Al primer libro de Valentín Etchegaray (Buenos Aires, 2002) se lo puede leer como un autorretrato iluminado por reflectores, como sugiere uno de los poemas, que proyectan “una luz homosexual”: “y que me ilumina a mí / y a las cosas que veo”. En Debut (Socios Fundadores), tanto la mirada como lo que se percibe en fiestas y piletas, la ciudad y el campo, el espejo del pasado y los sueños brilla entre pausas, y en las intermitencias se cuelan reflexiones: “Dios elige a algunos / para que vivamos cosas distintas de los otros” y “quizás me toque ser homosexual intermitentemente”. En algunos casos, una idea le da letra al poema y lo pone en movimiento (“hay días que me siento una paloma / hay días que siento que los gays son una paloma”); en otros, una escena o el recuerdo de una escena, inventada o no, abre una secuencia de incógnitas: “cuando de chiquito / empecé a escuchar a Julieta Venegas me obsesioné con ella”.

Hay un tercer método o clase de poemas en los que el delirio (un delirio de cuento de hadas) lleva la voz cantante y transforma a la primera persona, igual que a los demás personajes (en Debut, la voz poética casi nunca está aislada). “11 de abril: lo único que me pagó la poesía es una tanga / una tanga de cuerina y microtul”, se lee en uno de los escritos de esta especie. La tanga, como la poesía, está encantada y toma decisiones (en este caso eróticas, desde ya). En otro, un chico que usa una gorra con la leyenda “Gay Dreams Do Come True” observa a la fauna masculina en un parque y ejerce su hechizo: “un chico con cara de Rubén / empieza a transformarse en perro / corre una pelota y al llegar a ella / ya tiene cuatro patas y un pelaje blanco y negro”. Acaso en el mejor poema de este conjunto, una impresora 3d imprime a Bambi por encargo de un soñante que se vuelve “medio elfa”, rodeada de “maricas gusanas / maricas cucarachas / y maricas vaquitas de san antonio” que giran en ronda “como niñas scout”. En los poemas de Etchegaray, el devenir puede ser mujer, animal, amiga, “insecta” e incluso stripper con cortina musical de “gritos y aullidos”.

Jacqueline Golbert, de Socios Fundadores, me propuso sacar un libro con ellos después de conocernos y compartir varios meses en el taller de escritura de Cecilia Pavón en 2019 y 2020 –cuenta Etchegaray–. Empezamos a trabajar y revisamos todo lo que tenía escrito hasta el momento y fuimos desechando cosas y emprolijando otras, hasta formar un recorrido de poemas que de algún modo se comunicaran entre sí. Estuvimos trabajando durante tres años y la salida del libro por distintos motivos se retrasó hasta la primavera de 2023, pero aprovechamos ese tiempo para ensanchar la selección y poder plantear un grupo de poemas que incluyera cosas más nuevas mías, ya que en medio de todo el proceso de edición yo seguía escribiendo y todo lo nuevo cada vez se parecía menos a lo anterior”. En 2021, el poeta obtuvo una beca de creación del Fondo Nacional de las Artes.

Debut recorre un arco que va desde la transformación del nombre propio (“mi nombre está a una letra de ser valentía”, se lee en el primer poema; “lo bueno del invierno es que tengo tiempo / para pensar el nombre que me quiero inventar”, en otro) hasta la metamorfosis de la experiencia vital en obra de arte: “soy prisionera de mis propias creaciones”. Varón, mujer, no binarie, “insecta”, “detonada por la droga” y abstinente, “fantasma metiche” e hijo único, “Bambi verde” o con piel bronceada de vampiro, las posibilidades que ofrece el cambio permanente son muchas: “todo es nuevo para mí”.

El poemario tiene diseño de tapa y portadilla de Agustín Ceretti, y contratapa de Mariano Blatt, que afirma: “En cada uno de estos poemas pasa algo increíble. Cada vez que se empieza a leer uno de los poemas, no se sabe qué va a pasar”. Algunos recursos de los poemas de Etchegaray, como las enumeraciones y anáforas, la musicalidad y las preferencias por ciertos campos semánticos, parecen inspirados por el autor de 200 ideas de libros.

Al libro lo siento como una gran nube de marihuana gay, una nube que me dictaba poemas, porque en ese momento yo escribía un montón sin saber por qué –dice Etchegaray–. Después tampoco me sentaba a revisar lo escrito, sino que más bien era un ejercicio de tener algunas imágenes mentales y sentarme a escribir, escribir y escribir. No sé si tengo expectativas, obviamente me encantaría que la tirada se agote, pero a mí ya me hace feliz tener un libro circulando por librerías de todo el país y que siempre pueda haber alguien que se entere del libro y lo lea. Me gusta estar a disposición. También me relaja saber que este trabajo, que ya lo siento un poco viejo, esté afuera en el mundo para que yo pueda concentrarme en seguir escribiendo y armar cosas nuevas”.

Debut

Valentín Etchegaray

Socios Fundadores

58 páginas

$ 6100