"Con la verdad no ofendo ni temo”. La célebre frase del caudillo uruguayo José Artigas aplica a la perfección para definir a Martín Sharples. Tan tozudo y obstinado como frontal y sincero, el atleta discapacitado conversa con dos corredores convencionales que lo saludan en el Rosedal de Palermo. El sol de la tarde empieza a mostrarse como en sus jornadas más implacables. Los 25 grados primaverales no impiden que ese pulmón verde chic de la Ciudad esté cargado de corredores, patinadores y caminantes. Sharples da una vuelta al circuito de 1600 metros alrededor del lago luciendo una remera con la que pide por la aparición de Santiago Maldonado, el joven de 28 años desaparecido en democracia, el 1 de agosto pasado. “Peleo desde siempre. Incluso desde antes de perder la pierna izquierda. Siempre busqué la igualdad”, se sincera el atleta de 51 años. Tras la breve pausa, vuelve a rodar con “La Poderosa”, tal como bautizó a su silla de ruedas de competición. La misma que le robaron hace unas semanas en un confuso episodio que aún no fue aclarado. “Por suerte apareció. Fue de una manera muy extraña a través de una amiga que me avisó. Pero la policía no hizo nada”, explica. Y añade: “Al principio me la querían vender en 5000 pesos, pero me negué. Se justificaban que la habían comprado de buena fe”.

En medio de la búsqueda de “La Poderosa”, Martín inició una campaña para juntar fondos. “Fue increíble la repercusión que tuvo el robo de la silla. Hice un posteo en Facebook y tuvo un alcance de más de 130 mil personas”. A partir de allí, de la enorme viralización, surgió la campaña para colaborar. Cuando apareció la silla, Martín tomó una decisión. Mañana, luego del Maratón de Buenos Aires, entregará el dinero recaudado (más de 30.000 pesos) entre los atletas discapacitados que se impongan en la carrera, en una señal de protesta contra el organizador, la Asociación Civil de Carreras y Maratones Ñandú. En rigor, Ñandú es una entidad sin fines de lucro que racauda sólo en inscripciones más de 15 millones de pesos entre el Medio Maratón y el Maratón de la Ciudad. “Ellos dicen que apoyan al atletismo pero siempre discriminan a los discapacitados”, señala Sharples, que perdió la pierna izquierda el 24 de abril de 1993 en un accidente. “Volvía de Pergamino, de visitar a un amigo cuando se me cruzó un viejo camión Bedford 62 sin luces, en el km 177, de la ruta 8”. En un instante, en ese instante, Martín perdió de manera traumática el miembro inferior izquierdo. Lo paradójico fue que la moto en la que iba Sharples apenas recibió un rayón pero en la parte derecha. “En ningún momento perdí el conocimiento”. Al principio, sin sentir dolor alguno, buscaba pararse pero, en verdad, no podía, se caía. Tras salir de la anestesia, luego de una larga operación en hospital Eva Perón de San Martín, lo primero que hizo Martín fue verificar que le faltaba una pierna. El movimiento con la mano izquierda fue lento. No había incertidumbre, más bien certezas. Una certeza que le cambió la vida, para siempre.

Hasta ese momento, Martín era el capitán de la división Intermedia del club de rugby Porteño, de San Vicente. Su mundo, desde los 12 años, pasaba por la ovalada, porque en el fútbol “era malísimo”. Sin embargo, Martín, al despertarse, ya sabía lo que iba a hacer. Lejos de cualquier acto de arrojo impulsado por la vanidad adolescente de sentirse todopoderoso, ya había tomado una decisión. Una imagen que sobrevolaba su cabeza y empezaba a tener sentido. En los 80, en el programa televisivo “El Deporte y el Hombre” (que conducía Pancho Ibáñez), Sharples había quedado impactado cuando en el viejo televisor blanco y negro vio cómo un atleta con una prótesis completaba un maratón. “No una carrera de 10km. ¡Un maratón! El de verdad, el de 42,195km”, se entusiasma. “El destino quiso que conservara esa imagen. Y al momento de darme cuenta que no tenía una pierna decidí empezar a correr”.

–¿Qué ganaste y qué perdiste, más allá de no tener la pierna izquierda?

–Uno cuando es chico es un poco soberbio y se piensa que es inmune a todo. Y yo pensé por qué no a mí, cuando muchos hubieran pensado por qué a mí. Eso me sirvió para tener un nuevo desafío. Tal vez, con las dos piernas jamás hubiera corrido un maratón. También me ayudó mucho la gente que me dijo que no iba a poder.

