En febrero de 1970, más de 500 mujeres -y unos pocos varones- se dieron cita en el Ruskin College de Oxford para participar de la primera conferencia del Women’s Liberation Movement, considerada un hito de la segunda ola feminista. Fueron tres jornadas de debates intensos y estimulantes, donde se hizo una puesta en común de los más diversos temas: desde la desigualdad salarial hasta el papel de la publicidad en la construcción de la imagen femenina; desde el rol materno hasta el mito de la inactividad de las mujeres durante las grandes luchas de la Historia. De todo como en botica, en fin, en estos días álgidos, que dejaron por saldo demandas fundamentales -mismo acceso a la educación y a las oportunidades laborales, anticoncepción gratuita y acceso al aborto, por ejemplo-, además de marcar un antes y un después para las presentes en particular y, en general, para la cultura inglesa.
La fotógrafa Sally Fraser tenía 20 años en aquel entonces, y fue la única muchacha con cámara en mano en el transcurso de estas sesiones pioneras. Aunque asistió como oyente, no se resistió a registrar postales que capturan momentos de arrebato y enojo, de absoluta seriedad, de la más plena alegría; piezas no solo se destacan por su valor histórico sino por la calidad de las composiciones, como podrán corroborar quienes visiten el Tate Britain, uno de los museos más importantes de Londres, desde ahora y hasta los primeros días de abril de 2024. Las fotos de Fraser abren Women in Revolt! Art and Activism in the UK 1970 – 1990, una de las más grandes exposiciones que la galería ha montado hasta la fecha.
“Dos décadas de arte como provocación, protesta y avance de la causa feminista”, reza la presentación de la monumental muestra, muy elogiada por buena parte de la crítica británica, que reúne obras de más de un centenar de mujeres y colectivos “en pos de reconocer y celebrar las redes sororas que desafiaron la sociedad y el mundillo del arte, forjando un camino para la liberación de las mujeres en Reino Unido”, tal cual señalan desde la prestigiosa institución. Donde asimismo recuerdan que, a principios de los 70s, “las mujeres eran ciudadanas de segunda categoría en estas latitudes: no se había promulgado aún la ley de equidad salarial ni tenían protección legal contra la discriminación por género; las casadas dependían legalmente de sus maridos y no había refugios para víctimas de violencia doméstica”.
Es en este contexto en el que la segunda ola crece y crece. Y en noviembre de 1970, unos meses después de la citada conferencia, las activistas del Women's Liberation Movement llevan adelante una acción para el recuerdo, que también puede verse vía registros en la exposición: irrumpir en el concurso de belleza Miss Mundo al grito de “Ni guapas ni feas, ¡estamos furiosas!”. Unas 100 millones de personas de todo el mundo estaban viendo este evento por tevé cuando las díscolas militantes lanzaron bombas de harina y panfletos contra la cosificación que representaba el concurso y contra el presentador Bob Hope, que minutos antes había comparado a las concursantes con ganado de feria. Obvio es decir que, de cara al boicot, el comediante salió rajando… Fraser, que al poco tiempo dejaría la fotografía, no participó de esta protesta, pero sí documentó las manifestaciones fuera de la corte, en Bow Street, mientras las chicas eran enjuiciadas.
Apenas una de las tantas acciones que pueden verse en esta abarcativa muestra de Tate Britain, donde también hay afiches, zines, collages, performances y otras ingeniosas obras feministas vinculadas a diversas marchas: contra el cierre de guarderías que apenas habían abierto, contra la pornografía, contra el peligro de caminar solas por las noches. De esto precisamente se trató Reclaim the Night, una seguidilla de marchas por distintas ciudades de Inglaterra que se realizaron entre el ’77 y los años 90, donde las mujeres reclamaban poder transitar por espacios públicos cuando bajaba el sol sin ser acosadas o violentadas.
Una muestra con criterio pluralista
“No quisimos centrarnos en el trabajo de unas pocas artistas famosas sino exponer una constelación de voces de mujeres que, aún siendo en muchos casos desconocidas, tuvieron ideas radicales, rompedoras, y carreras meritorias”, explica la curadora a cargo, Linsey Young, sobre esta propuesta. Propuesta organizada en forma cronológica que presenta esculturas, collages, fotografías, pinturas, videoarte, performances, y que hace hincapié en cómo redes de mujeres se valieron de ideas radicales y métodos revoltosos para realizar una contribución significativa, a menudo pasada por alto por el mainstream británico. Muchas de las obras de Women in Revolt!, de hecho, no habían sido expuestas desde la década del 70, y aún así, no han perdido vigencia, según destaca la galería, que considera que estas piezas sirven de recordatorio de lo mucho que las mujeres pelearon por sus derechos, por su libertad, por poder expresarse de manera individual y colectiva.
