“Tana, ¿qué te parece? ¿Hacemos ‘Fuimos’?, y yo le pregunto pero ya sabemos sin necesidad de consultarnos que no podemos escaparnos de Cátulo Castillo, de Homero Manzi, de Expósito, de los grandes poetas, porque jamás hemos grabado basura”, se enorgullece Osvaldo Piro. En la otra cabecera de la mesa está la Tana, Susana Rinaldi, la cantora entrañable, esa que fue su pareja (y madre de sus dos hijos, Ligia y Alfredo), y con quien los años los volvieron a juntar artísticamente. La dupla se presentará este jueves en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). Osvaldo dirigirá su orquesta, Rinaldi aportará la magia de su voz y Ligia les oficiará de maestra de ceremonias. Durante el show presentarán Reencuentro (EPSA), el disco que lanzaron este año y que incluye desde clásicos como “Caserón de tejas” (uno de esos que son sinónimo de Tana Rinaldi), “Sur” o “Yuyo verde” hasta algunas composiciones instrumentales del propio bandoneonista.
En el departamento de Rinaldi (bien alto en el barrio de Belgrano) se congrega la familia. Alfredo pasa a saludar, le cuenta a su viejo de una esquina de Parque Chacabuco donde escuchó tango nuevo. Osvaldo pregunta. Quiere saber más. Tiene 86 años y la curiosidad intacta. Ligia en la sala contigua resuelve cuestiones con el celular mientras responde preguntas a su madre. Aunque durante la conversación con Página/12 no abordarán la cuestión, sobre el recital sobrevuela la posibilidad de un alejamiento de los escenarios para la Tana. Así las cosas, el encuentro se convierte rápidamente en una suerte de balance de sus vidas artísticas y personales. Para Osvaldo, con la energía de quien aún arregla temas para su orquesta y compone obra nueva. Para la Tana, una revalorización del acercamiento a las nuevas generaciones.
“¡Uh, lo que vas a escuchar!”, ulula Rinaldi cuando se le pide que rememore sus comienzos con el tango, que es una manera también de pedirle que recuerde cómo lo conoció a Osvaldo. “Quien me trajo a la mirada de mi marido un amigo entrañable de él, que ya no está más entre nosotros, y que se quedó pasmado de lo que me oía hablar de música argentina. Él no me daba ni cinco de pelota, ¡yo era una pituca!”, cuenta. Para cuando ambos se encontraron, Piro ya tenía su nombre como bandoneonista y Rinaldi era una actriz reconocida. Ya había hecho teatro, cine y televisión y aunque el tango lentamente empezaba a perder popularidad (la revolución piazzolleana que marcó el fin de la edad de oro ya había sucedido), todavía era fuerte en las bateas y las radios. Así que en La Botica de Bergara Leumann el tango le iba a dar su consagración y luego un refugio en el exilio, cuando sobre el país se extendió la sobra de la última dictadura cívico-militar. “Tuvimos maestros maravillosos, y un público que nos hizo el favor de no sólo dejarnos entrar, trabajar, sino también aplaudirnos”, celebra.
Desde entonces, les pasó de todo. La Tana asumió como propio el repertorio de figuras como Eladia Blázquez, Ástor Piazzolla, Chico Novarro o María Elena Walsh. Piro se volvió tan grande que el mismísimo Aníbal Troilo le legó uno de sus bandoneones. Hoy compone desde su refugio en La Falda, Córdoba, donde también enseña el género a músicos jóvenes de la provincia. Hace algunos años un show especial los volvió a juntar sobre el escenario y la actividad conjunta terminó en el Reencuentro que apareció en mayo.
-¿Cómo fue esa reunión artística?
S. R.: -Reencuentro es una palabra muy bien elegida porque es una verdad, nosotros dejamos de vernos mucho tiempo. No porque no nos hayamos querido, sino por la vida que hacemos. Ahora estamos anonadados de todo lo bueno que nos ha pasado ahora estos días y por ustedes los jóvenes, queriendo charlar, pidiendo saber de nosotros. Para nosotros es muy importante.
