De “la ciencia no es para personas como vos” a beneficiaria de una de las becas más prestigiosas del mundo. Nia Robles del Pino es hija de una familia de migrantes peruanos radicados en Argentina y egresada del Colegio Nacional de Buenos Aires de la UBA. Tiene 23 años y acaba de recibir una plaza en la Universidad de Oxford que le va a permitir investigar diferentes teorías y calcular predicciones de la Física que describe el principio del universo. Defiende, además del piso de igualdad de oportunidades que significa la educación pública, el amor al conocimiento por el conocimiento en sí -como contracara del paradigma productivista que descarta todo lo que no sea ciencia aplicada- y denuncia las barreras en el mundo científico para el desarrollo de las mujeres, personas no binarias, racializadas, migrantes.
Terminó el secundario en 2018 y continuó sus estudios en la Universidad de Northwestern, Estados Unidos. Ahora vive muy cerca de Chicago, en la ciudad de Evanston. Allá cursa dos carreras, Física y Matemática, en la Weinberg College of Arts and Sciences, y tendrá su título de grado en junio de 2024. Acaba de recibir la noticia de que va a poder continuar sus estudios de posgrado en Oxford, Reino Unido, gracias a la Beca Global Rhodes.
Se trata del programa de apoyo a estudiantes más antiguo y también uno de los más prestigiosos del mundo. Sólo se otorgan dos becas (“Global”) por año. Nia obtuvo una de ellas, lo que la convierte en la primera argentina en recibirla.
Entender el universo completamente
Le gusta explicar lo que hace con una frase de Stephen Hawking, quien tal vez sea el teórico más influyente de la física moderna. Hawking aspiraba a “una comprensión completa del universo, a saber por qué es cómo es” y cómo evoluciona de principio a fin. Así como ella, un sector de las personas que se dedican a la Física trabaja en entender el universo completamente: buscan alcanzar un modelo, una ecuación o una teoría que dé cuenta de qué pasó al principio, en el momento cero, y qué es lo que va a pasar al final.
“Muchos preguntan para qué nos sirve esto. La verdad es que muchos desarrollos científicos importantísimos se alcanzan porque se trabaja sin pensar necesariamente en el propósito de una investigación. Esa es una perspectiva muy ligada al capitalismo. Todo tiene que servir para algo. Los mejores descubrimientos aparecen cuando se trabaja por el amor al conocimiento”.
En Oxford, va a seguir trabajando en lo que se conoce como Teoría de las cuerdas y, sobre todo, en el Twistor theory (y más específicamente Twistor space). Es decir, una generalización del espacio-tiempo, que es la base de la Teoría de la relatividad de Einstein. Apunta a generar predicciones en el marco de esas teorías. Entender qué es la gravedad cuántica, cómo podría funcionar y desarrollar nuevos modelos. Tratar de dilucidar por ejemplo qué sucedía con la gravedad al inicio del universo.
“En Northwestern, existe un gran interés por dar una educación interdisciplinaria”, cuenta Nia en conversación con Página12 desde Chicago. Eso quiere decir que si bien está estudiando ciencias duras, cursó un año de humanísticas (arte, estudios indígenas, estudios afro, bioética, soberanía alimentaria). “Es para que puedas tener otras perspectivas”.
Quién hubiera dicho que eras física
El mundo científico no está exento de lo que sucede para el resto de los mortales en clave de sexismo, racismo, xenofobia, que no sólo están presentes en la historia de la ciencia en conexión con el uso que se le da dado a ciertos descubrimientos para generar segregación, sino en el funcionamiento hacia el interior de la Academia y sus dinámicas. Todavía es una realidad frecuente, que Nia conoce de primera mano, que a las mujeres que se dedican a la ciencia “se les paguen menos que a sus colegas varones, les cuesta más alcanzar posiciones de poder o experimentan más presión y trabas para conseguir becas”.
De hecho, cuenta Nia, “una de las destinatarias del Nobel en Medicina, que desarrolló las vacunas ARN mensajero contra coronavirus fue removida de su puesto de profesora y tuvo que trabajar en BioNTech para desarrollar esa vacuna. Antes de eso la habían echado porque le decían que su investigación no era lo suficientemente relevante y no estaba produciendo los descubrimientos que ellos querían”. Se refiere a la bioquímica húngara Katalin Karikó, a la que si bien ahora se conoce como “la madre de la vacuna del coronavirus”, pasó 40 años trabajando en la sombra, recibiendo respuestas negativas a los pedidos de financiación para sus investigaciones.
Nia escuchó incontables veces frases como “No parecés científica”, “¿Quién hubiera dicho que eras física?”. Y también advertencias sobre lo difícil que iban a ser las cosas para ella en ese mundo para una hija de migrantes peruanos, una abogada y un músico que se radicaron en Buenos Aires en los 90. “A los 17 años fui a una charla científica donde el orador me dijo que ‘alguien como yo’ no podría entrar a una universidad norteamericana”, recuerda. "Al venir de una familia de inmigrantes sé que es frecuente que se cuestione tu capacidad intelectual, tu perseverancia. Y una vez que obtenés algo: si realmente te merecés el lugar que tenés. No quiero que eso siga siendo así en el futuro. Conocí a mucha gente que quería dedicarse a la ciencia, fundamentalmente mujeres, que dejan porque creen que ‘no les da la capacidad’. Esos miedos están basados en el desaliento que las rodea”.
La necesidad de mayor equidad en los campos STEM -en inglés: en inglés Science, Technology, Engineering y Mathematic- y de una mayor representación de científicos latinoamericanos, especialmente los de herencia indígena, está muy presentes en las preocupaciones de Nia. Trabajó con WIP (conocida como We're In Physics), una organización estudiantil centrada en aumentar la participación de mujeres y estudiantes no binarios en física. Y fue voluntaria del Club de Chicas Programadoras, una organización que conecta a estudiantes con mentores para aprender lenguajes de programación.
“Quiero aumentar el acceso a la educación STEM para las personas racializadas, especialmente para las personas no binarias y mujeres latinoamericanas. Como cualquier científica, deseo convertirme en investigadora, pero también quiero ser profesora para seguir eliminando los prejuicios de las aulas”, contesta Nia sobre cómo se imagina en el futuro.