En una tienda de ropa del Shopping General Urquiza tres maniquíes esperan que las cortinas bajen. Cuando suceda mostrarán eso que mejor saben exhibir. Ahora visten con ropas de cuero sintético, camperones oversize y botas demasiado largas como para entender cómo hay lugar para que muestren tanta piel. Cuando la cortina baje serán libres, tan libres como un maniquí puede serlo para golpear, gritar, manipular, insultar, humillar, besar y acariciar a sus compañeros de vidriera bajo la atenta y clientelar mirada de sus guardias.

La vida miserable de los prisioneros, policías, marineros, de esas masculinidades nutridas del biberón del poder fueron el fetiche de su autor, el francés Jean Genet, allá por los años 40. “Yo agarré la última versión que genet escribió antes de morir, que es distinto al que todos conocemos que está editado en los 60”, dice Diego Ezequiel Ávalos, director y adaptador de la última versión de Severa Vigilancia —nunca estrenada en Buenos Aires— que puede verse los sábados a las 21. en el Teatro Área 623 (Pasco 623 - CABA).

En escena Ojos Verdes (Inti Zúñiga), Lefrane (Juan Salmeri) y Mauricio (Pato Censi) buscarán disputarse el título de mayor criminal. En las comparativas, la manipulación y el desprecio, la amistad y el clientelismo, la lealtad y la paranoia cobrarán fugaces apariciones en una historia pensaba lejos del naturalismo, sino donde el lenguaje poético es fundamental. “Genet todo el tiempo insiste en que esta no es una obra naturalista, que es teatro y tiene que notarse que lo es; pide que esté explícito que es un lenguaje teatral y que la puesta en escena ayude a eso, entonces a mí me sirvió muchísimo”, remarcó Ávalos.

El cuarto personaje es El Guardia (Grei Rivero), que permite en esta adaptación —que los herederos aprobaron diciendo “adapten esto así porque así se tiene que hacer"— mantenga la tensión de la mirada opresora. Ávalos explica que “hacerlo en un shopping es una manera de unir los conflictos de la criminalidad de los 40 con otros conflictos” como puede ser el estar presos de la imagen y de la estética, del consumo y el uso de los cuerpos. “El circuito de consumismo y criminalidad están bien representados en un shopping”, dice.

Si bien la única diferencia es que en vez de ser criminales tradicionales en una cárcel son criminales de otro tipo, en un centro comercial, también la obra tiene bailes y números musicales que permiten un juego con el texto de Genet interesante. Es aún más interesante los juegos entre personajes, la tensión que se genera no sólo en la proximidad de los labios sino también en la amenaza del puño cerrado, al ser objetos inanimados: maniquíes.

La paradoja de lo fantástico, que cuando algo se aleja y se vuelve extraño permite mejor distanciarse emocionalmente y mirarlo de una manera crítica, se condensa en los sutiles guiños que Severa Vigilancia hace no sólo a la contemporaneidad toda sino también a la Argentina en particular. El shopping con nombre de prócer, el Patio Bullrich como máximo centro de criminalidad y los tangos que suenan durante la obra (uno argentino y otro alemán) que trabajando esta ambigüedad presente en Genet donde ni la claridad ni la literalidad están necesariamente on sale.