Hace décadas que Lisandro Olmos, en las afueras de la Ciudad de La Plata, dejó de ser una localidad exclusivamente rural. Sobre sus antiguas hectáreas de campo hoy pueden verse calles, instituciones y comercios que avanzan, poco a poco, sobre el espacio natural. En este contexto de urbanización, un histórico campo familiar abrió sus puertas para ofrecer sus escenarios a la experimentación artística. Desde 2021, el proyecto “Campo Compo” convoca a artistas de todas las disciplinas para que intervengan en su espacio y, luego, discutan sobre las obras compartiendo un almuerzo cocinado con productos locales. Los resultados de cada encuentro son registrados y compartidos en Youtube. Hoy, llevan diez ediciones que recibieron a más de sesenta artistas de todo el país.
En el perfil de Instagram de este proyecto familiar circula como leitmotiv la pregunta: “¿Qué es Campo Compo?”. Frente a ella, los artistas que pasaron por el espacio responden. “Es un lugar de intercambio para artistas de distintas disciplinas, que hacen intervenciones en un entorno natural y después se reúnen a almorzar y conversar sobre lo visto”, describe la dramaturga Paula Fanelli. “Para nosotros fue una plataforma para experimentar con el cruce entre la danza, el movimiento, la ciencia y el ambiente”, afirma el bailarín e investigador del Conicet Javier García de Souza. “Yo descubrí en ese lugar que me destraba mi relación con lo teatral”, agrega la actriz María Ibarlín.
Así, los testimonios se acumulan. En sólo dos años, y diez ediciones, pasaron por Campo Compo más de sesenta artistas de todo el país que estrenaron treinta nuevas obras pensadas especialmente para este entorno rural de la provincia de Buenos Aires. Muchas de ellas siguieron desarrollándose y algunas, incluso, fueron premiadas en distintos certámenes.
Coordinado por Juan Pablo Pettoruti, Annika Willemsen, Magdalena Pedernera y Jerónimo Perín, este proyecto nació dentro del ámbito académico de la Universidad Nacional de La Plata, pero rápidamente se transformó en un proyecto familiar abierto al juego y a la experimentación que propone una naturaleza resistente.
Hacer del campo un espacio de arte
“El proyecto nació en la Facultad de Artes. Yo estaba en una cátedra llena de artistas muy activos y siempre surgía la discusión de cómo salir de los campos convencionales de creación artística como pueden ser el teatro o una sala de arte contemporáneo, es decir, espacios demarcados con un público determinado. Entonces, surgió la idea de salir al campo para hacer comidas y discutir sobre el arte”, cuenta Juan Pablo Pettoruti, coproductor de Campo Compo, que coordinó el primer encuentro en Villa Tonezza, este histórico campo que perteneció a su familia desde antes de la fundación de La Plata y que hoy es gestionado comunitariamente.
“Villa Tonezza nace de la típica historia de un tatarabuelo que vino a laburar con un cachito de campo y eso fue creciendo y creciendo. Después, el campo se fue subdividiendo, pero actualmente queda un pulmón de cinco hectáreas que pertenece a toda la familia y que es gestionado de forma comunitaria. Es un espacio que decidimos no subdividir y que tiene la particularidad de ser un campo ya inmerso en una urbe”, afirma Pettoruti sobre este espacio que desde 2021 se abre cada dos meses con el objetivo de que artistas de todo el país produzcan obras especialmente pensadas para este ambiente natural.
Según expresa Pettoruti, este proyecto “se fue construyendo sin muchas reglas” más que las de invitar a artistas para que compartan y experimenten sobre el espacio. Fue el tiempo, y las condiciones naturales de Villa Tonezza, las que determinaron el rumbo de Campo Compo, que rápidamente se llenó de intervenciones artísticas motivadas por su paisaje.
Una poética de la naturaleza
“Casi todos los artistas que vinieron nunca habían hecho nada en el campo. Sucede una cosa y es que este espacio determina una estética, una estética de la incomodidad. Usualmente la incomodidad tiene una visión un poco negativa, pero es el resultado de imponer nuevos parámetros no controlables a la creación”, afirma el productor que define Campo Compo como un “espacio artístico y gastronómico dedicado a la experimentación artística”.
La improvisación, en este caso, sucede como apertura hacia una naturaleza propositiva. Todas las intervenciones que tienen lugar en Villa Tonezza tienen como ejes vectores el juego y la experimentación con el espacio natural. “Nosotros no proponemos un espacio de ensayo. No tenemos límites en términos de estética, pero no proponemos eso. Lo que sí sugerimos es que la gente vengan antes, conozcan el lugar y lo vivan como nosotros”, dice Pettoruti sobre la lógica lúdica del proyecto.
Así, Campo Compo generó lecturas de textos entre los pastizales, show musicales bajo los árboles, intervenciones artísticas entre las cañas y piezas de danza que dialogan y mantienen viva esta naturaleza sumergida en la urbe. Cada jornada finaliza con un diálogo sobre lo producido mientras se comparte un almuerzo cocinando con productos regionales que funciona, a su vez, como continuidad artística de las intervenciones. Todos estos encuentros son registrados a tres cámaras y compartidos en Youtube de forma gratuita. De este modo, se pueden observar las intervenciones junto a los diálogos posteriores que desarrollan el proceso creativo.
“En términos de producto, Campo Compo es audiovisual. No tenemos un público in situ muy grande porque atajamos nosotros a la gente y el campo donde lo hacemos es un espacio bastante extenso que requiere toda una logística. Si bien el público este año ha empezado a abrirse un poco más, sigue siendo reducido. Por eso, ponemos mucha atención en generar un material audiovisual de calidad”, dice Pettoruti sobre el alcance de su proyecto. En este sentido, si bien los organizadores reconocen “cierta incertidumbre en su futuro”, su aspiración es la de encontrar un financiamiento que les permita abrirse al público e insertarse aún más en la vida social y cultural de Lisandro Olmos que crece junto a su población, entre urbana y rural.