Hojas de otoño 9 puntos
Kuolleet Lehdet, Finlandia, 2023
Dirección y guion: Aki Kaurismäki
Fotografía: Timo Salminen.
Intérpretes: Jussi Vatanen, Alma Pöysti, Janne Hyytiäinen, Alina Tomnikov
Duración: 81 minutos.
Estreno: en salas de cine únicamente y, a futuro, en la plataforma Mubi.
Tenía que volver el finlandés Aki Kaurismäki a las salas argentinas para insuflarle su humanismo, su nobleza y también su sabia modestia a una cartelera asfixiada por la grandilocuencia y las superproducciones, ya sea del universo Marvel o la del Napoleón de Ridley Scott. Ganador en el Festival de Cannes del Gran Premio del Jurado 2002 por El hombre sin pasado, Kaurismäki viene de obtener, en mayo pasado, el Premio del Jurado de Cannes con otra de sus pequeñas fábulas obreras, plenas de solidaridad y sentimiento, pero también de ese inconfundible humor seco que lo caracteriza. Y que por supuesto no está ausente de su nueva maravilla, titulada Hojas de otoño, en referencia a la célebre canción de Joseph Kosma y Jacques Prévert Les feuilles mortes, que se escucha en una deliciosa versión en finlandés durante el rodante de créditos final.
A primera vista, se diría que Kaurismäki hace siempre una misma película, casi con los mismos personajes (muchas veces interpretados por los mismos actores, aunque aquí la troupe se renueva) y agobiados por las mismas dificultades: el trabajo duro, cuando no el desempleo y la falta de dinero y de horizontes... aunque nunca de sueños. Pero a la vez, el director de El otro lado de la esperanza (2017), su largometraje inmediatamente anterior, introduce cada vez ligeras variaciones, que van enriqueciendo y ampliando su obra, siempre dentro de ese mundo que es únicamente suyo y que lo ha convertido en un autor, de pleno derecho.
En el caso de Hojas de otoño -como sugiere el título mismo- se trata casi de un musical, aunque su pareja protagónica, una cajera de supermercado y un trabajador metalúrgico embarcados en un tímido romance, no cantan ni bailan. Pero el hecho de que se conozcan azarosamente en un desangelado karaoke de Helsinki –aunque él afirma que “los tipos duros no cantan”- hace que la música sea un elemento esencial del film, que va encontrando comentarios a las vicisitudes de sus personajes en las melodías y las letras que se escuchan de comienzo a fin, y que van desde un delicioso “Italian Mambo” cantado en finlandés hasta la “Serenata” de Schubert, entonada por un amigo de la pareja que se lamenta no haberse dedicado seriamente al canto lírico.
Que esa banda de sonido casi permanente incluya –en una situación en un café-bar llamado Buenos Aires- “Arrabal amargo”, cantada por el mismísimo Carlos Gardel, no debe sorprender a nadie, considerando que Kaurismäki es un fanático del tango (al que imagina inventado por un marinero finlandés) y que ya había utilizado la versión original de “Volver” en el comienzo de Luces al atardecer (2006).
Es que hay tradiciones a las que Kaurismäki no piensa renunciar, como las pequeñas salas de cine como espacios de encuentro y comunión para sus personajes. O como ese perrito feúcho que recoge de la calle la protagonista, cuando cree (equivocadamente) que su amor la ha dejado: es una de las mascotas arquetípicas en el cine de Kaurismäki. Y que ese perro se llame "Chaplin" no hace sino reafirmar de dónde proviene la sencillez, la emotividad y la eficacia del cine de gran director finlandés.