La Cámara Federal de San Martín ratificó la clausura de las obras de la feria “La Gran Dulce”, dentro del predio del Mercado Central, en la localidad de Villa Celina, partido de La Matanza, al revocar una cautelar otorgada a favor de la continuidad de los trabajos por el tribunal de primera instancia. La decisión judicial causa beneplácito en el municipio que conduce Fernando Espinoza.
“La Gran Dulce” fue pensada como competencia de La Salada, la feria que desde los años noventa funciona del otro lado del Riachuelo, en Lomas de Zamora. Sobre el nuevo emprendimiento pesan impedimentos técnicos, se construye sobre un gasoducto, lo cual está expresamente prohibido por su peligrosidad, y cuestionamientos jurídicos: la sociedad que la controla fue constituida con un capital de apenas 25 mil pesos.
La reciente medida judicial no sorprende a los desarrolladores, que días atrás anunciaron la postergación de la inauguración del emprendimiento, originalmente prevista para este mes de diciembre, para marzo próximo pero sin fecha certera.
Los cuestionamientos del gobierno local tenían que ver con que el flujo comercial que allí se concentrará, sobre el que el municipio no recauda porque no tiene jurisdicción sobre el Mercado, iba a perjudicar al comercio tradicional de la zona, generando un quebranto importante.
El negocio de la feria en sí es un negocio inmobiliario, similar al que hace IRSA cuando construye un shopping y luego vende o alquila los locales. El valor inmobiliario está dado por la expectativa de negocios y la posibilidad cierta de una afluencia masiva de público.
Las actuales expectativas devaluatorias pronostican un escenario similar al de 2002, cuando la clase media se organizaba para acudir al Mercado Central a hacer compras comunitarias, para defender su menguado poder adquisitivo. Aún no trascendió quién será el representante del nuevo gobierno nacional, a designar por Javier Milei, en el directorio.
Paso a paso
El proyecto de La Gran Dulce surgió en 2018, cuando el macrismo controlaba Nación, provincia y ciudad, las tres jurisdicciones que nombran directores en la Corporación Mercado Central y, en consecuencia, tenía absoluta discrecionalidad sobre las decisiones que allí se tomaban.
El año anterior, 2017, el principal accionista de Punta Mogote, una de las cuatro ferias que componen La Salada, Jorge Castillo, fue detenido tras defenderse a los tiros en su domicilio, cuando la policía fue a buscarlo en un confuso episodio, que él creyó un intento de robo o secuestro. “Soy una persona pública, todos me conocen y saben por dónde ando, nos hace falta ir a buscarme de madrugada”, se defendió e aquella ocasión.
En 2015, Castillo, de conocida militancia radical, apoyó la campaña de María Eugenia Vidal. Después de las elecciones, durante 2016 y 2017, Castillo denuncia haber recibido presiones para entregar a esos mismos emisarios parte de su negocio.
Su detención, en el marco de la denominada “lucha contra las mafias”, según él, fue el vuelto por negarse. El de Castillo fue uno de los casos abordados por la mesa judicial bonaerense. Uno de sus integrantes era el fiscal de Lomas de Zamora, Gabriel Scalera.
La iniciativa de crear La Dulce, muy probablemente, haya sido el plan B de quienes no pudieron hacerse del control de La Salada. Pero el emprendimiento, hasta acá, no ha dejado de enfrentar dificultades.
Movimiento comercial
La Salada empezó como una feria exclusiva del rubro textil, pero de a poco fue sumando otros rubros. En su versión mayorista, que trabaja durante la noche, tres veces a la semana, recibe micros de todas las provincias y de países limítrofes, cargados de comerciantes y revendedores, que vienen a proveerse. Durante el día, a veces, atiende al público minorista.
El gran boom de La Salada se produjo después del estallido de 2001, cuando la clase media, empobrecida por la devaluación, descubrió en sus precios populares la posibilidad de vestirse por la tercera o cuarta parte del dinero que exigía hacerlo en un shopping.
Consultado al respecto por Buenos Aires/12, Castillo avizora para 2024 un escenario similar. “¿Quién puede pagar 40 o 50 lucas un jean? Nadie. Por eso vienen a comprar acá”. Las prendas que se ofrecen en La Salada son, en muchos casos, las mismas que en los shoppings, sólo que en un caso se comercializan directamente del productor al consumidor, y en el otro se suman al precio final otros componentes como alquileres de locales y gastos de publicidad y marketing, por ejemplo. Durante años, el lema de La Salada fue “precio justo, trabajo digno”.