Desde Rosario
“Los lectores habían crecido y me parecía tonto seguir haciendo comics sólo para niños. Así que empecé a empujar los límites. Y resultó que había mucha gente que quería comics que empujaran esos mismos límites”. Frank Miller lo dice con naturalidad, pero lo cierto es que fue un trabajo de dos décadas en el que el historietista estadounidense dio algunas de las obras centrales y renovadoras en el género de superhéroes: Daredevil: Born Again, El regreso del Caballero Oscuro (Dark Knight Returns), durante los ‘80, y que amplió el horizonte de lecturas de sus compatriotas con Sin City, 300 y Ronin en la década siguiente. De visita en Rosario para el festival internacional de historietas Crack Bang Boom, Miller se encontró a orillas del río Paraná con la devoción de sus fans, que llenaron un teatro local para oírlo hablar, y con la admiración de sus colegas, a muchos de los cuales influyó profundamente o incluso inspiró para seguir sus pasos.
El impacto de Miller se extiende también al universo del cine, donde tuvo tantos éxitos como fracasos. Las adaptaciones de sus propias obras como 300 o Sin City recibieron elogios de la crítica y una gran recepción de sus fans. Su reinvención de Batman influyó mucho la última serie de películas. Y en el otro extremo, cuando estuvo en solitario tras las cámaras, lanzó The Spirit, sobre el personaje de Will Eisner, un film que bien puede describirse como “fallido”. La notoriedad que le dio su paso por la pantalla grande también alimentó las polémicas por sus declaraciones anti-islamitas en plena intervención militar estadounidense en Medio Oriente (su novela gráfica Holy Terror es paradigmática en ese sentido). Incluso colegas de renombre, como Alan Moore, lo acusaron de misógino por otras obras.
A la hora de las declaraciones, sin embargo, el historietista ya aprendió a cuidar sus palabras y cuando se le menciona el contexto político en que apareció la adaptación al cine de 300, esquiva la bala con gran cintura. “El libro se me ocurrió a los 5 años, cuando vi una película sobre los espartanos con Richard Egan. Recuerdo que ya para entonces en casa había anunciado que sería historietista y que les comenté a mis padres que cuando fuera suficientemente bueno, contaría esa misma historia en un cómic”, asegura. “Los años pasaron y decidí que si esperaba a ser suficientmente bueno, no la haría nunca, así que la encaré, pero el contexto político no tuvo nada que ver”, jura. Contra la opinión de muchos especialistas, Miller resiste la idea de que 300 escenifica un conflicto entre Oriente y Occidente. “Las definiciones mismas de Oriente y Occidente cambiaron tanto desde los tiempos antiguos que no puede ser vista así; es sólo una historia del heroísmo de unos pocos contra unos muchos y, si nos ponemos filosóficos, de unos pocos que sostienen un mundo contra el avance de otro. Pero en el fondo ni siquiera eso, porque fueron los atenienses los que forjaron la edad de oro en Grecia, así que la lucha entre espartanos y persas no la concibo desde lo política, sino desde el heroísmo”.
Pero Miller no vive sólo de sus glorias del pasado. Pese a varias enfermedades que lo aquejan, sigue trabajando. Está por sacar una historia de Superman pasada por su tamiz, una ampliación del universo de 300 “muy grande y ambiciosa”, y además lidera la tercera etapa de su mítico Caballero Oscuro, que avanza hacia fronteras inimaginadas por los lectores. “Es difícil no volver a ese universo”, confiesa. “El primer Dark Knight era una especie de historia monomaníaca sobre Batman, pero en cuanto aparecieron Superman y la Mujer Maravilla, todo el universo de DC Comics se abrió y en ese punto la cosa se volvió imposible de frenar. Al segundo ya estaban ahí Hawkman, Halcón y Paloma, los hijos, un montón de personajes más pequeños... Pero pasa que el panteón de DC es amplio, muy rico y la serie evolucionó de ser una cosa muy contenida sobre Batman a la exploración de una mitología entera, así que ahora el panorama está totalmente abierto”.
–En la primera historia de El regreso del Caballero Oscuro retrataba a Batman como un héroe ya grande, cínico y dispuesto a hacer cualquier cosa...