O. P.: -Pichuco decía que “no hay nada peor que el hombre desagradecido”, y seríamos desagradecidos si no reconociéramos eso.
S. R.: -Bueno, desagradecidos había algunos, pero inmediatamente partieron (se ríe). Es muy bello que pase esto, sobre todo por los hijos que tenemos.
El intercambio los representa cabalmente. El rol de sus hijos en la familia, el interés de Susana por la representación que las siguientes generaciones se hacen sobre el tango, su lengua afilada para recordar a quienes fueron dejando de lado el tango a lo largo de los años.
S. R.: -Una vez se me acercó un hombre por la calle y me dice “qué bueno, Tana, que haya vuelto”, ¡pero si yo nunca me fui, fueron ustedes los que se fueron! ¡No sabía dónde meterse!
O. P.: -Lo hiciste cargar la culpa a él, pobre hombre.
La deriva de la industria hacia Estados Unidos, los devaneos de las siguientes generaciones con el jazz, el olvido por parte de distintos gobiernos hacia el tango y, en definitiva, el gusto social que fue dando más importancia a otros géneros musicales recorre el discurso de Rinaldi, preocupada por el traspaso generacional de la música.
Osvaldo es más contemplativo. Tiene, además, el contacto con sus alumnos y sus músicos en Córdoba. Ocasionales visitas a Buenos Aires, donde todavía le piden que participe como invitado en tal o cual disco. “Hay mucho talento en los chicos jóvenes", considera. "Es espontáneo, surge de la capacidad que da la juventud y de la ansiedad. O sea, lo que se aprende de chico se aprende mucho y muy bien”.
S. R.: -¿Sabés qué? Cuando nosotros nos acercamos un poco más a esos jóvenes, a los cinco minutos están al lado nuestro preguntándonos esto, lo otro, lo otro y lo otro.
O. P.: -Esa ansiedad de querer aprender...
S. R.: -Los medios de comunicación no solo no saben, no les interesa, que es mucho peor: no les importa, entonces eso hay que verlo también. Nosotros queremos darle a los jóvenes lo que siempre tuvieron a mano y que sus padres equivocadamente no les dieron por miedo a que los chicos se lo tomaran a lo que era el tango, la milonga, el vals.
La Tana dispara y dispara. “A mí nunca me ha importado un comino, creo que por eso, por ir siempre adelante, me tiene mucho respeto mucha gente que jamás se sentaría para escuchar una obra que no sea de jazz”, reflexiona. “Somos padres de una familia que ustedes conocen y que les va tan bien en la vida y los chicos que tienen la necesidad de hablar de sus padres, pero tienen la necesidad también de que nosotros nos demos a conocer a los jóvenes”, comenta Rinaldi. La admiración intergeneracional que los abraza, reconoce la Tana, es algo que los enorgullece.
No grabar cualquier cosa también los enorgullece. “Algunos dicen ‘si metes este tema vas a vender’, ¿qué tema es? 'Arrimame la carita', ¡pero andate a la puta que te parió! Eso me lo ofreció a mí el gordo Lipe que era buen tipo pero en el negocio era gerente de Philips. ¡Andá a cagar! 'Arrimame la carita'... Yo tenía un contrato firmado con Philips, además. Era muy divertido el gordo, muy buen tipo, pero él tenía que responderle a la empresa, cosa que yo puedo entender pero no me lo ofrezcas a mí, ¡elegí a otro!”
-Hay muchos jóvenes de veintitantos, treintipocos, músicos que empezaron a no sentirse ya albergados por el rock y volvieron a explorar el tango. ¿Ustedes ven ese proceso?
