Uno. Dos... ¡Tres! Sí, tres cóndores vuelan sobre nuestras cabezas.
Tres. Y están tan cerca que no puede ser verdad. Pero es. La conversación se corta de cuajo y el frasco de miel que estamos comprando en el puesto de artesanos queda suspendido en el aire. Aparecieron de golpe y del mismo modo se alejaron, aunque nos dieron tiempo para verlos planear sobre el valle mientras nos apoyamos en la pequeña pared de piedra que nos separa del precipicio. “Parecen los reyes del lugar”, dice alguien del grupo. “Lo son”, confirma nuestro guía, el biólogo Gustavo Bruno. “Y aquel que llegó último es un juvenil que está aprendiendo a planear”, agrega luego de observarlos un rato.
Pero este hecho aún no ha ocurrido; tendrá lugar al segundo día de nuestro recorrido por el noroeste cordobés, en una región conocida como Chaco seco y que los especialistas afirman que necesita urgente protección porque corre riesgo de desaparecer, junto a toda su flora y fauna asociada.
MUNDO ANTIGUO “Son solamente 120 kilómetros desde acá hasta San Carlos Minas, que es donde haremos noche, pero le vamos a dedicar toda la mañana porque vale la pena”, avisa Bruno apenas subimos a su auto en la terminal de ómnibus de Córdoba capital. Salimos de la ciudad tranquilos, con el mate a punto y una bolsa de criollitos tibios.
Minutos después ya divisamos las Sierras Chicas y al rato pasamos por La Calera, luego el dique San Roque y Carlos Paz. El primer alto en el camino es en Tanti, pueblo que ofrece un recorrido ecoturístico por sus reservas naturales, entre las que se destacan Cerro Blanco, ideal para hacer trekking, y Yatan Rumi, donde se practica nudismo en un entorno serrano, con arroyos y cascadas.
El viaje sigue por camino de ripio, en medio de un total silencio y soledad. De vez en cuando una cina cina parece observarnos desde el campo, con sus ramas retorcidas como flacos dedos con sed. “Es un pecho colorado”, nos dice Bruno que, a pesar de estar manejando, indica los pájaros que podemos ir viendo, aunque en verdad el término correcto, enfatiza, es “ave”: “Se usa erróneamente pájaro como sinónimo de ave, pero no es lo mismo”, explica. “Aves son las diez mil especies conocidas hasta el momento en nuestro planeta, mientras pájaros es un grupo de aves que se caracteriza –entre otras cosas– por ser pequeñas y tener un canto elaborado”. En este contexto, reflexionamos, sería incorrecto llamar pájaro a un águila, a un flamenco o a un ñandú.
Seguimos andando y pasamos a pocos metros de la entrada a la reserva Los Gigantes, un gran bloque de granito de 2374 metros que pertenece a las Sierras Grandes cordobesas y donde históricamente se hacen excursiones, caminatas y actividades de montaña. Un carancho nos mira desde un alambrado, unos jotes se alimentan de lo que queda de un caballo y el paisaje transcurre en silencio, ahora en un camino de cornisa que por momentos nos muestra postales de inmensidad. Luego de varios kilómetros de soledad pasamos por los pueblos de Taninga y Salsacate para finalmente llegar a San Carlos Minas, donde haremos base.
CHACO RICO El sábado a la mañana nos encuentra con el plan de visitar los túneles de Taninga, cinco construcciones de 1930 que fueron realizadas con el objetivo de comunicar Córdoba con La Rioja. Salimos bien temprano porque, si bien son solo 36 kilómetros, nuevamente es un camino para disfrutar. Ya desde el inicio nos reciben grandes elevaciones de piedra con líquenes de color cobrizo anaranjado, una simbiosis entre hongos y algas que son indicativo de aire puro.
“¿Palmeras?”, pregunta alguien del grupo con tono de incredulidad mientras señala por la ventanilla. “¿Palmeras acá?”. Y sí, son palmeras pero distintas: más petisas, más gordas, como más sufridas. “Sí, en esta zona es común ver bosques de Trithrinax campestris, que son endémicas”, acota Bruno. Traducción: se trata de la palma caranday (muy parecida a la que se ve en Uruguay) con un tronco ancho, que no supera los seis metros de altura y está habituado a los suelos áridos y secos. Quizás de ahí su color grisáceo y su aspecto más “pinchudo”, a tono con el paisaje que nos rodea.
