Poco después de que en Alemania la extrema derecha ingresara por primera vez en más de medio siglo al Parlamento federal, en la vecina Austria el ultranacionalismo de raíz nazi se prepara para convertirse hoy, en las elecciones generales legislativas, en el segundo partido del país y en un posible socio de gobierno de los conservadores.
Hace seis meses, la crisis dentro del conservador Partido Popular (OVP) provocó un cambio de liderazgo y el ascenso al poder de Sebastian Kurz. Esta joven promesa consideró que ya no podía compartir gobierno con la socialdemocracia del SPO, rompió la coalición y pidió elecciones anticipadas. El actual canciller socialdemócrata Christian Kern no pudo contener más las crecientes diferencias por la política migratoria y otras iniciativas en materia social, y convocó a regañadientes a las urnas.
Tras una campaña marcada por un giro de discurso generalizado hacia la derecha, su partido lucha por no quedar tercero y le pisa los talones a la extrema derecha.
El promedio de los últimos sondeos pronostica que el OVP de Kurz, el favorito de 31 años a liderar el gobierno, quedará primero con 33 por ciento de los votos, lejos de la extrema derecha neonazi del Partido de la Libertad (FPO), que se ubicaría segundo con 25,5 por ciento y detrás, pero muy cerca, la socialdemocracia SPO con un 24,4 por ciento. Los Verdes, en cambio, casi no influirían en el escenario poselectoral, con una intención de voto de apenas 5 por ciento.
De confirmarse esto, el ultraderechista FPO quedaría a un paso de su máximo histórico, obtenido en 1999, cuando empató con los conservadores con 26,9 por ciento y selló una coalición con ellos, que desató una crisis en la Unión Europea (UE) y una lluvia de sanciones por parte de Israel y varios miembros del bloque regional.
El crecimiento de la extrema derecha neonazi no puede ser considerada como una sorpresa en Austria, un país de 8,7 millones de habitantes. Hace menos de un año, el país evitó por apenas siete puntos porcentuales el ascenso de un líder del FPO a la Presidencia. Norbert Hofer perdió esos comicios, pero si mañana su fuerza sale segunda en las urnas, muchos analistas ya pronostican que tiene chance de convertirse en el próximo ministro de Relaciones Exteriores.
Ni el conservador Kurz ni el actual canciller Kern –los líderes de los partidos que gobernaron Austria durante la mayor parte de los últimos 70 años– descartaron claramente la posibilidad de formar gobierno con la fuerza neonazi FPO, como sucedió hace un mes en Alemania, cuando Angela Merkel y su rival socialdemócrata bloquearon esa opción desde el principio.
Kurz tampoco le cerró la puerta a la extrema derecha, quien incluso le hizo un guiño durante la campaña. El líder conservador había aclarado que no se aliaría con una fuerza que impulsara la salida de la UE, poco después el FPO se definió como un partido “pro Europa” y moderó su discurso ultranacionalista contra el bloque.
A diferencia de las otras grandes fuerzas de extrema derecha que crecen en Europa, como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y Alternativa para Alemania, el FPO en Austria tiene un vínculo directo con el nazismo.
Fue fundado en la posguerra, en 1956, por Anton Reinthaller, un veterano dirigente que había sido miembro del Partido Nazi y oficial de las SS. El partido se renovó a través de los años, pero no tanto.
Su actual líder, Heinz-Christian Strache, evita hablar de su pasado y hasta repudia el antisemitismo. No todos le creen.
“Un par de lindos comentarios sobre Israel no hacen a este partido kosher. Todo el pasado del FPO –y de hecho su presente– es xenófobo y sus líderes están tratando de enfrentar a partes de la población austríaca, las unas contra las otras”, sentenció durante la campaña Oskar Deutsch, el presidente de la Comunidad Judía de Viena, la principal organización que aglutina a esta colectividad en el país.
Hace diez años, el FPO comenzó a modificar su discurso antiinmigratorio por uno principalmente dirigido contra el islam, una tendencia que marcó la evolución de muchos partidos de extrema derecha europeos en la última década. En esta campaña, la fuerza de extrema derecha propuso en concreto negar cualquier beneficio del estado de bienestar a los inmigrantes, introducir referendos como en Suiza para definir políticas públicas específicas y prometió unir a Austria al llamado Grupo de Visegrado –Hungria, Polonia, República Checa y Eslovaquia– y a su desafío al “centralismo de Merkel y Macron”, explicó Strache en referencia a los pedidos de Alemania y Francia de que los miembros de la UE se repartan los miles de refugiados que llegan constantemente a Italia y Grecia.
Pese a que los partidos mayoritarios denunciaron a Strache como el líder de un partido de extrema derecha, incorporaron parte de su discursos y sus denuncias en sus discursos, principalmente el favorito y “niño dorado” –como ya lo bautizó la prensa internacional–, Kurz.
“Teníamos razón cuando cerramos la ruta de los Balcanes y pelearé para que la ruta del Mediterráneo también sea cerrada”, prometió el joven en su tradicional traje entallado, sin corbata, durante un acto en la ciudad más importante de Austria, Graz. También endureció las posiciones de los conservadores contra la inmigración y denunció “sociedades paralelas” islámicas en Europa, que se niegan a integrarse.