pasada la medianoche.
Unas horas antes, el hiperkinético músico inglés estuvo de invitado en el show de Beck. Irrumpió en el escenario para cantar “The Valley of the Pagans”, colaboración plasmada en el disco de Gorillaz (proyecto liderado por Albarn) Song Machine, Season One. Esa fue la guinda del pastel, porque previamente el músico californiano había coronado uno de los mejores set del festival. Mientras bailaba, cantaba, tocaba la guitarra y cruzaba de un escenario a otro, repasó una retahíla de éxitos. Sus canciones son tan buenas que siguen sonando contemporáneas, a partir de ese mestizaje que marca una dialéctica entre rock, folk, hop hop y mucho groove. “The New Pollution”, “Qué onda güero”, “Girl” y “Loser” funcionaron como bocanada en esa tarde caluros, recreadas por una banda que derrochaba onda. Tanta como la del ídolo del rock alternativo, que volvió a Buenos Aires tras 10 años de ausencia.
En medio de su perorata, Beck contó que estuvo cuatro días recorriendo una ciudad que le fascina. Otros artistas que se desviven por Buenos Aires son los Pet Shop Boys, de la misma forma que esta urbe se rinde ante ellos. Y para muestra estuvo la convocatoria de su actuación: la de mayor volumen de público de la segunda y última fecha del festival. Al igual que el estadounidense y Blur, la última vez que estos emisarios del pop electrónico se habían presentado acá había sido en 2016. Fue por eso que aprovecharon la hora y cuarenta cinco minutos de show para ponerse al día. La dupla armó una dinámica de repertorio cercana al popurrí: arrancó con “Suburbia” y terminó con “Being Boring”, y en el medio desplegó “Rent”, “So Hard”, “Domino Dancing”, “You Were Always on My Mind” y “West End Girls”.
El premio a la puesta en escena del domingo se la llevó Pet Shop Boys (retrofuturismo glam adaptado para este tour, Dreamworld), en tanto que el artista revelación fue la dupla de R&B y nü jazz Domi y JD Beck. El momento urbano se lo llevó Milo J. Si Dillom habia versionado a Charly García la noche anterior, el trapero moronense mechó “Los dinosaurios” en medio de todas esas canciones sobre flashes generacionales. El Primavera Sound Buenos Aires, que tuvo en total una convocatoria de 120 mil personas entre las dos jornadas, recibió asimismo a los sensacionales Winona Riders, a los siempre necesarios Turf, a los históricos Virus, a los exquisitos Vinocio y a la sofisticada Lara91K, amén de lo impredecible de la performance de Dorian Electra y el pop taylorswiftero de Carly Rae Jepsen. La diferencia del festival, entonces, está en la variedad.