Distintos observadores extranjeros interesados por la política nacional y su fenómeno emergente insisten con la misma pregunta: por qué una mayoría de la población ha votado a una figura que no refleja en nada, a lo que podría denominarse la idiosincrasia argentina. Una suerte de subjetividad mutante que ofrece un espejo que no refleja ninguna de las constantes de la argentinidad, esas figuras que como San Martín, Gardel, Perón, el Che, Néstor, Maradona, etc, se ofrecen como aquellos estereotipos que le dan consistencia a un imaginario propicio para otorgar un anclaje a las identificaciones populares.
Si también incluimos a la famosa hermana-jefe, también sería difícil incluirla en la serie que va de Evita a Cristina.
El mismo Menen, siendo una figura excéntrica del peronismo neoliberal, combinaba bien una síntesis de Isidoro Cañones y Patoruzú. Además hacía las gracias del vivo argentino en contraste con la circunspección austera de un Alfonsín.
Al libertario ya solo le faltaba decir que no le gusta comer, ni siquiera el asado, para llevar al extremo la pregunta por el rasgo de seducción que atrajo a la masa, una seducción opaca que no muestra de entrada cual fue el punto de identificación donde quedaron enganchados sus seguidores.
En todo caso, su performance de cólera y estallido, puede haber jugado como una atracción inmediata sin una identificación estable, lo que tal vez más adelante explique que nunca llegará a ser un líder carismático. El carisma necesita siempre de un cierto encanto y una relación con palabras perdurables.
Es también cierto que Borges, supo combinar ideas que ahora se presentan en el presidente mutante, profesar el amor por la anarquía, soñar con un "mínimo de Estado" y apoyar las dictaduras. Sin embargo en Borges estaba el amor por Carriego, el malevo, la milonga, y el cuchillo.
La atracción de esta experiencia mutante, queda aún por ser descifrada, será crucial observar lo que harán con la misma y con él, sus seguidores. Salvo que la atracción despertada por esta figura sea entendida algún día como el colapso del mundo que había constituido la trama simbólica de Argentina.