La apertura económica en bienes de consumo final desplaza a la producción nacional y destruye empleo industrial desde hace 22 meses interrumpidamente. El desproporcionado tarifazo en gas y luz es un inmenso castigo al presupuesto de los hogares y ganancias extraordinarias para los conglomerados energéticos. El oneroso endeudamiento en Lebac no logra bajar la inflación, acelera el deterioro del tipo de cambio real y regala una fabulosa renta especulativa al mundo de las finanzas. La presión oficial a la baja de las paritarias provoca una caída del salario real del trabajador registrado sólo superada en términos históricos por las grandes crisis del estallido de la convertibilidad y de la hiperinflación. El fuerte incremento del déficit fiscal tiene su origen en la caída de la recaudación en términos reales, en la eliminación de las retenciones y de impuestos a sectores medios y altos de la pirámide de ingresos y en el aumento de la carga de intereses de la deuda. El inédito ciclo de endeudamiento en dólares, por el monto involucrado en tan breve tiempo, viene a cubrir el creciente desequilibrio de las cuentas externas. Todos estos comportamientos de variables relevantes impulsarían a economistas ortodoxos y heterodoxos conservados a la definición de que la economía está en una crisis. Pero no lo hacen. Aseguran en cambio que la economía está transitando el camino correcto.
La misma evaluación la expresan empresarios de grandes firmas, locales y extranjeras, que en estos días tuvieron su fiesta anual en el Coloquio de IDEA, en Mar del Plata. El entusiasmo es proporcional al marco institucional y económico que les permite expandir sus negocios acorralando a los trabajadores, ya sea limitando los aumentos salariales por debajo de la inflación, consiguiendo de aliados al Poder Ejecutivo y a la Corte Suprema para acotar derechos laborales e impulsando una reforma que pretende arremeter sobre normas de protección de los trabajadores.
Tan excitados están con un ciclo político que promete enterrar al populismo o enviar a la luna para hacerlos desaparecer a quienes considera molestos para este proyecto neoliberal que hacen culto a la soberbia de la ignorancia que despliega sin pudor un showman de los medios. La agitación optimista del mundo empresario en IDEA explica los análisis de la mayoría de los denominados “economistas profesionales”, que minimizan o desestiman la acumulación de desequilibrios económicos para no incomodar a quienes son encargados de la manutención de sus consultoras. Cuando indican las evidentes tensiones económicas son para preparar el terreno para legitimar política y socialmente reformas regresivas en materia laboral, fiscal y previsional.
A esta altura, cuando el gobierno de Mauricio Macri está a menos de dos meses de cumplir la mitad de su mandato, la evaluación de lo realizado no debería caer en la trampa de pensar que ha habido errores en la gestión. Lo que se ha presentado como fallidos que luego han sido atendidos fueron consecuencia de la resistencia social a medidas regresivas, como los cuadros tarifarios de gas o luz, la supresión de pensiones a discapacitados o la alteración de la fórmula de actualización de los haberes jubilatorios. Las leves alteraciones en esas medidas para neutralizar el rechazo político y social no modificaron su dirección.
La incomprensión que manifiestan algunos sectores de porqué el macrismo en el poder hace lo que hace en materia económica, que provocó una recesión autoinducida y un publicitado rebote de la actividad que aún no alcanzó los niveles del último año del gobierno de CFK, deben descubrir la propia lógica de quienes están dominando hoy el manejo del Estado. No hubo errores económicos (devaluación, eliminación de retenciones, apertura comercial y desregulación financiera) ni excesos en algunas iniciativas (tarifazos). El resultado de esa política no fue inesperado para el gobierno. Fue lo que buscaron. Es lo que los economistas denominan cambios en la estructura de precios relativos de la economía. Esta tuvo como objetivo principal redefinir la relación entre el empresariado y los trabajadores, buscando el deterioro de la distribución del ingreso a favor del capital y en contra del asalariado.
La recesión de 2016, construyendo el relato de la existencia de una crisis asintomática, definición extraordinaria para el engaño colectivo, fue funcional para imponer un cambio de tendencia en la distribución del ingreso, mediante la reducción del salario real, el incremento del desempleo y subocupación, la expansión de la precarización laboral y el desplazamiento de la estructura económica de las pymes.
Hegemonía
El reciente libro “Endeudar y fugar”, de Eduardo Basualdo y cinco investigadores del Area de Economía y Tecnología de Flacso (Mariano Barrera, Leandro Bona, Mariana González, Pablo Manzanelli y Andrés Wainer), ofrece un imprescindible marco de rigurosidad analítica para descubrir las características del actual ciclo político. Brinda herramientas fundamentales para la tarea de comprender que el sendero económico que se comenzó a transitar en diciembre de 2015 no es improvisado ni sus resultados inesperados. A partir de un hecho inédito, que los sectores dominantes accedieran al control del Estado mediante un partido propio y el voto ejercido democráticamente, se pasó de un gobierno nacional y popular a otro de carácter neoliberal. En el último capítulo del libro se precisa que la actual gestión sustenta sus acciones sobre dos ejes principales:
1. Una transferencia de la regulación de la economía al “mercado”, que no es otra cosa que dejarla en manos de sectores oligopólicos.
2. La puesta en marcha de una política de “ajuste económico”.
Ambos son el basamento para poner en marcha una modificación de la naturaleza del Estado que permite aplicar una nueva política económica de corte ortodoxo, que introduce una redefinición de la estructura económica-social y de la distribución del ingreso, con el propósito de consolidar la dominación del capital sobre el trabajo, modificando drásticamente las directrices que orientaban el proceso iniciado por los gobiernos kirchneristas.
Un aporte valioso de Basualdo y su equipo es que buscan determinar cómo está conformado el bloque de poder que ejerce la conducción de este ciclo político, económico y social. Explican que cada patrón de acumulación de capital es conducido por un bloque de poder específico que articula distintas fracciones del capital de las que sólo una ejerce la hegemonía.
En el gobierno de Macri “la fracción hegemónica está conformada por los bancos transnacionales y empresas extranjeras no industriales”, ilustra Basualdo. Reitera que “por primera vez en la historia moderna del país un partido orgánico del capital financiero internacional accedió al control del poder junto con las fracciones del capital aliadas”. En este proceso, el masivo endeudamiento externo asegura el funcionamiento estatal y, al mismo tiempo, garantiza al capital una mayor tasa de ganancia mediante la valorización financiera.
Basualdo explica que la primarización de la economía argentina a la que se ha lanzado la actual política no es diferente a la registrada en la etapa de la dictadura o en la década del 90, sino que lo que ha cambiado es que ahora está conducida por el capital financiero. De todos modos, advierte que existen contradicciones entre las distintas fracciones de capital que difieren en sus intereses y pugnan por imponer sus condiciones sin romper con la fracción hegemónica. Para señalar que el factor que los aglutina es el disciplinamiento de la clase trabajadora.
En términos mediáticos-políticos se traduce en el combate a lo que el bloque de poder detesta: el populismo.