Si el gobierno nacional saliera fortalecido de las elecciones legislativas del domingo próximo, buscará en el fútbol los brotes verdes que anunció y no germinaron en otras actividades. Para el presidente Mauricio Macri es como su patio trasero. Se lo cedió en custodia a Daniel Angelici, aunque igual se involucra mucho en algunos detalles. El personaje que baja a diario la línea de la Casa Rosada en la AFA es recelado por los demás dirigentes. Claudio “Chiqui” Tapia, su suegro Hugo Moyano y otros fieles que los acompañan, están preocupados por lo que pudiera pasar. Imaginan un escenario donde se volverá a la carga por las sociedades anónimas deportivas mediante un proyecto de ley. Habrá nuevos intentos por acorralar a los clubes deudores. Seguirá el avance para que las instituciones tributen más a la Seguridad Social. Pero también se buscará disciplinar a los directivos que tienen poder de daño, como el camionero que conduce a Independiente. La sufrida clasificación al Mundial de Rusia favorece las expectativas del oficialismo de avanzar con sus globos amarillos. En julio pasado, su líder ya había avisado: “Así como damos batalla en todos los campos de Argentina a los comportamientos mafiosos, también en el fútbol lo vamos a hacer”.
La noche de Quito en que Macri felicitó a Messi por teléfono, un video se volvió viral. El mejor jugador del mundo abrazó complacido a Tapia después de subir unas escaleras, pero siguió de largo en las narices de Angelici. El presidente de Boca lo había puesto al habla con su jefe político. “No me habrá visto”, les explicó después a los cronistas presentes en ese momento que habían percibido otro gesto. El presunto desaire quedó superado por el festejo posterior en el vestuario, cuando futbolistas, cuerpo técnico y dirigentes se unieron en un cantito contra los periodistas: “Hay que alentar hasta la muerte, porque Argentina lo quiero, porque es un sentimiento y lo llevó en el corazón… y no me importa lo que digan esos putos periodistas la puta que los parió, oh oh oh”.
El efusivo abrazo de Messi a Tapia puede atribuirse a una historia. El actual presidente, cuando era vice de la AFA, fue casi el único dirigente que puso la cara en Estados Unidos tras la final perdida con Chile en la Copa del Centenario, la renuncia de Gerardo Martino como entrenador y la autoexclusión del seleccionado del propio Messi. Después viajó a Barcelona para convencerlo de que volviera, gestionó con éxito que le redujeran la sanción de cuatro partidos por insultar a un juez de línea y estrechó así una relación que se expresó en aquel abrazo de Quito.
Tapia sabe que esa imagen lo fortalece. No viene de la política, a no ser por un cargo en la Ceamse y la influencia que pueda tener el poder sindical de su suegro. Pero tampoco necesita sacarse una foto con Messi por rédito electoral. Como la que Macri fue a buscar a España cuando era candidato a la presidencia, en mayo de 2015. Se retrató con el mejor y con Mascherano. Éste último incluso se sumó a una charla del PRO sobre liderazgo en plena campaña presidencial. Así como los políticos se aproximan a los deportistas famosos por una foto, el presidente de la AFA necesita hacer equilibrio entre el gobierno nacional y el grupo de dirigentes que lo rodea, donde sobresale Moyano.
Mantiene una relación fluida con Diego Santilli, el vicejefe de Gobierno porteño. Comparten su origen peronista y hablan a menudo. Como lo hacen el camionero y Cristian Ritondo, el ministro de Seguridad bonaerense. Integran la comisión directiva de Independiente. En marzo pasado, el funcionario y vocal del club comentó en un programa de radio: “Hugo merece seguir y, además, es el que nos junta a todos”. Se refería a la presidencia del Rojo. Habrá elecciones en diciembre y con la anunciada reforma del estatuto los directivos deberán responder con su patrimonio si endeudan a la tesorería.
Estas relaciones de buena vecindad podrían ser un estímulo para pensar que el Gobierno no avanzará envalentonado sobre la AFA. Quizá sí. Pero lo hará sobre el fútbol, que no es exactamente lo mismo. Angelici insiste cada vez que puede con la idea de que se permitan las sociedades anónimas optativas. Se lo dice a Tapia, aunque sabe que son muchos más los que resisten esa iniciativa. El presidente de River, Rodolfo D’Onofrio; el de San Lorenzo, Matías Lammens, y el de Racing, Víctor Blanco, por mencionar a tres de los clubes más grandes, se pronunciaron en contra. Incluso en el de Avellaneda hubo una votación no vinculante entre los socios el 18 de septiembre del año pasado. Sobre un total de 4760 votantes, 4712 dijeron que no a las SA. La experiencia de Blanquiceleste, la gerenciadora de Fernando Marín – actual asesor deportivo del gobierno–, tiene saldo negativo en el imaginario colectivo de los hinchas. Separan el balance de gestión del título de campeón conseguido en el 2001, después de 35 años de sequía.
Macri es más explícito en su voluntad privatizadora que Angelici o Marín. Cuando lo dice en público sabe el efecto que causarán sus palabras. “La AFA debe permitir que los socios que crean que es mejor convertirse a sociedad anónima lo puedan decidir. Si un club quiere transformarse en sociedad anónima, ¿por qué no lo vas a dejar?” Su ladero, el presidente de Boca, siempre aclara que las SA no serían para su club. En octubre del 2016 comentó: “Yo no estoy a favor ni en contra, en casi todos lados hay sociedades anónimas. No son un cuco”.
Las sociedades anónimas no son un cuco para el Gobierno, pero sí los sindicalistas. En ese equipo juega el presidente de Independiente. Si fuera por los deseos de Elisa Carrió, debería estar en prisión. “Cuando vea a Moyano preso, ahí te cuento”, vomitó con su tono inquisidor de gira electoral por Santa Fe. El partido entre el camionero y sus enemigos del oficialismo se juega en la Premier League de la política. Hay otros asuntos en juego, como el destino de la empresa OCA. Pero Moyano también está dispuesto a resistir desde la AFA, donde suele acicatear a sus pares del Ascenso, que lo ven como un referente.
El fútbol, ese territorio fértil para embusteros del que hablaba Dante Panzeri, se transformará en el escenario de nuevas y futuras disputas. Con la selección ya clasificada para el Mundial –el brote verde que sembró Messi con sus tres goles a Ecuador–, los conflictos serán más visibles. Después de las elecciones legislativas, el Gobierno va a jugar su as de espadas con un proyecto de ley para que las sociedades anónimas puedan comprar clubes. Ya se vislumbra también que los socios e hinchas de esas instituciones no van a quedarse de brazos cruzados. Es lo que se percibe en las redes sociales, convocatorias a juntarse, y eso quedó demostrado además con el pedido por la aparición con vida de Santiago Maldonado replicado en cada cancha.