A Paola, Victoria y Milagros

2 al 3 de septiembre

Un comandante militar anciano conduce la guerra de Malvinas. Sus órdenes se encriptan en una pantalla como polígonos irregulares cerrados, formados por anchas franjas verdes. Los criptogramas se envían a través de un dispositivo de tecnología avanzada y son decodificados en el lugar de destino. Pregunto por qué estoy viendo esto si la guerra fue en 1982, y se me explica que ciertas acciones están sucediendo eternamente, como en un tiempo fuera del tiempo.

 

4 al 5 de septiembre

Me encuentro con Max Cachimba en una librería. Voy al baño, que es el de mi tío Claudio. La puerta está cubierta de dibujos que mi tío hizo para sus hijos cuando eran chicos. Son toscas representaciones, en una pomada color café, de animales fabulosos o extinguidos. Mi tío les ha escrito en los espacios vacíos sobre la madera las frases que supuestamente pronuncian. El contraste entre las figuras y los textos me resulta cómico. Un animal muy grande, triste y abatido dice: "No nos rendiremos". Las palabras parecen desmoronarse, como si cayeran.

 

13 al 14 de septiembre

Mi prima Claudia me muestra cómo cuidar las plantas que da el Estado de Israel: hay que enraizar los hijos en la madre, combinando

machos y hembras. Son una variedad desértica de los lazos de amor.

 

14 al 15 de septiembre

Franco Bedetti vive en otro planeta, donde está produciendo una película. Su intención es contar cómo se desenvuelve un mundo dentro de otro mundo que no tiene conciencia de él, narrándolo desde el punto de vista del mundo sin conciencia, y narrar ese relato según Franco es imposible para la literatura, ya que la palabra implica conciencia.

 

16 al 17 de septiembre

En medio de la noche, estoy afuera de mi casa paterna. En la planta baja del edificio hay un cubículo de cemento, sin entradas ni salidas, con una vidriera hermética que da a la calle. Miro adentro y veo una película ruidosa y violenta que no cesa de pasar. Enfrente encuentro la casa que estaba ahí antes de que construyeran una fábrica. Allí se me instruye sobre cómo curar. Tengo que estar presente ante la persona, se me dice. Y eso es todo. Pero no se sabe de nadie que pueda parar esa película. Cruzo la calle y no hay nadie. Entonces logro meter la mano por un resquicio del vidrio y frenarla.

 

 

20 al 21 de septiembre

La habitación donde pasó mi tío sus últimos años se convirtió en el templo de una escuela esotérica conducida por Aleister Crowley reencarnado. Estoy ahí con amistades de mi adolescencia y juventud. Me resisto a participar de lleno en los ritos pero me gusta el grupo. Al salir a buscar ropa más elegante tendré que poner cuidado en evitar que mi madre vea desde el patio contiguo la reunión que hay adentro de la habitación, porque va a empezar a gritar que es una secta satánica.

 

25 al 26 de septiembre

Tengo que actuar mañana en una obra de teatro que dirijo y donde represento dos papeles. Uno es el de una hechicera y otro es el de una mujer muy normal que es víctima de sus hechizos. Me doy cuenta de que no puedo representar los dos papeles a la vez porque tengo un solo cuerpo. Entonces le propongo al elenco crear un vacío, cargado de energía, y que todos actuemos los efectos de la magia de la bruja.

 

 

 

 

26 al 27 de septiembre

Una luz encendida no me deja dormir; cruzo enfrente a intentar apagarla y entro en la habitación donde vivía mi abuelo cuando era un

artista joven. La habitación, intensamente iluminada de luz artificial blanca, está completamente empapelada con muchas capas de papel que voy arrancando en busca de los interruptores de la luz. Entre ellas se ocultan manuscritos del pasado: cartas y otros textos que contienen información. Logro hallar y accionar cinco interruptores. Pero queda brillando en lo alto una lucecita blanca que no consigo apagar.

 

1 al 2 de octubre

Hernán Camoletto está curando una muestra que consiste en dos tumbas, una frente a otra. La de enfrente es la tumba de Eva Perón y la de este lado es la de mi padre, en la que estoy trabajando en colaboración con mi hermano Luis. La sala queda en un barrio del sudeste. Salgo a pasear de tarde por el barrio, bajo un sol amarillo limón, recorriendo sus veredas arboladas y contemplando los jardines.

 

7 al 8 de octubre

Mis padres están separados. Oigo una discusión donde mi padre le informa a un empleado suyo sobre una huerta en la que necesita gente. Se me ocurre postularme, aun sin experiencia. Él tendrá que aceptarme.