Música de Flores. Un concepto con el que Juan “Pollo” Raffo materializa la parte más personal de su extenso y variado itinerario artístico. Pianista, tecladista, compositor, arreglador y productor, Raffo ha sabido dejar su marca en una parte sensible de la música argentina, entre Soda Stereo, Los Piojos, Juan Carlos Baglietto, No Te Va Gustar y muchos más, además de proyectos colectivos como Trigémino, El Güevo y Monos con Navaja. Pero el destilado de esa mezcla de espíritu y gusto que lleva a sentir algo como propio, es sencillo suponerlo, está en Música de Flores, la serie que comenzó en 2006 con Guarda que viene el tren y que por estos días propone su sexta entrega. La falacia del espantapájaros, se llama el álbum recién editado por Club del Disco. Con Tomás Pagano en bajo y Rodrigo Genni en batería, el tecladista y compositor lo presentará el viernes 1° a las 20 en Cuerda Mecánica (Juramento 4686).
Entre continuidades y quiebras, La falacia del espantapájaros se ciñe a la idea de Música de Flores esta vez en formato de trío. Las mezclas y combinaciones de siempre propician una energía muy particular, expresada desde un sonido acaso más eléctrico, con sólidos desempeños individuales y referencias claras de la música progresiva de la década de 1970, esa que a pesar del paso del tiempo en buena medida sigue siendo “progresiva”. “Era inevitable tocar en trío en esta instancia y eso de alguna manera le dio a la música una impronta particular”, dice Raffo y enseguida recuerda a Martín Rur, el saxofonista de la banda, muerto a los 36 años a inicios de 2022. “Naturalmente con los chicos – Tomás Pagano y Rodrigo Genni– decidimos no buscar un reemplazo para Martín y así trabajamos este repertorio en trío. Sin querer caer en una cuestión frívola, este disco funcionó como una especia de duelo para el grupo”, agrega el tecladista y compositor.
“Preludio al Rulo” y “El Rulo”, una secuencia en la que el trío desenvuelve de la mejor manera la proverbial condición de “encuentro de solistas” –notable lo que hace Raffo en el piano y la interacción con la base–, es el recuerdo directo de Rur, a quien además está dedicado todo el disco. “'El Rulo' es un tema que nos dio una gran alegría, porque con esta obra nos premiaron en el Fondo Nacional de las Artes”, acota Raffo, que una vez más articula un pensamiento musical complejo, atravesado por innumerables influencias, sobre una trama rítmica de cierta impronta criolla.
“Se suele hablar de música de fusión, que para nosotros más que nada tiene que ver con el modo en que la música nos va llevando, nos va moviendo por lugares a veces desconocidos, o que de un modo u otro conocemos y reinterpretamos”, asegura Raffo. “Dentro del formato trío, me atraía la idea de potenciar los teclados eléctricos, porque mi formación y mis primeros gustos musicales también tiene que ver con esa música”, continúa el tecladista. Enseguida baja un póker inspirador: “Keith Emerson, Hugo Fatorusso, Chick Corea y Jan Hammer”. “En este contexto, el riesgo mayor era correrse del sonido criollo que logramos en otros discos. Lo digo en el sentido de las mezclas entre lo sudamericano, lo afro y distintas vertientes de le europeo”, agrega Raffo.
Hacer que lo imprevisible suene natural. La idea, de por sí cautivante, es para Raffo la gran cuestión que atraviesa la música de este disco y en general en la serie Música de Flores. “Es ahí donde uno pone en juego el oficio”, dice el experimentado arreglador. “Siempre me acuerdo una frase de Jim McNeely –compositor destacado y maestro de Raffo en la New York University– que decía que una de las preguntas claves para los compositores y los arregladores era ‘Qué pasa sí…’. Por ejemplo, ¿Qué pasa si un organista de iglesia que toca música barroca de repente se encuentra con una milonga? Por supuesto que pueden pasar muchas cosas y es entonces cuando para ir en la dirección deseada entra a jugar el oficio del músico, que como todo oficio es una parte de saber y otra de intuición”, puntualiza el compositor.
También el largo aliento formal nutre la música de La falacia del espantapájaros. Además de articulaciones como “Pretexto” y “Persecución”, y la mencionada “Preludio al Rulo” y “El Rulo”, el tema que da nombre al disco se despliega en tres momentos, que de alguna manera relevan una cadencia de climas en torno a la secuencia chacarera-milonga-gato. “Por un lado hay un diseño de álbum, pensado para que la música se escuche en el orden propuesto, pero por supuesto que no tiene que ser necesariamente así. De todas maneras, al tratarse de música compuesta en una misma época, es lógico que haya materiales comunes, que reaparecen en distintos lugares de manera recurrente. Hay momentos pensados como una serie, una idea que es muy de las artes plásticas, y otros que forman un díptico, como ‘Pretexto’ y ‘Persecución’, una secuencia que me resulta muy actual. Hoy en día cualquier pretexto sirve para perseguir a alguien”, desliza Raffo.
“En general, soy de escribir casi todo lo que se toca, pero en este caso la dinámica del trío me impuso otra disciplina, algo más abierto para poner en juego el trabajo de los solistas, por lo que hay menos escritura y más indicaciones generales”, dice Raffo. “Como hicimos en Brindis (2016) y Llueve sobre la Biblioteca Nacional (2019), antes de entrar a grabar maduramos el repertorio tocándolo en ciclos de conciertos. En este caso fuimos más allá, porque fue determinante el aporte de cada uno para terminar de componer y hacer sonar esta música que tiene la marca de los márgenes para la improvisación que da el trío. Llegamos al estudio de grabación con el material rodado e hicimos casi todo en primera toma, con pocos retoques de edición”, asegura Raffo y concluye: “Escribir para que suene como va a terminar sonando es parte de la composición misma. Y este es un disco para tocar en vivo”.