El libro de artista tiene una historia general en Occidente, una más acotada en nuestro continente y una específica en Argentina. Para empezar, digamos que, en nuestro país, se reconoce formalmente a Edgardo Antonio Vigo (1928-1997) como el padre del libro de artista.
Vigo viaja a Francia en los años 50 y toma contacto con los movimientos artísticos que se desarrollaban en París. A su regreso, comienza a trabajar su obra, inspirada en el conceptualismo y, en 1957, crea su primer libro de artista:
un conjunto de escritos de diversos artistas, que organiza utilizando la máquina de escribir Lettera de Olivetti, formando dibujos con las letras. A partir de ese momento, empieza a trabajar en diversos proyectos de libros de artista y arte correo, publicaciones que lo han distinguido.
También me interesa integrar a este núcleo de iniciadores a Libero Badii (1916-2001), un gran escultor que devino en los últimos años de su vida en pintor, grabador y productor de libros de artista. Curiosamente, esta es su obra menos difundida. En su vital Alma Taller de la calle Ramseyer, Libero Badii organizó una zona de producción de grabados e impresión de libros de artista. Todo lo realizaba de manera manual:cortaba el papel, lo imprimía con su pequeña prensa calcográfica, y luego esas hojas eran cosidas a mano o pegadas. Muchos de esos libros le sirvieron también para depositar imágenes, pensamientos y reflexiones sobre la vida y el arte. A veces solía hacer grandes ediciones de 500 ejemplares, muy simples, y la mayoría de las veces las regalaba. Tengo una pequeña colección de sus libros. Observándolos, pensé que, en los inicios del estallido del libro de artista, algo que defendían los creadores era la no comercialización de sus producciones, algunas realizadas con toda la intencionalidad simplemente en Xerox.
Alfredo Portillos (1928-2017), artista nómade, estuvo comprometido fuertemente con este género. Su famosa valija libro El circo, que llevaba en todos sus viajes y que prolijamente era abierta para ser mostrada tanto en seminarios como exposiciones, fue una obra muy significativa en los 80 y 90. Alfredo pasó una temporada en Brasil, donde tuvo contacto con artistas que trabajaban el concepto de libro de artista. Esta experiencia lo impulsó a seguir produciendo en esa dirección, aunque su formato de trabajo estaba más relacionado con el libro objeto. Como se verá más adelante, crea el Museo Privado del Libro de Artista Alfredo Portillos.
Y completando este viaje a los orígenes del libro de artista en Argentina, es necesario integrar a Juan Carlos Romero (1930-2017), artista y amigo con el que compartí muchos proyectos relacionados con el libro de artista. Siempre su objetivo fue encontrar múltiples posibilidades de participación del público. En 1970, junto a otros artistas, fundó Arte Gráfico Grupo Buenos Aires, que se mantuvo activo hasta 1975. Su trabajo fue dirigido al rescate de las tradiciones gráficas, incluyendo además la forma experimental.
La experimentación fue el gran desafío de su vida como artista. Juan Carlos encontró en la producción de libros de artista una fuente inagotable de creación. Libros objeto, libros inventario, libros manuscritos, todo fue probado por Romero, creando un gran legado para los jóvenes que desean acercarse a este género.
Debo mencionar también, entre otros, a Pedro Roth, Mirtha Dermisache, Teresa Pereda, Mabel Rubli, Horacio Zabala, Alicia Díaz Rinaldi y Mónica Goldstein, que han sido creadores activos e hicieron crecer su expresión artística en especial con este género. Sin embargo, más allá de los antecedentes expuestos, aún en los 90, el libro de artista era un género frecuentado por pocos creadores en Argentina, ya que había mucha energía a favor de la difusión, pero pocos artistas, fuera del grabado, lo incluían en su porfolio de trabajo.
Alrededor de 1992, Pedro Roth, quien ya había estado trabajando en diversos libros desde la década del 80, crea y estandariza un libro con tapas rústicas e invita a diversos creadores a llenar sus páginas con la intención de generar una acción concreta de arte, que luego se exhibe como una gran instalación de libros de artista. Quizás este fue el primer gesto que logró exhibir qué pasa cuando un artista interviene en esta disciplina, qué situaciones genera y cómo resuelve las diferentes cuestiones visuales que se desprenden de un libro que se produce para ser recorrido y no leído.
En 1994, a partir de la relación que establecí con Taller Arte Dos Gráfico de Bogotá, se gestó la llegada al Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires de la Primera Gran Exposición del Libro de Artista Latinoamericano en Argentina, conformada por ediciones del taller, realizadas por reconocidos artistas de diferentes países.
Esta exhibición tuvo un gran impacto y también una considerable difusión en todo el país.
La diversidad, creatividad y calidad de las ediciones queda registrada en el colofón del catálogo que ilustra la muestra:
“De 1986 a 1994 el Taller Arte Dos Gráfico y Sextante han editado, impreso y comercializado más de 30 libros de artista, además de un sinnúmero de portafolios y grabados de artistas de toda América. El taller se ha ocupado no solamente de montar una infraestructura física sino que se ha dedicado a formar un equipo humano, maestros impresores y ayudantes, que, en su conjunto con los artistas, puedan realizar los proyectos editoriales más exigentes.”
Posteriormente, la exposición completa se trasladó a diversos museos del país; entre ellos, al recién inaugurado Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza (MMAMM). En cada lugar, fue acompañada por conferencias y seminarios con gran afluencia de público. Durante 1996, la muestra siguió su itinerancia y fue exhibida en el Museo de Bellas Artes René Brusau, de Resistencia, provincia de Chaco.
Paralelamente a estas actividades, comienza una propuesta que merece ser destacada, y que continúa en el presente: el Proyecto Vórtice.
Como relata Fernando García Delgado, su fundador y director, en la correspondiente y muy completa página web, este proyecto nació en enero de 1996, "durante unas vacaciones solitarias en Buenos Aires". En ese momento, Fernando convocó a varios amigos por medio de cinco textos producidos por Joseph Kosuth, Joaquín Torres García, Rainer María Rilke, Robert Hughes y uno propio, titulado "Paideuma". Las respuestas que recibió dieron origen a una publicación que primero fue bimestral y luego, a partir de 1997, salió cada tres meses, coincidiendo con las estaciones del año. Estas publicaciones, generadoras de un proyecto muy singular y poético dedicado a ediciones, exhibiciones, poesía visual y libros de artista, convocó a través de los años a un arco importante de creadores tanto argentinos como internacionales.
Si bien se los distingue por el arte-correo, la Barraca Vorticista, como también se los llama, tiene un sitio dedicado al libro de artista en ediciones únicas o limitadas. En la actualidad, la actividad creativa continúa y poseen un importante archivo en etapa de digitalización.
Es en el año 1998 cuando toda esta gran actividad comienza a consolidarse con la organización del primer seminario de posgrado sobre el libro de artista, dictado en el Instituto Superior de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Por otra parte, en septiembre de ese mismo año, fuimos invitados con Juan Carlos Romero a curar la exposición “Libros de artista. Un nuevo género”, en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino de la ciudad de Rosario.
* Artista visual, coautora junto con Natalia Silberleib, del volumen Libro de artista - Objeto de sí mismo. Fragmento del artículo homónimo, incluido en el libro.