Tal como estaba previsto, Javier Milei visitó este lunes en Nueva York la tumba del Rebe Menachem Mendel Schneerson, el líder espiritual de la comunidad judía ortodoxa Jabad Lubavitch, adonde según comunicaron sus voceros llegó con una misión específica: agradecer "por el lugar que le ha dado Hashem", es decir, a Dios por haber ganado las elecciones. Los casi quince minutos que permaneció dentro del Cementerio Montefiore, en Queens County, bastaron para dejar algunas de las postales más fuertes desde lo simbólico en la historia reciente de los presidentes electos, la de su conversión religiosa, un aspecto íntimo y personal que se ocupó de exponer públicamente pocos días antes de asumir la presidencia.

El presidente electo fue criado en el catolicismo, pero hace por lo menos dos años inició un proceso de conversión, al que él mismo se refirió en una entrevista reciente de manera tajante: “Estoy a poco, sólo me falta el pacto de sangre”, dijo. En ese camino, de acuerdo a lo que señala la biografía “El Loco” de José Luis González, lo guía desde hace un tiempo el rabino de la Comunidad Marroquí Judeo Argentina, Axel Wahnish, quien le envía diariamente pasajes de La Torá a su teléfono. También el Mekubal rabino David Pinto Shlita, quien bendijo al futuro gobierno del libertario este domingo durante una ceremonia en el barrio de Once horas antes de que Milei se subiera al avión rumbo al país del norte.

Un mesías "anticomunista"

La tumba frente a la que Milei rezó este lunes tiene su propia historia. Allí descansan los restos de Mendel Schneerson, un líder mesiánico que para miles de lubavitchers –como se conoce a los miembros de la comunidad Lubavitch– fue el mesías enviado por Dios a la tierra. Nada menos. Esa veneración la construyó él mismo, dejando correr el mito de que era capaz de realizar milagros, desde salvar la vida de los hijos enfermos de los fieles de su comunidad hasta haber influenciado de forma "milagrosa" a los soldados israelíes durante la guerra de los seis días. 

Mendel Schneerson nació en 1902 en Nikolaiev, una ciudad portuaria del sur de Ucrania, en las costas del Mar Negro. Llegó a Nueva York a mediados de la década del 40, luego de escapar de la Polonia sitiada por el ejército nazi. Se convirtió en el séptimo rebe de la comunidad Lubavitch y en el más importante, famoso y con capacidad de lobby político del judaísmo ortodoxo norteamericano de la segunda mitad del siglo XX. Tuvo una gran capacidad de llegar a los judíos “asimilados” y guiarlos a la ortodoxia. Su movimiento se expandió por todo el mundo y tiene sus propios adeptos también en argentina, que fueron retratados por el historiador y periodista Alejandro Soifer en el libro "Los Lubavitch En La Argentina". Milei, evidentemente, es uno de ellos, aunque no de forma "orgánica".

Tras su muerte, la tumba del Rebe --conocida como el "Ohel"-- se convirtió en un sitio de peregrinación de miles de personas. El sitio está abierto los 365 días del año, las 24 horas del día. Junto a sus restos se levanta un mini un edificio llamado Chabad Luvatovich Center Sinagoga, una biblioteca y una suerte de pileta donde los fieles depositen sus cartas dirigidas a él, según consta en la página web de la institución. El presidente electo llevó su propia carta y rezó precisamente frente a esa estructua. Ingresó al lugar junto al posible próximo embajador argentino en los Estados Unidos, Gerardo Whertein. Su hermana Karina Milei y Santiago Caputo, entre otros miembros de la comitiva, lo acompañaron hasta la puerta.  

A la par de su mesianismo, el Rebe venerado por el presidente electo fue un líder con discurso de fuerte contenido político, con discursos anticomunistas en plena guerra fría. Algo similar a lo que intenta predicar Milei y la ultraderecha global, aunque varias décadas después de caído el muro de Berlín. 

Las fuerzas del cielo

Milei suele referirse a su tropa libertaria como "las fuerzas del cielo", una frase que en verdad es una cita del primer libro de los Macabeos, del Antiguo Testamento, que dice que "la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo”. También se refirió más de una vez a su campaña de donar su dieta de diputado como "lo mismo que hizo Moisés cuando levantó los brazos y mandó la novena plaga a Egipto". 

Según los distintos biógrafos del presidente electo, él estaba convencido de que Dios lo había elegido para el cargo. Antes de las PASO, visitó por primera vez la tumba en cuestión. Esta vez, lo hizo para agradecer la profecía autocumplida.