Dicen, los que saben, que los goles son amores. Pero en la lógica de Mauricio Macri lo esencial está en otro lado: no hace falta que un centrodelantero reciba el cariño de los hinchas ni tampoco que salga goleador del torneo. Lo más importante es el nueve que resulte un buen negocio. Ya sea para Boca...o para él.

Si con la máquina del tiempo se viaja a su época de presidente de Boca, los casos son muchos y de los más variados. El primer nombre que llama la atención es el de Alphonse Tchami, el camerunés que llegó del Odense de Dinamarca. Una primera aclaración: aquel nueve que lucía los Puma King blancos había arribado al Xeneize en 1995, en los últimos meses de la presidencia de Antonio Alegre. Pero fue Macri quien mantuvo más tiempo al centrodelantero.

"Yamí" -Marcelo Araujo dixit- tuvo un andar irregular. Sorprendió con varios goles durante el primer campeonato, pero ya con Macri en el sillón de Bransen 805 y con Carlos Bilardo como DT, su rendimiento bajó, sobre todo, al ser relevado al banco de suplente en un Boca que salía con Cannigia-Maradona al principio y, después, Latorre-Rambert. 

El delantero se puede colgar dos cucardas: un gol a River en el Monumental y haber dado el pase para el primer gol en Primera División de un tal Juan Román Riquelme.

En 1997, Tchami fue vendido al Herta de Berlín por 1.100.000 pesos/dólares. Pero el vínculo con Macri no se rompió. Una muestra fue en 2017, cuando ya sentado en otro sillón -el de Rivadavia- el ahora aliado político de Javier Milei lo recibió en la Quinta de Olivos. La intención era que, necesitado de ampliar las arcas del BCRA, Tchami pueda la llave de ingreso de Argentina a Camerún.

 "Mauricio quería nombrarme Cónsul honorario en África y era una buena oportunidad. Planeamos hacer un intercambio, que se conocieran aquí los productos de Camerún, y viceversa, y que se pudieran hacer convenios futbolísticos. Era un proyecto muy lindo", comentaba a Clarín, años después.

El negocio quedó trunco, según Tchami, porque Macri dejó la Rosada.

Más excentricidades y el "casi ídolo" Takahara

Tras la partida de Tchami, Macri apostó por los nueve que le garantizaban más negocios que goles. Ya con Héctor Veira como entrenador, al club llegó el mexicano Luis Hernández, goleador de la Copa América Bolivia ‘97. En medio de una negociación en la que estuvo involucrada la empresa Televisa, el jugador no contó demasiadas chances por el cupo de extranjeros y apenas pudo disputar algunos amistosos.

Otra excentricidad que se permitió Boca fue tener en sus divisiones inferiores al malvinense Martyn Clark, un aspirante a sucesor de Martín Palermo. A pesar de la resonancia que tuvo su caso -con tapas de revistas incluidas- Clark nunca alcanzó a debutar en Primera y luego se incorporó a Defensores de Belgrano, aunque tampoco sin éxito.

Pero el punto cúlmine tiene nombre, pero, sobre todo, apellido: Takahara. El "no" de Pasarella dio paso al arribo de Carlos Bianchi como entrenador de Boca en 1998. Para los Xeneizes, esos años, son historia conocida: bicampeonato invicto, un equipo "de memoria" y la gloria de alcanzar Libertadores-Intercontinental-Libertadores en apenas doce meses. La llegada del nipón tuvo lugar a medidos del 2001y perseguía un solo objetivo, confesado por Macri este martes: "Entrar al mercado de Japón".

Los pergaminos que traía Taka no eran malos. 32 goles en 78 partidos en el Jubilo Iwata y convocatorias constantes a la selección de Japón. Pero a la tercera fecha del Apertura, el nueve quedó marcado por un pifie que hubiera sido el triunfo del equipo de la Ribera contra Lanús.

Acá los caminos se bifurcan. Para Macri Takahara "terminó jugando, siendo casi ídolo de Boca, todo el mundo quería que hiciera un gol".  

Los números, en tanto, marcan otra historia: el nipón jugó solo pocos minutos en seis partidos, no fue incluido en la lista de buena fe para la Intercontinental y los hinchas gritaron con ironía el único tanto que marcó con la azul y oro: el sexto de la goleada 6-1 contra Lanús, el mismo día que Bianchi renunció y dejó de garpe al propio Mauricio Macri.

El 9 de Qatar

Y llegamos al fin del recorrido. En un fast foward al 2018, Macri cumplía su tercer año de mandato presidencial con corridas cambiarias, caída del salario real y un malestar social. Pero pudo hacerse un lugar en su atareada agenda para llamar a su "amigo personal" Tamin bin Hamad Al Thani, más conocido como el emir de Qatar. El favor que le pidió fue que ponga dinero para ser el sponsor de la camiseta de Boca Juniors. El emir cumplió y desembolsó 28 millones de dólares para estampar Qatar Airways en la camiseta xeneize.

La contraparte llegó un par de años después. Cuando el mundo futbolero esperaba que ruede la pelota en el Mundial de Qatar, la conexión Doha-Buenos Aires se volvió a activar. Al celular de Macri -uno de los pocos que no sufre ningún tipo de espionaje o hackeo- le llegó un clip con algunas jugadas de Almoez Ali, que era número puesto en la selección qatarí. El presidente de la Fundación FIFA le reenvió los videos a Riquelme con el siguiente mensaje. "No tengo idea si juega bien o no, pero por una cuestión de educación, traelo, dale unos minutos en los entrenamientos, fijate si puede jugar un partido de Copa Argentina, con eso alcanzaría para jugar bien".

Al parecer, Riquelme rechazó la oferta. Boca se quedó sin el sponsor de Qatar y los hinchas no pudieron disfrutar este tipo de jugadas.