S. R.: -Creo que los muchachos intentan hacerlo y los padres les dicen “no, esto no es para ustedes, dejense de joder, hagan otra cosa”. Y eso que a los padres les gusta pero creen que es de un tiempo que ya se fue y que nunca volverá. No sé si eso vale o no, pero creo que eso es lo más desgraciado que nos toca ahora. Pero cada vez que yo me presento en algún lado de casualidad, como vamos a hacer el jueves, la gente viene. Y son familias que vienen a oírnos, porque tienen ganas de saber qué vamos a hacer, qué vamos a cantar y por qué. ¿Pero saben del tiempo que pasamos mirando el techo? Eso es porque el Estado no es el argentino. El Estado es un Estados Unidos que planifica de mejor manera que es la música de ellos la que trasciende, no la nuestra. Y eso nos pone alerta.
O. P.: -No hay sellos grabadores argentinos. Son todos capitales extranjeros. Si dicen que el tango puede vender y bueno, van a probar. Pero si no, ellos te traen la música que creen ellos.
-Así y todo, sigue teniendo ganas. En el nuevo disco hay temas suyos...
O. P.: -Son tres temas instrumentales. E hice todos los arreglos.
-¿Y de dónde saca la inspiración para seguir componiendo?
O. P.: -Es un misterio. Una vez le dije a un tipo que me hizo una pregunta parecida que esto llega cuando baja el ángel. Porque nosotros tenemos una mecánica que sabemos desarrollar. La síntesis del tema está en cuatro compases y nosotros de eso hacemos una obra de una hora, si queremos. Porque lo hemos estudiado para saber cómo aprovechar los tiempos. Le cambiás el ritmo, le cambiás los colores, le cambiás la temática. Hacés contrapuntos. Pero es un misterio cómo llega. Por eso digo: llega cuando baja el ángel. Porque la melodía empieza en tres o cuatro compases. Después es desarrollo. Así un maestro decía que eran cinco minutos de inspiración y 95 de transpiración. Y es un poco de verdad. El tema lo encontrás en pocos compases y ahí es una raíz que vas a desarrollar después. Si tenés capacidad para hacerlo. Si estudiaste para saber la mecánica. Si no, no te va a dar el cuero. Se te agotan en ocho compases y después qué hacés. Antes estaban los intuitivos. Por ejemplo, el autor de “Fuimos”,José Dames. El tema tiene una melodía hermosa. Tiene una letra espléndida. A este músico no lo conoce nadie. Nunca lo conoció nadie. Nunca fue estrella. Tenía una inspiración maravillosa. Era un melodista. Lo conocemos nosotros porque somos curiosos. Si le decís al vecino al lado, ¿sabe quién es José Dames?...
“La música que nosotros sustentamos es la música que el pueblo dejó”, advierte Rinaldi. Para la Tana, además de las discográficas, que movieron el negocio a otros géneros, también pesa el rol de los padres que no transmitieron el legado de la música popular nacional a sus hijos. “Son los primeros que hicieron callar nuestra historia, la historia del tango, de esa música tan particular, y al final quedábamos nosotros atrás si se nos ocurría marcarle a los jóvenes una música que es maravillosa y que nunca tomarán en cuenta”, lamenta.
Para la Tana, si algo sostiene su lugar en la música popular argentina, es el relato oral de padres a hijos. De quienes llevan a sus hijos a recitales, que además de valorar a los nuevos artistas, los acercan a las glorias de décadas pasadas. “A mí me da placer y gloria cuando mis hijos hablan de lo que nosotros cantamos, lo que llevamos adelante con el padre, además, como director. Es muy raro, porque no tenemos un país que nos haya abierto las puertas así. Hay muchos que creen que nosotros somos viejos atrasados. Después, nos escucha la gente muy joven, de ahora, se quedan bastante petrificados diciendo pero esto es otra cosa, no es lo que nosotros creíamos que era, un baluarte de viejos que no tienen otra cosa que hacer que tocar el arroz con leche”, ironiza la Tana. “Pero nosotros seguimos siendo jóvenes, no se te ocurra decir que no, ¡jóvenes!, y al mismo tiempo artistas, y qué artistas para los que nos quieran venir a ver. Si nosotros seguimos adelante todos estos años y trabajamos todo lo que trabajamos, es porque también tenemos que seguir ofreciéndoles a nuestros hijos una obra con esta importancia”.