Nueva obra de danza del FIBA interpretada por hombres, Noite presenta un trío de bailarines y un DJ con su consola en escena en un escenario pelado, únicamente poblado de neumáticos. En el aire, cuelga una figura geométrica hecha de tubos de luz. A partir de los sonidos sugeridos por el músico, arranca la acción. Ellos están desnudos, cubiertos por calzoncillos: comienzan a moverse y a manipular las ruedas, creando distintas formas. La acción tarda un poco en tomar consistencia hasta que los sonidos electrónicos marcan un pulso casi robótico que los lleva a moverse como máquinas enloquecidas. Cuando la danza se configura, atraen la atención: sus cuerpos son precisos, maquinales, cada uno perdido en su propio trayecto.

Durante una hora y media, los intérpretes despliegan una serie de situaciones que se diluyen, se hilvanan una en la otra, pasando por distintos estados emocionales y físicos, algunos más atractivos que otros desde lo formal (los intérpretes resultan más interesantes cuando bailan que cuando realizan puramente desplazamientos en el espacio) y desde el contenido (algunas escenas son más consistentes que otras). En uno de los laterales cuelga una especie de gran bola de boliche (la típica hecha de vidrios plateados), aunque en esta ocasión está hecha de ruedas y permite que un bailarín pueda entrar y enrollarse dentro. 

La situación de oscuridad, de música y de baile remite inevitablemente el título de la pieza (“Noche”, en portugués). Este contexto se refuerza cuando uno de ellos lee en español un texto sobre ese momento en que la noche deja de ser tal y comienza a clarear, momento último de transformación de las luces y de las cosas. Más adelante, leerán dos textos más, también referidos a la noche, a esa instancia de soledad y de encuentro con uno mismo, con los deseos, las necesidades, las carencias más íntimas. En la página del catálogo dedicada a esta compañía, aparece mencionado Al Berto, seudónimo de Alberto Raposo Pidwell Tavares (1943-1997), poeta portugués que encontró en la noche el eje de su escritura, como fuente de inspiración para el grupo.

El trío transmite un estado de pérdida, de soledad, de búsqueda: los tres cuerpos se desplazan y deambulan conectando de a ratos. Están a la deriva pero pronto esa sensación comienza a mezclarse con otros climas que coquetean con el humor, con el absurdo y la parodia. Utilizan elementos (un globo rojo con forma de corazón, papelitos brillantes, la máscara de un perro, cambios de ropa en escena), los palcos del Teatro 25 de Mayo. Uno de ellos canturrea el tango “Vuelvo al sur”, lo hace desfasado, a propósito. Hay algo de desmadre que va copando el ambiente; de corrimiento, de desenfreno. Uno de los momentos más interesantes: cuando un bailarín lee un poema y otro le percute su torso desnudo, deformando la sonoridad de las palabras. Hay pasajes distendidos (un bailarín de calzas rojas parodiando el ballet), furiosos (cuando el beat recrudece y bailan los tres sacados), y otros en los que juegan con los géneros. En este sentido, se desvisten por completo, tapan sus rostros con pelucas femeninas, esconden el pene entre sus piernas y se corren entre sí sosteniendo una suerte de falso pubis femenino. El propio DJ terminará bailando en peluca y slip  y, sobre el final, hay una invitación al público a sumarse al escenario a una danza colectiva y contagiosa. La respuesta el día del estreno fue dispar a lo largo del espectáculo: algunos espectadores dejaron la sala, la mayoría entró en la propuesta juguetona de la compañía y disfrutó de esa “noite” de diversión. Hoy a las 21.30 en el Centro Cultural 25 de Mayo (avenida Triunvirato 4444) es la última función del elenco portugués.