–¿Cínico? ¿Te parece? Quizás amargo, ácido, pero no cínico. Si hubiera sido cínico, nunca se hubiera convertido en Batman. Un hombre cínico no pondría su vida en peligro por los otros. A él lo moviliza su pasión por la justicia.
–¿Por qué lo abordó así, entonces?
–Sólo quería ubicar a Batman en un contexto que se pareciera más a la ciudad en la que yo vivía en ese momento. Estaba en Nueva York y no era su momento más feliz. Había una ola de crimen terrible, una epidemia de crack, drogas por todos lados, crímenes y la economía de la ciudad estaba muy mal. Eran malos tiempos. Y leía los comics y este tipo, Batman, no tenía sentido, su mundo era muchísimo más feliz. Pero yo miraba por la ventana y me parecía que ahí sí encajaba perfecto.
–Pasaron muchos años. ¿Qué temas le interesa trabajar en esta nueva etapa?
–Es básicamente una expansión de lo que hubo antes. Ampliar la galería de personajes, por un lado, pero creo que sobre todo la cuestión generacional es la que más me gusta explorar ahora. De hecho, los protagonistas son más jóvenes que en la serie original. Aparecen nuevos, otros asumen nuevos lugares, como la nueva Robin, o la hija de Superman y Wonder Woman. Ambas se convierten en protagonistas de las series y esto lleva a un promedio de edad más bajo.
–Una característica de sus personajes es que nunca pueden ser catalogados como “totalmente buenos”. A veces ni siquiera como “más o menos agradables”. ¿Por qué le interesan estos personajes?
–Antes de que yo naciera, los comics estaban paralizados por el miedo a la censura. Habían sido limpiados, lavados, para que fueran “inofensivos” para los niños. Había algunos chispazos de inspiración, de cosas nuevas. Neal Adams, Marshall Rogers y algunos otros. Incluso algunos veteranos como Gil Kane. Pero los lectores había crecido y me parecía tonto seguir haciendo comics sólo para niños. Así que empecé a empujar los límites. Y resultó que había mucha gente que quería comics que empujaran esos mismos límites.
–Su estilo gráfico acompaña esto. ¿Cómo lo desarrolló?
–En realidad, el estilo gráfico es un proceso orgánico y la verdad es que no es muy fácil de explicar. Con cada proyecto, trato de ver qué necesita la historia y adaptarme a ella. En Sin City, por ejemplo, sabía que el color negro contaría la historia más que cualquier otra cosa. Así que un colega me aconsejó en cómo podía pintar primero los plenos negros y luego añadir las luces. Así que la narrativa pudo basarse en eso y, una vez que se consolidó, eso definió la serie. En otros trabajos, como 300, el color era tan importante que la línea tenía que contener y ser descriptiva, así que traté de ajustarme a esa necesidad narrativa.
–Algo llamativo de 300 es que, a diferencia de la mayoría de sus trabajos más conocidos, que está dedicada a los héroes solitarios (Batman, Daredevil, Elektra, Ronin), es la historia de un héroe colectivo. ¿Cómo abordó eso?
–Ahí pasé de contar una historia como lo hago habitualmente, en la primera persona del singular –”hice esto”, “hice aquello”–, a la tercera, donde el “nosotros” era el que contaba. Como si una mente grupal narrara la historia. Quería transmitir la idea de que esta fuerza de hombres era tan unida que ellos pensaban como uno.
–Y a diferencia de todos esos personajes, ahora está tomando a Superman, que es quizás el héroe “bueno” por antonomasia. ¿Cómo lo encara?
–Estoy haciendo lo mejor que puedo por ponerme en sus zapatos y ser fiel al personaje, pero a la vez haciéndolo atravesar todas las cosas que normalmente le hago a mis personajes. No pretendo darlo vuelta, sólo refrescarlo un poco y darle más brillo a otros personajes que no siempre aparecen. Y otra cosa sobre ese proyecto es que habrá mucho hincapié en la vida sentimental de Superman.
Hecho oficial el anuncio de su trabajo sobre Superman, no es difícil imaginar los motivos detrás de uno de los pin ups que Miller lanzó para promocionar Dark Knight Returns 3. El dibujo de un Superman con la pelvis bien marcada y “notoria” dividió las aguas entre los fans. Es claro que, con 60 años, Miller seguirá dando que hablar.