NINJABABY 7 puntos

Noruega, 2021

Dirección: Yngvild Sve Flikke.

Guion: Inga H Sætre, Johan Fasting y Yngvild Sve Flikke.

Duración: 103 minutos.

Intérpretes: Kristine Kujath Thorp, Arthur Berning, Nader Khademi, Tora Dietrichson, Silya Nymoen.

Disponible en MUBI.

De tanto en tanto, en la prenda llamada “Yo sé” del programa dominical Feliz domingo para la juventud, se ofrecía algún sketch “provida” en el cual la voz en off de un feto intentaba convencer a quien estaba gestando de no abortar. En Ninjababy, segundo largometraje de la realizadora noruega Yngvild Sve Flikke, el no nacido no sólo habla desde el útero, con grave voz de hombre adulto, sino que se aparece a la manera de un dibujo animado en las paredes del cuarto de la protagonista. La idea, de todas formas, no es convencerla de nada, porque si Rakel (Kristine Kujath Thorp) pudiera terminar ya mismo con ese embarazo no deseado lo haría sin chistar. El problema es que no puede: cuando finalmente una obstetra pasa por su vientre casi chato el sensor de ultrasonido la gestación ya está entrando en su séptimo mes. ¿Cómo es posible que la joven no se haya dado cuenta antes de su estado? Bueno, es poco común la falta de panza, pero puede pasar, le dice la doctora a una paciente al borde de un ataque de nervios.

La vida de Rakel es bastante embrollada, y a la seguidilla de fiestas y borracheras se le suma el uso de pastillas anticonceptivas que pudieron provocar la falta de menstruación. Pero no, la realidad es cruel: está súper embarazada. ¿Y el padre? Ahí comienzan otros problemas, porque el posible “sospechoso” –un profesor de aikido más bueno que Lassie con el cual tuvo sexo unas semanas antes del descubrimiento– deja de serlo al conocer las fechas reales de la fertilización. Entonces, el otro: un tipo de vida bastante disipada a quien la protagonista llama, sin que este lo sepa, Jesús el Pito. Por esas cosas de envergaduras y un afiche bastante sacrílego que engalana la pared de su cocina. Con esos elementos, basados en la historieta El arte de caer, de Inga H. Saetre, también coguionista de la adaptación, Sve Flikke construye una comedia a partir de situaciones angustiantes o, al menos, desafiantes.

Sin posibilidad de abortar, ¿qué le queda a la veinteañera? ¿Dar en adopción el bebé a días de nacer? ¿Cómo saber si los posibles padres no son nazis pedófilos? (sic Rakel). ¿Convencer a alguien de la familia de que lo críe? Tal vez su hermana, que viene intentando quedar embarazada desde hace años, sin éxito. Cualquier cosa excepto transformarse en mamá, algo que parece estar en el último puesto de la lista de cosas por hacer en la vida, coronada en el otro extremo por la posibilidad de transformarse en historietista. Aunque por el momento eso no pase de ser un hobby durante las mañanas, tardes y noches que pasa encerrada en el desordenado cuarto del departamento compartido con una amiga.

La realizadora ya había abordado en formato de comedia algunos de los desafíos femeninos contemporáneos en Kvinner i for store herreskjorter (literalmente, “Mujeres vestidas con camisas de hombre demasiado grandes”), y aquí se acerca a un tema que, más allá de los cambios sociales de los últimos tiempos, continúa siendo tabú: el deseo de no ser madre, la negación de un mandato que parece inquebrantable. Lo hace, desde luego, con humor y acidez (ver la escena en la cual Rakel, preocupada por los posibles candidatos para la adopción, se cuela en una reunión informativa que termina en discusión sobre racismos y otras yerbas), sin almibarar en lo más mínimo las zonas erróneas de la protagonista o de quienes la rodean ni derrapar en la misantropía de salón. Una parte nada menor del éxito de Ninjababy (el feto se presenta con máscara negra a tono con sus habilidades saltarinas, y quiere que su madre adoptiva sea Angelina Jolie) descansa en la performance de la actriz Kristine Kujath Thorp, que logra ser irritante y entrañable en partes iguales y al mismo tiempo.