El libro antiguo es tiempo entre las manos. Lo podrán comprobar quienes se acerquen a la Casa de la Cultura (ex Palacio de La Prensa), donde se realizará la 16° Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, un acontecimiento bibliográfico imperdible, instalado en la agenda cultural de la ciudad y del país. En esta edición --que reunirá a más de 20 expositores desde este miércoles hasta el domingo 3 de diciembre-- la celebración del centenario de Fervor de Buenos Aires, el primer poemario de Jorge Luis Borges, tendrá como eje la mesa redonda inaugural en la que participarán Beatriz Sarlo, Daniel Balderston y Sylvia Saítta. Serán cinco días para ver, disfrutar y comprar materiales históricos, literarios, científicos y artísticos del siglo XVI hasta el siglo XX.
La Feria del Libro Antiguo, organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (ALADA), es única en su género tanto en nuestro país como en América Latina. Los libros, documentos y materiales que los anticuarios expondrán tienen un enorme valor patrimonial. Habrá rarezas, manuscritos y primeras ediciones de la obra de Borges que tendrá una exposición dentro de la Feria. Una novedad de esta edición es el taller que reunirá, dentro de la Casa de la Cultura, a encuadernadores, grabadores, impresores, restauradores, ilustradores y calígrafos que exhibirán sus artes y oficios en interacción con el público. La Biblioteca de Ciegos, que estará por primera vez en la Feria con sus piezas en sistema Braille, presentará el primer libro háptico de artista, que permite una experiencia diferente a través del tacto. Este ejemplar tendrá una selección de poemas de Fervor de Buenos Aires. El libro ha sido diseñado y realizado por artistas investigadores del equipo de Territorio Háptico, coordinado por Betina Tagliani y Juan Miguel Pita, con la participación de los artistas Juan Miguel Pita, Fernanda Outes y Romina Rubio.
“El libro antiguo tiene encantos por donde se los mire a partir de que uno lo abre y ve el texto impreso en un papel, que permite sentir al tacto la huella de cuando ha caído la plancha y el entintado. Esto le da una impronta que te transporta en el tiempo”, explica Elena Padín Olinik, dueña de la librería anticuaria Helena de Buenos Aires, una de las expositoras junto a Aquilanti, Alberto Casares, Hilario, Librería de Ávila, Aizenman, Poema 20 y Libros La Teatral, entre otros. “El libro antiguo ha pasado por otras manos; entonces es un libro que tiene una historia y que nos cuenta su vida pasada cuando encontramos adentro de él un objeto, un papel, una carta, una nota, un boleto, una flor. Y es más interesante cuando tiene una dedicatoria (y eventualmente la dedicatoria es para una persona de alguna importancia), que lo hace también más valioso y más maravilloso como libro antiguo, o tiene marcas marginales que son de una persona que las hizo con algún conocimiento”, agrega la librera anticuaria y confirma que esas “marcas marginales” y las notas acrecentarán “lo magnífico” del ejemplar.
Elena, una de las pocas libreras anticuarias en un mundo donde imperan los varones, sabe que estar entre libros es para ella como vivir en el paraíso. “El libro antiguo tiene un imán para los que amamos este ámbito porque también puede tener dibujos, grabados, mapas. Entonces el libro antiguo tiene una cantidad de lugares por donde acceder a un objeto que tiene 500 años. Y digo 500 años porque la imprenta de tipos nace en el siglo XV”, aclara y contagia su entusiasmo y su sonrisa tan expansiva con un brevario ejemplar de cómo se hacían los libros hace cinco siglos. “Era tan difícil encontrar el papel para que se pudiera imprimir; preparar la tinta para que se preservara y no se corriera del papel; encontrar al maestro tipógrafo que hiciera las piezas perfectas para meterlas en una caja; preparar la máquina de tipos para que cuando caigan las planchas las letras estuvieran preciosamente impresas. Cuando tenemos un libro muy antiguo en la mano, rápidamente uno piensa ‘esto es magia’”.
Entre los materiales más destacados que se podrán encontrar en la Feria está el Poema del Cante jondo, la primera edición publicada en Madrid en 1931, del poeta español Federico García Lorca. También está la primera edición de Nuevas canciones, de Antonio Machado, editada en 1924, un libro que está por cumplir cien años de vida. El ejemplar conserva sus barbas y está firmado por uno de los poetas fundamentales de la Generación del 27. Las barbas, aclara Elena, son los cantos de las páginas que se encuentran sin guillotinar. “Es un detalle que lo percibe un coleccionista avezado”, precisa la librera anticuaria. Se puede conseguir la colección completa, en muy buen estado, de Los anales de Buenos Aires, del número uno (enero, 1946) al 23 (diciembre, 1948), la revista mensual que dirigió Borges. Hay joyitas como El Machete. Períodico obrero y campesino, el número 290, fechado el 30 de abril de 1934 en México, un ejemplar que perteneció a Frida Kahlo y que contiene la etiqueta con su nombre y dirección en Coyoacán.
Una mención especial merecen los grabados japoneses hechos en madera, que representan escenas de la vida cotidiana en el Japón del siglo XIX. Uno de los más bellos es un grabado de Utagawa Sadatora de 1830 (Período Edo), en el que se ve a cinco niños recogiendo duraznos a orillas de un río.
Espacio propicio para las rarezas, hay algunas con un brillo singular, como El capital. Crítica de la economía política, de Carlos Marx, traducido de la cuarta edición alemana por Juan B. Justo, Tomo I (el único publicado), editado en Madrid por la Imprenta de F. Cao y D. de Val en 1898; o Caballería argentina. La carga de “Junín”. El coronel Isidoro Suárez, conferencia dada en los salones del Círculo Militar Argentino la noche del 16 de octubre de 1909. El ejemplar perteneció a Borges, con su firma y anotación marginal en guarda posterior.
En este rubro se podría añadir Balada para el sueño de las tardes (27 de abril de 1966), de Jacobo Fijman, manuscrito ológrafo, titulado, datado y firmado, escrito en tinta roja sobre el recto de una hoja de álbum de papel vélin, que escribió durante su internación en el Borda; y la Gran colección de fotografías de Julio Cortázar, integrada por 35 copias de época, entre 1918 y 1984 (diez de estas piezas llevan anotaciones manuscritas del autor, en las que deja constancia de fecha, lugar o nombre del fotógrafo). La mayor parte de estas tomas permanecen inéditas, incluyendo una foto de su pasaporte a los cuatro años de edad, así como retratos junto a Alejo Carpentier y Max Aub en París, o junto a Mario Vargas Llosa y Raúl Castro en Cuba retratados por el afamado fotógrafo de la revolución, Ernesto Fernández. La Feria propone cinco días para sumergirse en la espesura del tiempo de la mano de un puñado de libreras y libreros anticuarios que aman con fervor la letra impresa.
*Se podrá visitar el miércoles de 18 a 22.30; de jueves a sábado de 14 a 20 y el domingo de 14 a 19 en Av. De Mayo 575. Entrada libre y gratuita.