En 2024, Escalandrum cumplirá 25 años de actividad ininterrumpida, pero empieza a celebrarlo ahora con la presentación de Escalectric, el disco editado por el sello Warner. En los retorcijones semánticos, entre el nombre del grupo, los otrora anhelados autitos eléctricos y el sonido del llamado “jazz fusión”, Escalectric representa la revisión de una época, obra de músicos nacidos en torno a los ’70 y madurados sentimentalmente en los ’80. Los grooves densos y el desparpajo eléctrico son formas de una modernidad pasada, que Escalandrum recompone esquivando el óxido de la nostalgia. El miércoles 6, el sexteto actuará en doble función, a las 20 y a las 22,30, en Thelonious Club (Nicaragua 5549).
Escalandrum cumple. Un disco nuevo, música original, una vuelta de tuerca eléctrica en el sonido y un modelo de gestión artística, marcan una continuidad de 25 años en la que ya es una marca distintiva en la música argentina. Desde hace un cuarto de siglo -dicho así da un poco de impresión, admiten ellos-, Daniel “Pipi” Piazzolla en batería, Nicolás Guerschberg en teclados, Mariano Sívori en bajo eléctrico, Gustavo Musso en EWI y saxo alto, Damián Fogiel en saxo tenor y Martín Pantyrer en clarinete bajo y saxo barítono -siempre la misma formación- atraviesan el jazz, sus ventanas y sus posibilidades de originalidad. Un suceso poco común para un género en el que en general la movilidad suele ser una virtud; mucho más en esta parte del mundo, donde los límites entre movilidad y discontinuidad son siempre difusos.
Escalectric, el decimoquinto disco de Escalandrum, es un trabajo con música propia, que detrás del evidente viraje sonoro que tiene en el expediente eléctrico su rasgo más saliente, se engancha a la línea histórica del sexteto; a esa tradición propia que hace de composición y ejecución el territorio común donde termina de realizarse la música, y al groove, marca de Escalandrum desde Bar los amigos (el primer disco, de 2000), que en este caso llega a momentos de excitación formidables. “Escalectric es un disco que sostiene la tendencia a la revolución dentro del grupo”, asegura Gustavo Musso. “En 25 años de trabajo nos mantuvimos acústicos, en torno a una fusión entre lo urbano y lo criollo temperada de manera personal. Desde ahí, desembocar en un sonido más eléctrico nos resulta algo totalmente natural”, agrega el saxofonista del sexteto que en febrero debutará en Cosquín Rock.
“Como en todas las etapas de Esclandrum, este cambio tiene que ver con salir de la zona de confort. En este caso fuimos a buscar por el lado sonoro, a partir de ideas que andaban desde tiempo dando vueltas”, interviene Nicolás Guerschberg. En un avión que no llegaba nunca a Beijïng se dieron las primeras charlas, que al poco tiempo comenzaron a madurar en hechos. “Gustavo (Musso) adoptó el EWI (Electronic Wind Instruments) un instrumento físicamente similar al saxo, pero que en realidad es un controlador electrónico. Mariano (Sívori) retomó el bajo eléctrico, Pipi (Piazzolla) adaptó la batería y yo me introduje en el mundo de los teclados con la invalorable colaboración de Esteban Sehinkman”, agrega el pianista. Sehinkman, impulsor de proyectos como Pájaro de Fuego y más recientemente Versus, con Piazzolla, Musso y Sívori, es de alguna manera el arquitecto sonoro de la producción artística de Escalectric, grabado y mezclado por Facu Rodríguez.
Como fondo o figura, el sonido eléctrico distingue el nuevo disco de Escalandrum. Puede ser parte de la forma, como en “Leyenda” y “A la deriva” (ambos de Guerschberg), el primer y el último tema de un repertorio que según el alfabeto del viejo y glorioso disco se ordena su plan de escucha a partir de un concepto central. También “Cisne negro” (otra del tecladista) responde al llamado de los 220 voltios, con un clima tenso y chacareroso sobre el que brilla un solo de EWI de Musso, a quien está dedicado el tema. Antes, “Para Max”, un solo de Piazzolla, compendia el sorprendente manejo tímbrico del baterista y su intuición ilimitada para cortar el aire por el lugar menos esperado.
“Terrestre” (más de Guerschberg) equilibra electricidad y tracción a sangre con un magistral solo de Fogiel en saxo tenor, que agitado entre contracantos confluye en un luminoso final de vientos bien desplegados. Ese plan tiene uno de sus puntos culminantes en “Parque Chas” (de Fogiel), que además de extender un laberíntico solo de Guerschberg en teclados, pone en acto otra muestra de groove sólido, capaz de agitar desde el fondo sin perturbar la placidez melódica del tema, antes del notable intermezzo psicodélico de “Mando”, acción sonora de Sívori.
Hay otros momentos de Escalectric en los que ese dato sonoro de los ‘70-‘80 es sólo un destilado de tiempo con sus encantos, apenas un eco sutil que retumba en el fondo. Algo de eso pasa en la cálida “Milonga del Fin del mundo” (Guerschberg), la más enérgica “El Gaita” y la emblemática “La hermandad” (ambas de Fogiel), con un juego de entradas sucesivas de los caños, que introducen el clima distendido y plácido del tema antes de los solos -Musso en alto y Guerschberg en teclados-, para que debajo Piazzolla, una vez más, divida el tiempo en proporciones sorprendentes.
“Somos un grupo inquieto y activo, con una instrumentación poco frecuente, y desde siempre nos gusta ir al límite de nuestra posibilidades”, dice Musso. “Sabemos que tenemos un ensamble muy sólido para poder sostener nuevas búsquedas y encontramos una nueva fórmula que nos resultó muy estimulante. De a poco fueron apareciendo los temas y las nuevas perspectivas fluyeron con naturalidad para poder expandir nuestros límites”, agrega el saxofonista.
“Cumplir 25 años haciendo música juntos es todo un logro. Somos afortunados por poder estar juntos por tanto tiempo, artística y humanamente. Eso se da porque a todos nos moviliza el gusto por el riesgo. Pero también por la amistad y las ganas de seguir haciendo música juntos”, concluye Guerschberg.