Durante varios años el caso estuvo presente en las páginas policiales de todos los diarios del país. El 31 de julio de 2006 Beatriz Argañaraz, una docente tucumana de 45 años, fue vista por última vez con vida. Su paradero nunca fue dilucidado y, si se persigue la lógica del homicidio, su cuerpo sigue sin aparecer. Por ese crimen dos mujeres –colegas de Betty, como la llamaba todo el mundo– fueron acusadas y condenadas a veinte años de prisión. Susana Acosta y Nélida Fernández (luego de una transición legal de sexo Nélida se llama ahora Daniel), una pareja de mujeres lesbianas y madres de una niña adoptada, ex novicias y empleadas de la escuela en la cual Argañaraz iba a asumir como directora, son las protagonistas del nuevo largometraje del realizador tucumano Agustín Toscano.
A la manera de un true crime –género en boga en la televisión y las plataformas de streaming–, Toscano recorre en su segunda película en solitario luego de El motoarrebatador (su ópera prima, Los dueños, fue codirigida junto a Ezequiel Radusky) los pormenores del caso y la vida en conjunto de Susana y Nélida/Daniel antes y después de la condena, durante el largo encierro en la prisión de mujeres.
Pero En vos confío, palabras tomadas de una oración católica, no es un true crime convencional. Toscano no intenta esclarecer ni revelar la verdad detrás de los hechos, lo cual sería virtualmente imposible. Además, y por sobre todas las cosas, la película no se amolda a los formatos al uso, creando dispositivos formales que utilizan las usuales y trilladas recreaciones ficcionales para reconvertirlas en piezas musicales, de tonalidades operísticas (ver crítica aparte). Acerca de todas estas cuestiones conversó largo y tendido Agustín Toscano en comunicación con Página/12, no sin antes bromear sobre la distancia temporal que separa a cada uno de sus largometrajes.
“Me cuesta mucho hacer películas, no es que soplo y salen las botellas. Tengo muchos proyectos y pensé que iba a filmar un montón, pero por ahora mantengo el tristemente célebre promedio de cinco años entre películas”. En vos confío circuló por varios festivales internacionales y desde este jueves podrá verse exclusivamente en el porteño Cine Gaumont.
Si bien el Caso Argañaraz es recuperado cada tanto en los medios noticiosos nacionales, en la provincia natal de Toscano nunca ha abandonado las páginas web o las físicas. “Lo que ocurre en Tucumán es que todos los años se dan dos o tres fechas en las que se retoma el tema”, afirma el realizador. “Hay heridas abiertas; es un caso que lleva casi dieciocho años y no está resuelto. Esto lo digo saliéndome de la película, simplemente como un ciudadano que conoce un poco cómo funciona el sistema judicial. Nunca hubo pistas nuevas, pero cada tanto aparece alguien diciendo ‘che, ¿por qué no van a ver allá?’, y se sigue investigando, aunque no con la misma frecuencia ni intensidad de antes. Es una búsqueda casi inerte. En 2009, cuando se las juzgó, alguien me dijo que este era el tercer caso en el país –desde luego, sin contar los delitos de lesa humanidad– en el que se condenaba a alguien sin que apareciera el cuerpo. Y que eso no pasaría en ningún otro lugar del mundo. Se detiene a los sospechosos y se busca y se busca, pero no se juzga ni condena hasta que no aparece el cuerpo del delito. Al menos para la prensa más amarillista de Tucumán, siempre se vuelve sobre el tema, que lentamente se va convirtiendo en mito”.
Hablando precisamente de mitos, el director de En vos confío, que fue rodada a lo largo de varios años dentro y fuera de la única prisión de mujeres de Tucumán, el penal de Banda del Río Salí, recuerda que “se han dicho cosas increíbles, como por ejemplo que habían cortado el cuerpo de Betty en pedacitos. Pero ahí se mezcló todo con otro caso distinto, el de una señora también lesbiana que sí había asesinado y cortado en partes el cuerpo de su pareja, escondiendo los restos en su propia farmacia. Y ese caso se descubrió porque uno de los hijos halló una mano en una heladera y llamó a la policía. La gente mezcló los dos casos, pero lo loco es que esa mujer conoció en la cárcel a Daniel y a Susana. Eso tiene una razón de ser: en Tucumán hay poco más de veinte mujeres presas, mientras que hay miles de hombres encarcelados. Ellas se cuentan con los dedos de las manos y obviamente se terminan conociendo en la cárcel”.
-Más allá de conocer el caso por obvias razones, ¿cuándo descubriste o imaginaste que a partir de la historia de Daniel y Susana existía la posibilidad de crear una película?