A lo lejos vemos el volcán de Pocho, con su inconfundible punta de triángulo, mientras varios halconcitos grises nos observan desde los cables de luz o la copa de un árbol. “Miren con esto”, dice Bruno acercándonos unos binoculares y ahí se abre el mundo de los detalles de las aves: vemos la cola barrada (con rayas) del halconcito, el pecho inflado y la cara que tiene algo de búho. Vamos subiendo y nos acercamos a los túneles. El camino más sinuoso y los grandes murallones nos anuncian que estamos cerca de los túneles. Cuando llegamos al primero de ellos, que da inicio al circuito, paramos en la oficina de informes y hacemos un pequeño recorrido pensado para que el turista realice su primer acercamiento al paisaje del Chaco seco.
Cuando llegamos al tercer túnel nos detenemos a sacar fotos en el mirador y a comprar algo en el puesto de artesanías. Es aquí cuando de pronto, y como un regalo de la naturaleza, nos visitan los cóndores. Técnicamente son las aves voladoras (parece de más decir “voladoras” pero hay aves que solo caminan) más grandes del mundo en tierra, con tres metros de envergadura. Más allá de su ficha técnica son seres majestuosos cuya presencia conmueve de una manera irrefrenable.
“Es muy importante proteger al Chaco seco porque es un ecosistema rico en biodiversidad; recientemente se ha descubierto un mamífero nuevo para Córdoba (el pecarí de collar) y además alberga una variedad de especies que aún no se estudiaron y pueden ser útiles para el futuro, por ejemplo para la cura de enfermedades, y aún no lo sabemos”, resume Bruno de un tirón mientras un chinchero (un pájaro de pico largo y muy curvo) camina a unos metros de nosotros.
Luego de los túneles nuestro destino es el Parque Provincial Chancaní, ubicado a cinco kilómetros del pueblo del mismo nombre. Reservorio del bosque chaqueño, aquí hay fuerte presencia del quebracho blanco, que se distingue por un tronco de rugoso cuadriculado, hogar del loro hablador, una especie en peligro de extinción. Zorzales negros, arañeros, picaflor cometa, halcón peregrino, corzuela, gato montés, puma y conejo de los palos son algunos de los animales que habitan este monte. Bajamos del auto en la entrada al parque, donde hay lugar para estacionar y una zona para acampar o pasar el día. Existe una red de circuitos que puede hacerse en vehículo o a pie y, en verano, se recomienda llevar mucha agua (más de dos litros por persona), protector solar y pantalones y camisas de mangas largas y resistentes para evitar pinchazos: aquí ramas y árboles abundan en espinas). Para ver aves, lo ideal es la mañana bien temprano y el atardecer.
FUTURO PARQUE NACIONAL A 30 kilómetros de Chancaní se ubica la histórica estancia Pinas (uno de cuyos dueños fue Lisandro de la Torre), que será convertida en el Parque Nacional Traslasierra. Son 105.000 hectáreas que se quieren dedicar a conservar el Chaco seco, con la posibilidad de convertirse junto al Parque Provincial Chancaní en un corredor biológico y turístico.
“Si bien hace poco se concretó la creación de otro parque en la región chaqueña (El Impenetrable, Chaco), la porción más árida de esta región posee escasa protección”, describe el doctor en Biología Ricardo Torres, de la Universidad de Córdoba. “Actualmente el oeste y noroeste de nuestra provincia sufren la presión de los productores que quieren desmontar para sembrar pastos exóticos para ganadería y, considerando la aridez de la zona –en otras partes del mundo no existen bosques con tan poca lluvia, lo que los hace únicos– esta actividad va en detrimento de los numerosos servicios ecosistémicos que brinda el bosque, además de acelerar otros procesos como la erosión y salinización de las napas”.
En términos de protección de ambientes, crear en esta zona un parque nacional –la categoría máxima para un área protegida– garantiza el cuidado efectivo de uno de los últimos remanentes en buen estado de los bosques del Gran Chaco Americano. “La declaración de parque nacional en este sitio, que además es emblemático por su historia ya que hay vestigios de la cultura de los comechingones, contribuirá a poner en valor sus atractivos naturales y culturales. Y, por lo tanto, la promoción del turismo de naturaleza como una opción económica sustentable para toda la región”, reflexiona Cristian Frías, intendente de San Carlos Minas. Porque un tema clave en la zona es motorizar la economía para los habitantes de una ecorregión muy amenazada por el avance de la frontera agrícola y la sobreexplotación forestal. “Se estima que de una superficie original de 12 millones de hectáreas queda menos de un millón de estos bosques en buen estado de conservación en todo Córdoba”, enfatiza Malena Srur, de Aves Argentinas, que junto con la Administración de Parques Nacionales y el gobierno provincial impulsa la iniciativa. “Y un parque nacional, además de conservar el ecosistema, es una gran oportunidad de desarrollo económico a través del ecoturismo, que se basa en ambientes con naturaleza protegida y rica en biodiversidad”.