Así las cosas, por supuesto hay nombres conocidos; tal el caso de la artista conceptual Susan Hiller, de quien se seleccionaron fotografías granuladas sacadas por ella misma durante su embarazo, en pos de documentar el crecimiento de su panza cual extraña topografía. O bien, de la consagrada afrocaribeña Sonia Boyce, que el año pasado hizo historia como primera mujer negra elegida por el British Council para representar a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia, donde su trabajo fue premiado. Boyce, por cierto, fue una de las artistas asociadas al British Black Arts Movement, fundado a inicios de los años 80, del que también participaron Marlene Smith y la descollante Lubaina Himid, primera mujer negra en ganar un premio Turner, a sus 63 pirulos. Ellas también figuran en la exposición en curso con distintas piezas “que exploran la intersección entre raza, género y sexualidad, y aún sin compartir una estética unificada, permiten vislumbrar experiencias en común ligadas a la discriminación y el racismo”, acorde al catálogo.
De Smith, se muestra -por ejemplo- un trabajo que recuerda un episodio policial muy sonado del ’85: el día que una mujer afro, Dorothy “Cherry” Groce, abrió la puerta de su casa en Brixton, al sur de Londres, a las 7 de la mañana, y fue tiroteada por la policía, que buscaba a su hijo. Una escultura de tamaño natural, a base de yeso y telas, la rememora con una leyenda mordaz, contundente: “Ella no es a prueba de balas”.
Mención especial amerita An Edible Family in a Mobile Home, de la artivista multidisciplinaria Bobby Baker. Originalmente creada en el ’76, Women in Revolt! ofrece una réplica casi exacta de esta instalación icónica en los jardines del museo, con la propia BB sirviendo té mientras el público recorre su pequeña casa, cuyo interior está íntegramente cubierto por noticias sexistas de periódicos de los años 70. Personajes inspirados en su propia familia habitan el espacio: son figuras de tamaño natural estáticas, de un padre y sus niños, esculpidas con galletas, merengue y pasteles varios. El público, de así quererlo, puede degustar a estos muñecos comestibles que duermen o ven tevé; no así a la “madre”, un ajetreado maniquí de plástico que se desplaza de aquí para allá, sirviendo en todo momento.
En Women in Revolt!, hay además fotógrafas que documentaron este período efervescente, como Mumtaz Karimjee y Bhajan Hunjan. También Caroline Coon, pintora que desafió arquetipos patriarcales con el pincel y, a la vez, tomó fotos de la contracultura en una de sus expresiones máximas: los primeros años del punk. Entre sus trabajos, imágenes de íconos como Ari Up, líder de la banda The Slits, y de la primera marcha Rock Against Racism, de 1978.
Se exponen además fotomontajes de la música y collagista Linder Sterling; uno en particular terminaría siendo portada del sencillo Orgasm Addict, de los Buzzcocks: muestra a una mujer desnuda que tiene una plancha por cabeza, y bocas sonrientes en lugar de pezones, sardónica crítica “a las monstruosidades culturales que se veían en revistas de automóviles y pornográficas de esos años”, según su propia declaración.
Siguiendo la línea musical, se proyecta también una videoinstalación del ’77, de Gina Birch, bajista de la banda pospunk The Raincoats, de su época como estudiante de arte. Creada junto a Ana Da Silva, cofundadora del grupo, 3 Minutes Scream entrega lo que su nombre promete: a Birch liberando la ira y la frustración reprimidas, gritando a todo pulmón durante la duración completa de una película Súper 8. Los ecos de este grito penetrante y rabioso resuenan fuerte y claro en los confines de Tate Britain, que dedica sus salas a esta exposición ambiciosa, inabordable en un solo artículo.
“Humorística, furiosa, desordenada, visionaria, desenfrenada, tan llena de palabras como de imágenes: esta exposición no tiene un final obvio, lo cual resulta apropiado. Después de todo, en UK hoy en día, las mujeres todavía soportan la mayor carga del trabajo doméstico, todavía reciben salarios más bajos, todavía son agredidas en forma cotidiana. Incluso, todavía se sigue transmitiendo Miss Mundo…”, anota el diario The Guardian sobre Women in Revolt!, invitando a “mirar con atención esta extraordinaria muestra, preguntarnos qué ha cambiado y volver a sentirnos inspiradas” para retomar la lucha.