Sandra Pettovello, periodista y consultora psicológica, asumirá la conducción del Ministerio de Capital Humano del gobierno de La Libertad Avanza. Según cuenta la periodista Candela Ini “la conoció en sus visitas a los medios y desde entonces se convirtió en una de sus personas más cercanas”. El anunciado super-ministerio reunirá bajo su conducción las funciones de los antiguos ministerios de Trabajo, Educación y Acción Social (a último momento se excluyó Salud, que permanecería transitoriamente como Ministerio a cargo del médico Pablo Russo, con la perspectiva de convertirse en Secretaria de Salud integrada a Capial Humano). Nada menos. El sencillo trámite de seguir con atención la información que difunde la comunicación del presidente Milei permite vislumbrar algunas de las líneas asignadas al nuevo organismo que contará con un fuerte apoyo financiero: reforma laboral; contención/compensación de los altísimos índices de la pobreza y de los efectos del ajuste con despidos masivos y la recesión con suba de precios; acuerdo y disputa con las organizaciones sociales por el control de los programas de asistencia y planes sociales. Otros aspectos relevantes de la actividad del super-ministerio serán la toma de posición respecto de la política previsional (en particular de las decisiones que tomen Pami y Anses) y eventualmente, contra la consagrada ley de desclandestinización del aborto. Pettovello, sin experiencia política previa estudió en la Universidad de Belgrano, se dedicó a la producción en medios de comunicación y se especializó luego estudió Ciencias de la Familia.

La expresión “capital humano” surge del neoliberalismo norteamericano como estrategia para extender al dominio laboral las técnicas del cálculo económico. Como explicó hace cuatro décadas Foucault en un célebre curso sobre la biopolítica en el Colegio de Francia, esta extensión suponía un saldo de cuentas con la teoría del trabajo del marxismo. En efecto, ahí donde Marx había demostrado que el salario solo reconoce del trabajo los elementos abstractos de la fuerza y el tiempo, haciendo de él una mercancía que oculta -y expropia- el valor que produce, los neoliberales norteamericanos introdujeron una “mutación epistemológica”, sustituyendo el análisis del proceso productivo por “decisiones sustituibles” referidas al “modo de asignación de recursos escasos a fines que son antagónicos”. La economía se convertía, para estos neoliberales, en una “ciencia de los comportamientos humanos”, y la noción de “capital humano” hacía surgir un nuevo punto de vista: el de la persona que trabaja como un estratega de sí mismo, capaz de (y obligado a) valorizarse a sí mismo. Una vez que la persona que trabaja a sí mismo como un capital capaz de una renta futura (y ya no como un asalariado cuyos ingresos dependen de fenómenos colectivos y coyunturas políticas) se torna factible convertir este giro epistemológico neoliberal en la base de un extenso calculo económico capaz de abarcar al conjunto de la sociedad. Para que esta extensión pueda funcionar como premisa para una nueva razón gubernamental la conceptualización del capital humano debe quedar clara para las empresas y firmemente encarnada en los sujetos que trabajan. La utopía neoliberal creía así posible ensamblar vida y capital de modo tal que la lógica rentística quedase por siempre adosada al cuerpo mismo de quien trabaja: a la vida humana. Lo que habilita, por cierto, a considerar los fenómenos genéticos y hereditarios como factores o fuentes de rendimiento económico. Concebida como base de una gubernamentalidad de la sociedad, la dinámica del incremento del capital humano se solapa así potencialmente con un proyecto de mejoramiento incluso biológico de la vida (y por tato compatible con la reactivación de discursos racializadores).
Ahora bien ¿supone la adopción de este lenguaje del capital humano un verdadero anuncio de un nuevo tipo de gestión orientado a incrementar la productividad de los individuos de mercado neoliberales o se trata más bien de un eufemismo para administrar los efectos previsibles de una desregulación de la relación capital trabajo? En un contexto caracterizado por la extensión de la precarización laboral y alta inflación, y tomando en cuenta los anuncios de una ola despidos como parte de recesión planificada cabre preguntarse algo más. Si el lenguaje ideológico del “capital humano” no es una cosmética dirigida a embellecer los cálculo sobre la magnitud de autoritarismo, desidia y violencia que demandará desactivar futuros conflictos sociales.