Es el día después de las elecciones presidenciales y a Ian Kornfeld lo atraviesa, como a gran parte del país, una sensación de shock profundo. No contaba con que los resultados fuesen los que fueron, y además de las preocupaciones que como ciudadano le genera el inminente mandato de Javier Milei, Ian tiene una urgencia muy concreta: repensar por completo la estructura de Antiplan Ñews, el show audiovisual que está tramando para presentar en el marco de la Bienal de Performance BP.23 el sábado 9, justo un día antes de la asunción.

Sentado en su estudio de La Paternal, frente a la computadora, Ian contempla el banco de imágenes y sonidos que durante semanas ha estado coleccionando tras haber dedicado horas y horas a mirar los distintos debates de candidatos y las noticias políticas que circularon en la TV y en Internet. Mira ese material como quien mira su pequeño montoncito de ahorros acumulados en una moneda que acaba de devaluarse por completo: de todas las ideas que había barajado junto a su coequiper, el escritor y guionista Julián Urman, solo unas pocas siguen teniendo el mismo valor que ayer. “Me doy cuenta ahora de que todo este tiempo estuvimos pensando en una performance para reírnos de lo que estuvo por pasar, hacer catarsis, abrazarnos por cómo zafamos. Un show para exorcizar y divertirnos. Pero ahora no puedo ni ver al protagonista de esa performance que tenía en mente, ¡ya lo voy a tener que ver un montón durante los próximos años!”. Por suerte, aún quedan unos cuantos días de trabajo y, aunque el nombre del proyecto sugiera exactamente lo contrario, hay un plan.

Explicar en qué consiste la experiencia Antiplan a alguien que jamás haya escuchado hablar de ella no es del todo sencillo, no solo porque traducir en palabras una propuesta performática basada en la creación de sonidos e imágenes en vivo resulta una tarea ardua de por sí, sino –o sobre todo– porque en este caso es imposible echar mano a referencias o comparaciones con la obra de otros artistas que ayuden a guiar un poco la imaginación. Ni el instrumento que utiliza Ian –que él mismo creó, haciendo jugar en un mismo equipo una computadora, samplers, sintetizadores, un procesador de voces y pedales de efectos– ni lo que genera pulsando esas decenas de botoncitos de colores se parece demasiado a otras cosas que uno esté acostumbrado a ver o escuchar en vivo. Ian, que hace muchísimos años trabaja como realizador audiovisual y editor de cine, emprendió hace casi una década esta búsqueda por fundar un lenguaje propio con la capacidad de trascender la idea del video como soporte de la música en vivo o de la música como acompañamiento de una proyección visual.

Ya sea frente a un gran público o solo en su estudio, Ian crea música y videos en un mismo acto, munido de esa gran máquina inventada por él a prueba y error. Durante los años que vivió en Berlín, aprovechó para comprar todo tipo de dispositivos, probarlos y devolverlos en caso de que no le sirvieran; recién ahora, mucho tiempo después, llegó a sentir que su herramienta de trabajo está completa. El flujo de trabajo, que se repite para cada activación de Antiplan, es más o menos así: la gran máquina es alimentada con imágenes y sonidos, que Ian va recopilando y recortando a lo largo de decenas de horas de visualización y que después, llegado el momento, combinará e intervendrá con efectos, a veces sabiendo a las claras hacia dónde irá y a veces guiado por el ánimo de improvisar. En vivo, entonces, Ian deviene una suerte de DJ y VJ simultáneo, el único participante de un videojuego lisérgico y sofisticado que va creando sentidos a medida que avanza. “Lo que tiene de alucinante este formato es que la imagen y la música están conectadas desde el vamos. Si sigo una secuencia de imágenes, genero una cadena de sonidos que nunca se volverán a encontrar de la misma forma aunque el show se repita”. Suena abstracto pero, en definitiva, la técnica de Antiplan puede pensarse como un collage, en la que el artista acopia recortes de papel que eventualmente, un día determinado, se sentará a intervenir y combinar de forma premeditada o azarosa, impregnada por el pulso del día, y en la que el todo resultante termine siendo mucho más que la suma de las partes.

A lo largo de los años, y echando mano a la misma técnica, Antiplan fue abrevando en distintas fuentes. En un principio, Ian seguía la premisa de no usar ninguna imagen que no hubiera sido generada por él: todo lo que remixaba debía ser material propio. Tiempo después, el proyecto derivó en lo contrario. Con Antiplan Museum, la combinación de piezas que hacía jugar en vivo eran extraídas de Internet, ese gran museo de la humanidad contemporánea. Antiplan Ñews, que tendrá su primera presentación en público en esta fecha, recopilará material vinculado con la actualidad y las noticias argentinas, que filtradas por su gran instrumento se volverán elementos de sentido nuevos, a veces extrañamente familiares y otras veces aterradoramente originales. Si bien esta es la única función que tiene prevista por el momento, Ian aspira a encontrar cierta periodicidad con el Ñews, combinando algunas apariciones en redes con un show en vivo, cada tanto, como una forma de encuentro colectivo para afrontar una realidad que, sabemos, se presenta apabullante. “Estamos rodeados de información, convivimos con ella como nunca. Tenemos una sobrecarga de imágenes y de palabras tan grande, que a veces pienso que nos haría bien un riñón para depurar todas esas toxinas que ingerimos. Y creo que el Ñews puede ser eso: una suerte de depuración colectiva, que convierta todo ese material al que estamos expuestos en algo nuevo”.

Antiplan Ñews se presenta el sábado 9, a las 21, en el hall del Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. Gratis, con reserva previa desde mañana en bienalbp.org/bp23.