En la serie The newsroom, Will (Jeff Daniels), conductor de un noticiero, es un republicano gringo que se dedica a desmantelar el Tea Party (grupo de ultraderecha que copó su partido) como falso liberalismo económico. Y eso no lo descubre por las diatribas contradictorias de sus “cadetes”, sino desmantelando la economía política de dicho grupo: finaciamiento de fundaciones cuasi mafiosas como la Heritage o la Fundación Nacional para la democracia que son extensión de megacorporaciones. Como sostiene Will: “afirman defender al país, pero odian a los EEUU”, algo así como “Argentina es una país de mierda pero queremos gobernarla”.
En uno de sus capítulos aparece la cuestión LGBT+ y el ácido conductor lanza a una frase de sentido común, pero inaudible en el griterío histérico de la derecha argentina y el buzz de las redes: “Soy un republicano que cree que lo que causa tornados es un tema barométrico y no la existencia de gays.” La serie del 2012 anunció no solo al trumpismo, sino al nuevo modelo que el gobierno yankee exportó de la mano de corporaciones sin patria y que hizo pie en Argentina en el 2015 y ahora vuelve recargado.
Qataríes, tragedia y espejismo pluralista
La versión talibana del liberalismo mafio-corporativo tiene bases materiales en varios lugares. Entre ellos Qatar, ese paraíso asesino LGBT+ al que Macri le intentó lavar la jeta con su ya célebre frase “Hay altísima homosexualidad en Qatar” (sic). Qatar es un jugador internacional que busca establecer un camino alternativo a la “ruta de la seda” de China, y tiene en varixs políticxs argentinxs una serie de cadetes prestos.
El comentario del heredero de Franco, que nunca laburó si no fuera por las contrataciones de su progrenitor, puede leerse como si la homosexualidad fuera una fiebre que puede subir y bajar. No conozco ningún hecho que corrobore tal afirmación. Pero en este circo bananero y bajo su gestión mientras nos regalaba frases tan elaboradas, los derechos LGBT+ pasaron a la órbita de la Secretaría de DDHH, frente a un INADI paralizado por sus intentos de cerrarlo con gestiones vaciadoras. Su jugada fue producir una inflación (además de la tarifaria y la deuda externa) denominacional a la antigua Secretaría de DDHH. Bajo la conducción del Claudio Avruj infló el nombre de la repartición estatal a su cargo con “y Pluralismo Cultural de la Nación”.
Sinceramente, de su gestión no se recuerda nada a favor de las personas LGBT+ y mucho menos del pluralismo. La única bandera que pudieron flamear para mostrarse “gay friendly” fue la triste aparición (con nulo pensamiento y declaraciones Billiken) de Peter Robledo, con viaje a Nueva York incluido que le garpamos con la nuestra.
La agenda del “pluralismo” de Avruj fue desactivar el Plan Nacional contra la Discriminación que había sido impulsado por la Alta Comisionada de DDHH de Naciones Unidad Mary Robinson y no mover un dedo ante la detención de población trans de manera sistemática y que tuvo un momento preocupante cuando solo en la Provincia de Buenos Aires gobernada por la falsa “Heidi” Vidal: 54 mujeres trans permanecieron detenidas en el año 2017 en la Unidad Penitenciaria 32 de Florencio Varela y en la Alcaldía de Petinatto 8. Allí murieron con causas sin esclarecer Pamela Macedo Panduro y Angie Velázquez Ramírez.
Si esta fue la política del Festilindo Horror Show macrista, ¿por qué creer que va ser diferente o menos cruel con un gobierno donde la próxima Canciller nos compara con piojos, el propio estandapero Milei retuitea contra la Marcha del Orgullo y el pasado a retiro economista Carlos Rodríguez afirmó que los gays le dan dolor de panza en un discurso genetista frente a un periodista que le contesto como si fuera una Jacinta Pichimahuida ilusa?
El uso de las identidades
La vuelta de la remoras macristas, la posiciones fachas de la modocita violenta pasiva Victoria Villarruel, la lengua caduca de Diana Mondino, los comentarios discriminatorios del pichón genocida Bussi y la complicidad de los sectores conservas del radicalismo van alimentar “loquitos violentos” a los que Macri ya les está lavando la cara al caracterizarlos como “jóvenes que trabajan” que van a defender el proceso que se viene contra los “orcos”: La ecuación ajuste + represión no es novedosa.
En los 60 el Comisario Luis Margaride “limpió” la calles de “homosexuales” paralelamente a la represión a las movilizaciones obrero estudiantiles; continuó con la Triple A y con los milicos que en los 70 caracterizaban a lxs “homosexuales” como ramas de la subversión. Todo se coronó en un genocidio. Y continuó con una violencia redoblada bajo la administración del radical Antonio Troccoli porque a el aparato represivo nunca se desmanteló totalmente y continuó con la policía de Menem, De La Rua, Duhalde y larga lista de gobernadores.
El control civil que se pudo ejercer con la derogación de edictos y códigos de faltas (uno de los planteos del Plan Nacional contra la Discriminación) morigeró la represión hacia las personas LGBT+, pero nunca la anuló: deuda de la democracia que abona la insatisfacción que desgasta este contrato de 40 años que se abrió en 1983. En estos años y en esta ecuación la comunidad LGBT+ entra como variable, como blanco móvil de los “loquitos sueltos” y como objeto directo de los recortes en las políticas públicas existentes (que son pocas) y las necesarias que hoy se alejan.
En este panorama enmarañado el movimiento LGBT+ debe repensar las orientaciones de sus políticas: la agenda de nuestro movimiento atacada por la derecha fue usada por el “progresismo” de la última administración. Valga como ejemplo las políticas hacia la población trans: requieren una ley integral que repare los años de exclusión dentro de una política universal de distribución para todos los sectores, pero en su lugar vino el “cupo trans”. Esta acción afirmativa tiene la virtud de visibilizar la situación de exclusión y permitir el acceso al empleo de personas que no son descocupadxs, sino “no ocupables”.
Pero las cuotas son una política de cuenta gota con una comprobada limitación en términos de inclusión real, sea aplicada a etnias, personas con discapacidad, etc. Y en un marco de brutal empobrecimiento de toda la población lo que es virtud, deviene excusa para el odio. Lxs talibanes libertarixs transforman esa promoción en la excusa para convirtir a todxs en “yuta del salario ajeno”, desviando así del verdadero problema que es un sistema económico y social que día a día sigue en su faena de descarte en manos de la verdadera casta que no vive de sueldos, sino de explotar personas y ambiente.
Ninguna conquista, ningún derecho están asegurados, pero sabemos que les será difícil volver atrás con conquistas como Ley de Identidad, Matrimonio Igualitario o aborto porque todavía hay mayorías sociales, políticas y parlamentarias que lo tienen en su agenda. Lo que sí les será fácil es repetir el gesto facilongo del progresismo de ponernos en agenda, pero esta vez como punching ball para corrernos de los debates que nos cruzan como comunidad LGBT+ argentina: la pobreza, la explotación laboral, la exclusión de los circuitos de decisión, la destrucción del ambiente. Trabajo digno, derechos sociales, civiles y políticos son nuestra agenda y en este contexto habrá que rearmar las alianzas necesarias para defenderla de las motosierras autoritarias. Los orcos son ciencia ficción, los talibanes son una realidad. Y ya están visitando la Casa Rosada.