Bajo el árbol de la memoria, un gran cedro plantado en 1996, en la plaza central de la ciudad bonaerense de Pergamino, se reunieron este sábado a la mañana vecinos, militantes de derechos humanos, ex presos políticos y familiares de José María “Pino” Cuesta, el luchador, el compañero, el docente, el amigo, como lo definían quienes lo conocieron. Pino que fue un preso político, detenido en 1974 y liberado recién en 1987 junto con Hilda “Lili” Nava de Cuesta, su compañera. Y fue homenajeado en este acto convocado por la Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos de Pergamino, “por su compromiso y su entrega a las luchas populares”.
Fallecido recientemente en la ciudad de Toulouse (Francia), en Pergamino, la ciudad a la que Pino volvía periódicamente para estar entre los suyos, se decidió este homenaje en el que fue recordado por sus compañeros, los que compartían con él la militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), también por sus vecinos y por los jóvenes pergaminenses a los que lego “su idealismo y sus ocurrencias”, era un luchador y también un bromista contaron.
Estaba también “Lili”, su compañera de toda la vida y con quien tuvo tres hijos, aunque estaban separados en los últimos años. Lili fue enfermera y trabajó muchos años con la organización francesa Médicos del Mundo. Junto a ella estaban también otros ex presos políticos que llegaron desde distintos puntos del país para rendirle honores a la memoria de Pino. Entre ellos Hugo Soriani, el director general de este diario, quien compartió la cárcel con Pino durante los últimos años de dictadura.
“Este encuentro con Pino mantiene la vigencia de su lucha”, definió al iniciar el acto Patricia, de la Asociación por la Memoria, delante de la bandera que porta los rostros, nombres y fechas de detención (1976, 77 y 78), de los 32 detenidos-desaparecidos de la ciudad. Hay calles con sus nombres en esta localidad de cien mil habitantes.
“Hay ya 12 baldosas en los lugares donde vivían”, detalla Nerina Contardi, una santiagueña que vivió el exilio y hoy reside en Pergamino, mientras iban llegando otros vecinos, junto con los familiares de Lili, la familia política de Pino: Nidia “Chita” de Nava, la madre de Lili; su hermana Roxana Nava y Nelson, su marido, a quien, como a muchos en este acto, le gustaba “guitarrear con Pino”. Le encantaba Palito Ortega, contaron.
Otros jóvenes recordaron que de chicos veían una pintada en una esquina que decía: “Liberación a Hilda Nava y Pino Cuesta”. Y Guillermo Colautti, también de la Asociación por la Memoria puntualizó el sentido del homenaje a quien “aunque ya no militaba políticamente siempre que volvía a Pergamino participaba de nuestras luchas por los derechos humanos y sociales”.
Silvio Ceccon, hijo de un detenido-desaparecido asoció la figura de Pino al nacimiento de la lucha por los derechos humanos en la zona. Otros lo recordaron con un texto, otros con una reflexión. Alguien dijo: “Francia te abrió los brazos pero en Pergamino te esperaban los abrazos”.
Cada testimonio fue reconstruyendo la vida militante de Pino. Y entre la dolorosa evocación de los años duros comenzaron a mezclarse anécdotas y lecciones de vida. Tanto las que surgían de la memoria que se recuperaba en Pergamino por los militantes de derechos humanos o las militantes del feminismo; como los que llegaban desde el escenario carcelario que entre los presos políticos fue territorio de resistencia y de lucha política.
“La cárcel fue un lugar de resistencia, de consciencia política, fue una linda etapa, aprendí a vivir, y todo lo que hice, lo volvería a hacer”, leyó otra joven, rememorando las cartas que Pino enviaba ya desde Francia, el país que había elegido y donde terminó sus estudios de economía. Pero a la par del recorrido de las detenciones, desde Coronda a Devoto, pasando por Trelew, Rawson o Caseros, transformados en escenarios de conquistas, se escucharon también hermosas anécdotas, graciosas en la tragedia que el humor evadía.
Se recuperaba la épica de aquellos años, se compartían en su honor las convicciones por las que toda una generación apostó a un cambio revolucionario para lograr un futuro mejor, donde la creación no era una palabra desteñida: "Pino era un ocurrente y le gustaba hacer bromas, y era un gran discutidor", definieron. Pero sobre todo era “alguien en quien podíamos confiar”, sostuvo Raúl “Radicura” Sassi, uno de sus compañeros de militancia setentista.
Lili no quería hablar “porque se dijeron ya muchas cosas hermosas” explicó. “Pero era mi compañero de toda la vida, lo cuidé hasta último momento, incluso atravesando muchas contradicciones, aprendí a quererlo así. Los chicos de Pergamino han sintetizado muy bien lo que él significó para todos. Me siento muy sola sin él”, lamentó su compañera, quien fue detenida en noviembre de 1974 en la provincia de Santa Fe cuando tenia 20 años. Estaba embarazada de tres meses y estudiaba enfermería. Pino estudiaba abogacía y economía política.
Lili salió en libertad cuando tenía ya 32 años. Pino salió con 35 años. Mariano, el hijo mayor de ambos hoy tiene 48 años y también vive en Francia. Y en este acto, a 40 años del retorno democrático en el país, las detenciones políticas proyectaban la distorción histórica de la represión ejecutada por el terrorismo de Estado.
El sol del mediodía no se sentía bajo la sombra del árbol de la memoria, en esta esquina de Avenida de Mayo y Rocha. Allí, Laura, la archivista de la Biblioteca Municipal de Pergamino recordó que “con Hilda nos vimos dos veces, una fue cuando la contacté por una carta que había llegado a la biblioteca en una donación. Hilda le había escrito a la madre de (Raúl) Alfonsín. La adoré desde ese momento por haberse atrevido a transformar su vida en lucha”. Junto con esa carta hoy hay otras cartas de ellos, contó Laura, y están a disposición de los usuarios de la biblioteca.
Otras cartas llegaron esta semana a Pergamino, desde Alemania, desde Francia, desde distintos lugares de la Argentina, y eran leída por estos jóvenes con emoción y convicción cívica. “Biqui” López compartió estar “llorando al hermano de los encierros corporales y los sueños inclaudicables”. José Ardiles lo recordó en las celdas de Coronda “con la guitarra en la mano y cantando una milonga de Larralde”. “Luisito” Castiñeira rememoró en palabras su perfil: “narigón, rebelde, irreverente, zurdo, perro, comunista”.
“Yo nací en un obraje de La forestal, mi vieja era costurera”, contó Carlos Alberto “Tintina” González, otro de sus compañeros del setenta, mencionado con humor en varias anécdotas, algunas relatadas por Soriani. “A cuarenta años del día en que me anunciaron la libertad –explicó Soriani- recordar a Pino con alegría es un orgullo". "Algunos que compartimos aquellos años están presentes. Pero Pino está en el corazón de todos. No tuvo una vida fácil. Compartimos mucho, incluso las cartas que nos llegaban. Así conocí a Lili, y tal como él me había pedido fui a visitarla cuando salí. Hablamos horas recordando cosas con alegría. Y ese es el mejor homenaje que hoy podemos hacerle a Pino”, concluyó.