-La verdad es que no tengo conciencia de eso, pero no fue algo inmediato. Entre 2006 y 2009, respectivamente el año de la desaparición de Betty y el de la condena, seguí el caso a través de la prensa, como cualquier otro tucumano. Es más, en ese momento no imaginaba que fuese a dirigir películas de no-ficción, eso ni entraba en mi cabeza. Pero cuando estábamos filmando Los dueños, una época en la cual todavía tenía algo de teatrero, se me ocurrió hacer un Julio César, de Shakespeare, con mujeres en una escuela. A Julio César lo matan el día que asume como emperador; Betty desaparece el día en que iba a asumir como directora de la escuela. Fin de las uniones entre una cosa y otra. Pero ahí hay una conexión importante, y se despertó una pasión por ver videos de Susana, Nélida, la familia. En cierto momento pensé en la posibilidad de acercarme a esta historia desde la ficción, pero tampoco sabía muy bien qué hacer. Nunca había hecho documentales, salvo algún institucional por encargo sobre artesanos, pero un día comencé a hablar con el productor Juan Carlos Gugliotta sobre el caso. A partir de ahí nos montamos el proyecto al hombro, un poco de manera inocente, con la idea de hacer una ficción. Eso fue en 2017, 2018. Ya en pandemia se dieron cuenta de que yo no iba a hacer ninguna ficción. O bien que la ficción estaría incorporada a la historia real, con sus protagonistas reales. Creo que eso le hizo bien al proyecto; es algo común que el paso del tiempo les haga bien a los documentales.
-¿Es entonces cuando aparece la idea de incluir segmentos operísticos?
-Eso es interesante, porque junto con Bruno Masino hicimos la música de Los dueños, pero al final quedó totalmente afuera. La película no tiene música en absoluto, salvo una cumbia cuando bailan. Siempre tuvimos proyectos algo fantasmagóricos, y En vos confío fue el más fantasmagórico de todos (risas). Le propuse hacer una ópera basada en la historia de Susana y Nélida, empezamos a cruzar ideas sobre pedazos de la vida de ellas. Así que compusimos, grabamos todo de punta a punta y luego eso se utilizó para los segmentos ficcionales del pasado en el convento. Nunca va a ocurrir, pero esos segmentos se podrían poner en escena en un teatrito, con orquesta y cantantes, ya que tienen una independencia dramática, melódica y tonal que permitiría hacerlo. Fue un proceso hermoso, porque iba en paralelo al rodaje, al proceso de hablar con personas como la fiscal. Y aclaro que mucha gente quedó afuera del montaje final. Recuerdo que algún productor quería empujarme a hacer una serie de varios capítulos, pero eso no me interesaba.
En ese momento de la entrevista, Toscano destaca el hecho de que Susana ya está libre, en libertad condicional, y que Daniel espera un destino similar, aunque no sabe bien cómo será la reacción de la sociedad tucumana. “Pensá que cuando ambas estaban en prisión algunas personas iban a la puerta a gritarles cosas. Va a ser un quilombo. Tampoco sé qué va a pasar en Tucumán cuando se vea la película”. En ningún momento de En vos confío se afirma que la pareja es inocente, pero el hecho de estar centrada en Daniel y Susana habilita la posibilidad de que una parte del público malentienda las intenciones. “Si el propósito hubiera sido ese no hubiésemos incluido la presencia de la fiscal Adriana Giannoni, que es muy contundente en su propio recorrido, fuerte e inteligente. En el relato de la película su voz está organizada de tal manera que no claudique de entrada la posibilidad de la inocencia, pero sí que se pueda cuestionar. De ningún modo podría suponer yo quién es inocente o culpable en esta historia, porque de hecho no lo sé”.
-Algo parece claro: si no se tratara de una pareja de lesbianas la situación hubiese sido diferente. Es difícil imaginar un juicio tan contundente y un castigo tan ejemplar si los acusados fueran hombres o bien una pareja heterosexual.
-Totalmente. Creo que eso es lo que hace que se haya ratificado la condena de manera tan firme. Como dice Daniel en un momento, las cárceles no son tan duras en la Argentina. En general la gente entra y sale, se hace un arreglo, a menos que se trate de un criminal muy peligroso. En este caso, todo fue lo más ejemplar que se pudo. La prensa se prendió en la cizaña esa de “las monjas lesbianas, asesinas y trans”. Incluso la idea de que tenían que quitarle la tenencia de la hija fue muy fuerte. Del otro lado, los letrados heterosexuales, casados, de familias tradicionales. Tan antagónica es la situación que no hay identificación mutua posible. Ahora bien, si ellas son realmente asesinas los son de una forma genial, porque hicieron desaparecer un cuerpo de una manera casi imposible. Pensemos que la mafia de los Ale, con todo su poder y con Alperovich, no pudieron desaparecer el cuerpo de Paulina Lebbos, que apareció en una zanja a los veinte días. Si ellas mataron a Betty, la desaparición de su cadáver de la faz de la tierra es comparable a la del cuerpo de Cristo.