“Los conservadores restauradores nos ocupamos del cuidado, documentación, preservación y/o rescate de objetos, prácticas y saberes considerados bienes culturales que pertenecen al patrimonio cultural. Ese legado o herencia, en permanente cambio y formación, lo integran bienes dotados de valor simbólico o interés particular (artístico, histórico, documental, antropológico, identitario, sentimental) para una sociedad, valor que los hace pasibles de ser restaurados para recuperar o mejorar en cierto grado su eficiencia y eficacia perdida y su función simbólica”, explicó al Suplemento Universidad de Página/12, María Alejandra Gómez, profesora de Artes Visuales y Restauración y Conservación en el Centro TAREA de la Escuela de Arte y Patrimonio (EAyP) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), donde ejerce la docencia desde 2004.

“La restauración profesional se caracteriza por una profunda interacción y trabajo interdisciplinario que recibe el aporte de artistas, artesanos, historiadores, historiadores del arte, científicos, tecnólogos, fotógrafos y abogados”, agregó la investigadora.

En 2022 Gómez actualizó el diploma de la jura a la bandera de Tahiana Marrone, una veterana intersex que a sus 17 años estuvo en combate en la guerra de Malvinas y transicionó de género en 2016. El trabajo consistió en reemplazar el nombre anterior a través de un proceso técnico con fuertes implicancias deontológicas.

Tahiana había prestado juramento a la bandera el 26 de abril de 1982, en el Punto de Apoyo Topo, Bahía Fox, de las Islas Malvinas. De la guerra quedaron historias, pérdidas, transformaciones y un diploma amarillento de la jura en un cuarto de su casa en Chañar Ladeado, Santa Fe.

“Los restauradores trabajamos sobre la materia como contenedora de un significado. El objetivo principal no es recuperar el material en sí mismo, sino mantener o recuperar el significado plasmado en él”, puntualiza Gómez.

De allí que asumiera el desafío personal de la restauración del diploma de Tahiana, solicitada por el artista visual Alexis Minkiewicz, quien el año pasado trabajó junto a la periodista sueca Kinga Sanden en la realización de una obra de arte para una publicación que se realizó en conmemoración de los 40 años de la Guerra de Malvinas.

“Me da lástima no poder mostrarlo, es que figura mi nombre viejo”, manifestó la veterana sobre su diploma arrumbado. Minkiewicz se lo pidió, lo trajo a Buenos Aires y convocó a Alejandra. “Desde el comienzo, fue muy estremecedora la propuesta”, recuerda la docente. Muchos fueron los interrogantes y dilemas que se plantearon, tanto ontológicos como técnicos, éticos y legales. “En un instante vi y entendí el compromiso que se requería para llevarlo a cabo”, detalló.

Comenzó con un asesoramiento legal que le confirmó que podía intervenir libremente el diploma conmemorativo. Prosiguió la consulta con otros profesionales de la restauración y de otras áreas que, basados en los preceptos y teorías clásicas de la restauración, no vieron con buenos ojos la intención de su colega.

“Pero las teorías contemporáneas brindan nuevos aires para acompañar el pulso de la vida y sus transformaciones”, justifica la restauradora al reflexionar acerca del peso de los valores simbólicos que se ponían en juego en este caso.

El procedimiento técnico

Luego de los ensayos y pruebas realizados en soportes similares y alternativos, trabajó en el diploma original. “Cubrí con color claro cada una de las letras que formaban el antiguo nombre y que estaban realizadas manualmente con tinta china en 1982. A partir de ese primer enmascaramiento, fui reintegrando cromáticamente cada una de las letras cubiertas hasta integrarlas con el fondo”, explica.

“Cuando el resultado otorgó un promedio visual muy aceptable, fui realizando cada una de las letras de la nueva identidad de Tahiana con los mismos recursos y materiales utilizados en 1982: un letrógrafo de época que coincidía en tamaño y tipo de grafía, estilógrafos y tinta china, esto último para nada reversible. Tan irreversible como la nueva identidad autopercibida de Tahiana”, continúa.

Y determina: “El nombre de origen no fue borrado ni abrasionado, como en un palimpsesto, sino que fue cubierto con las sucesivas capas de retoque pictórico. Tomé cada letra del antiguo y nada eficaz nombre anterior como una merma, una faltante, una oquedad, que se imponía restaurar, reajustar y actualizar”.


Sobre la carrera de restauración

La carrera de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural se dicta en la UNSAM desde 2007. Comenzó como un posgrado, luego se creó la especialización y a partir de 2016 se creó la licenciatura, que dura 4 años. A su vez, la maestría tiene una duración de 4 cuatrimestres, y la especialización, de 3 cuatrimestres.

La UNSAM tiene una apertura alternada para su inscripción: los años impares se abre la inscripción para la carrera de grado y los años pares, para las carreras de posgrado.

Muchos de los estudiantes ya titulados, 15 entre magisters y especialistas y 14 licenciados, se desempeñan en instituciones con patrimonio propio o en custodia, o bien se integran a proyectos de restauración y /o a actividades académicas de la UNSAM.