Ganó Milei; ganó el cambio frente a un gobierno que tuvo muchas dificultades para interpretar la sociedad y el mundo del trabajo de su época y expresar políticas públicas de corte peronistas: si bien creó empleo, fue de baja calidad; no logró fortalecer el poder adquisitivo del salario; no pudo revertir un proceso de precarización de la vida en materia de salud y educación, y en el acceso a la vivienda. Un gobierno que comenzó con una interna a cielo abierto que dificultó una conducción clara, que distanció a la política de la gente y que, consecuentemente, comenzó a tener profundos problemas económicos hasta llegar a una inflación que corroe el valor del trabajo en más de un 140% anual.

Por un momento pensamos que podíamos eludir este desenlace porque el candidato de la oposición era muy distinto a lo que estamos acostumbrados: con un lenguaje y un discurso poco político, peleándose con distintos sectores de la sociedad, vendiendo ajuste en un tono muy agresivo y violento. Militamos la contradicción cordura - locura. Sin embargo, hoy nos preguntamos cuál fue la racionalidad del votante que mayoritariamente lo eligió.

El hombre (y la mujer) y sus circunstancias. El mundo no fue mejor después de la pandemia, es más desigual y más injusto. Los niveles de concentración económica son inauditos. La democracia pareciera incapaz de poder garantizar los anhelos de ascenso social. Los fascismos surgen en distintos países del mundo. Argentina, esta vez, no fue la excepción.

A cuarenta años de la recuperación del sistema democrático, gana las elecciones un personaje que desprecia y quiere destruir el rol del Estado. Alejándonos de la defensa profética del mismo, y abriendo interrogantes: ¿Cuál es la dimensión razonable de un Estado para 40 millones de argentinos?, ¿qué políticas hemos naturalizado que no se comprenden en los términos del Derecho y que podrían alterar la realidad de las familias argentinas?, ¿qué sectores son los beneficiarios del Estado y cuáles están abandonados a su suerte?, ¿cómo se suturan las desigualdades estructurales entre trabajadores que perciben un Programa social y quienes no? Nos guste o no, Milei supo vender una épica con raigambre plebeya en la que ubicó como centro y razón de los malestares sociales a la casta política.

El mapa que votó al macrismo en el 2015 expresaba las urbes de la franja centro de nuestro país, vinculados a la contradicción del kirchnerismo con el campo y/ o a los sectores medios que renovaban las demandas al gobierno popular. Esta vez el mapa se pintó de violeta. El peronismo aspiró a que la diferencia en la Provincia de Buenos Aires fuese lo suficiente para reducir la brecha del país. Fueron escasos los motivos para aspirar que las provincias de nuestro país revaliden al peronismo; una tradición política que siempre reivindicó el federalismo para el desarrollo nacional.

Las semanas previas a la elección, múltiples representantes de la cultura, de los clubes, de las organizaciones sindicales y políticas expresaron un posicionamiento fuertemente en contra de Javier Milei y Victoria Villarruel. Sin embargo, esas referencias no pudieron contrarrestar el sentido del voto. El nivel de injerencia de las mediaciones en la lectura que se hace del momento histórico pareciera roto. También la crisis de representación golpea a las instituciones. Probablemente haya mucho para reformular en el modo en el que las organizaciones se vinculan con la gente de a pie, para que la convocatoria sea efectiva, para que funcionen como expresión de los sectores sociales, y para construir una mirada común sobre lo que estamos atravesando.

Punto aparte para cobrar cabal dimensión del impacto de la tecnología en los adolescentes y jóvenes. Qué consumen, cuánto tiempo, qué lectura crítica pueden hacer de lo que observan, cuál es el rol de las familias y la escuela en todo esto. Sin dudas, fue uno de los agujeros negros donde muchos jóvenes construyeron una respuesta a sus pesares cotidianos: la falta de trabajo con derechos y el poder independizarse del hogar familiar, como los más sobresalientes.

Que haya ganado el Estado nacional La Libertad Avanza con el apoyo del macrismo, pone en peligro la regulación de las relaciones laborales, los derechos sociales conquistados, el patrimonio nacional, nuestra soberanía, los avances culturales en materia de Derechos Humanos y de los feminismos, entre otros. La etapa cambió, y es defensiva. Quien terminará pagando la fiesta a la que no fue invitado será una vez más, nuestro pueblo.

¿Cómo seguir?

Es fundamental tener un lugar de pertenencia, de participación y de debate en un momento de mucha adversidad política. Que nadie quede tirado, cuidar nuestro tejido social local, barrial y comunitario.

Y si bien será necesario esperar a que comiencen a desplegarse las políticas antipopulares que sabemos intentará llevar adelante el nuevo gobierno, tenemos que apoyarnos en las experiencias históricas recientes. Podemos recuperar la etapa 2015-2019, donde fue fundamental construir la más amplia unidad social posible, conformada por todos los sectores que se veían perjudicados por las nuevas medidas. Donde el avance en la reforma previsional fue el punto de inflexión y el principio del fin de aquel gobierno. También la mejor manera de cuidarse ante la amenaza de un gobierno represivo es la masividad y la unidad de distintos sectores.

Como ya lo dijera Álvaro García Linera, los procesos de avances y retrocesos, las oleadas, se acortan. Son más cortos los períodos. Milei aprende de la experiencia de Macri: intentará ajustar sin gradualismos. El campo popular también aprende. Las Centrales sindicales ya se están expresando ante cualquier medida de recorte de Derechos laborales.

Es evidente que, si queremos reconstruir un proyecto nacional, popular y feminista, tenemos que asumir una actitud militante reflexiva, que se aparte del enojo con los votantes, quienes, probablemente buscaron una salida a una realidad dura.

La insolvencia programática del nuevo gobierno que prometió y se desdijo, y que finalmente termina tejiendo alianza con lo viejo conocido, hace pensar en las dificultades que tendrán para ejercer un gobierno estable y fuerte, que imponga un nuevo paradigma cultural.

Dependerá de un vasto acumulado político y militante del Movimiento nacional, construir un imaginario de futuro que pueda llevar adelante las transformaciones que necesita la Argentina, para no regalar la rebeldía a quienes no la portan, y fundamentalmente para volver a aspirar a la justicia social, a la independencia económica y a la soberanía política en el mundo y en el país que habitamos hoy. 

*Maestra y socióloga. Dirigenta de la Corriente de lxs Trabajadores de la Educación (CTE)