En Francia, una cuenta de Instagram promueve irrisoria moda: la del air tattoo; leáse tatuaje de aire. En la tradición de la “guitarra aérea”, evidente influencia, la iniciativa ofrece con sardónica maestría prueba tras prueba del arte de tomarse fotos con tatuajes que... no existen. Ajá: aunque emulando tener tinta en el cuerpo, las fotos capturan la ausencia total de tinta en el cuerpo. O bien, la presencia de tinta... imaginaria. “Después de los tribales, las plumas en las costillas y la sobredosis de símbolos chinos, hete aquí la más flamante moda”, celebran medios galos sobre la paródica propuesta que no hace sino mofarse de la abundante cantidad de webs donde anónimos se pavonean con sus eternos diseños. “¿Querés tatuarte pero le tenés miedo a las agujas? Sumate a esta tendencia”, recomiendan voces al unísono, explicitando cómo funciona el asunto: primero, retratar la parte del cuerpo elegida; segundo, subrayar la falta de tattoo; tercero, pretender que hay un genial dibujo en la piel. Y listo. Correspondientemente intitulada Air Tattoos, en sus pocos meses de vida ya suma la cuenta más de cinco mil seguidores, prontos a compartir fotografías donde muestran los nudillos en pose roquera (y en cada nudillo, sobra aclarar, no hay escrita ninguna letra), el impoluto labio inferior, la nuca desnuda, brazos, omóplatos, tobillos, muñecas, todos sin una gota de tinta. El lienzo en blanco, si se quiere; aunque los seguidores completan el absurdo con comentarios que engrandecen la ridiculez. Por caso, preguntar quién fue el artista de semejante obra maestra, felicitar cándidamente, interrogar acerca de la cicatrización, etiquetar a amigos para que se inspiren en las (invisibles) ilustraciones, o dispensar comentarios prejuiciosos del tipo: “Si algún día querés conseguir trabajo en un estudio de abogados o en un banco, ¡no deberías tener un tatuaje como ese!”. O bien: “¿Pensaste cómo va a lucir cuando tengas 75 años?” Ay, la imaginación...