Si bien su primera carrera utilizando una prótesis fue en 1995, recién en octubre de 2000 pudo saldar la cuenta pendiente: completar un maratón, el de 42,195km. Martín corrió durante 5 horas y 39 minutos por las calles de Buenos Aires, con la imagen pegada al pecho de Miguel Sánchez, el atleta desaparecido en 1978 por la última dictadura cívico y militar. Arribó cuando pocos quedaban en la zona de llegada, ya que en ese entonces el tiempo límite era de 5h30m. Es cierto, llegó después que la gran mayoría, pero mucho antes que varios atletas convencionales a los que arrió para que atravesaran la meta. Claro, Martín quería, Martín siempre quiere, seguir empujando como si se tratase de un scrum o un maul en plena lucha en el rugby.

Ese maratón, creía, marcaría un antes y un después. Íntimamente pensaba que sería su despedida del atletismo. O eso suponía. Su mala postura, producto del hábito negativo de caminar con la pierna rígida le produjo un gesto técnico inadecuado que le estaba erosionando los huesos. Pero, una visita al doctor Néstor Lentini hizo que todas sus dudas tuvieran una respuesta inmaculada. “El doctor Lentini me dijo que si me hacía feliz correr, entonces, que corriera porque todo tipo de deporte me iba a causar problemas”, detalla el atleta que participa de las carreras de calle junto con “La Poderosa” o con una prótesis a pie. El gesto de satisfacción se refleja en un rostro curtido que deja escapar una sonrisa pícara detrás de la incipiente barba que mezcla pelos blancos y negros.

Carlos Sarraf

 

El Che, presente

Confeso admirador del Che Guevara, Sharples lo homenajeó en 2007 cuando recorrió en una bicicleta 3 mil kilómetros desde La Higuera, en Bolivia, hasta Buenos Aires. Más precisamente desde el lugar, en Bolivia, donde lo asesinaron hasta el Congreso Nacional. “Fue mi manera de hacer algo por todo lo que hizo él por nosotros. A veces me critican porque admiro al Che, que lo acusan de asesino”, advierte. “Creo que el Che murió en su ley, fue coherente con su discurso. Y en la vida hay que ser y parecer, sino sos un hipócrita. Si lo admiro como digo, yo también debo ser coherente en mis acciones”, sostiene.

–Es una tarea difícil la coherencia, porque el ser humano es contradictorio y muchas veces cambia…

–Es difícil. Hoy me considero anarquista porque la democracia no ha cambiado las cosas más simples e imprescindibles. Cada vez hay más desigualdad. Pero ejerzo mi voto al estar afiliado a Autodeterminación y Libertad, el partido de Luis Zamora (con el que fue candidato a legislador porteño en 2003). Estamos en un mundo capitalista voraz. Nos pasa en el deporte, las carreras son muy comerciales y la parte humana del atleta no se la toma.

La postura política de Sharples atraviesa todas las esferas de su vida. No lo esconde, se define como un animal político. Y el deporte (ver recuadro) es la actividad en la que su lucha más se visibiliza, donde más se corporiza. Pero, en el mundo del atletismo argentino, son pocos los atletas discapacitados que pelean por la igualdad. Sharples suma a su batalla al maratonista paralímpico disminuido visual José Luis Santero y a Norma Ramos, la atleta que corre con bastones o con su silla de ruedas. Casi “huérfanos”, los tres deportistas pugnan por recibir un trato igualitario. “Lo que quiero es igualdad. No es un despropósito lo que buscamos”, apunta. “El año pasado en el Maratón y Medio Maratón de Buenos Aires le dieron los premios a los convencionales a las escondidas, en una de las carpas de la organización. Y este año, en las propias oficinas del Club de Corredores. Este es uno de los pocos deportes en los que el atleta  debe pagarle su inscripción a una empresa privada. En otras disciplinas, no es así. Por eso, a los empresarios como Sebastián Tagle, poco les interesa el deportista de elite”, precisa.

–Pero en rugby, por caso, se paga el tercer tiempo, los ómnibus…

–Sí, es verdad. Pero no favorecés las arcas de una empresa privada que te da, en una carrera histórica como Fiestas Mayas, un voucher para supermercado en el que no llenás ni medio changuito. Eso es una estafa al deporte. Lucran y tienen ganancias extraordinarias a expensas de los corredores. Acá no se trata de pagar una cuota, sino de un evento privado en el que pagás para pertenecer y ellos se esconden detrás de esa coartada que podría ser desbaratada con una ley que exija que dejen un porcentaje por cada inscripto para incentivar el deporte. Es injusto el intercambio comercial que ofrecen.

–¿A veces no te da la sensación de que te estás quedando solo en tu lucha?

–Puede ser. Pero, como dice el Che, la única lucha que se pierde es la que se abandona. Si estamos inmersos en un sistema capitalista, entonces seamos todos capitalistas. Que ganen todo lo que quieran ganar, pero que sean honestos con los atletas que merecen un beneficio. Los organizadores son socialistas para adentro: todo para ellos.