“La Asociación Madres de Plaza de Mayo entregará el pañuelo a los Curas en Opción por los Pobres. Domingo 15, a las 18, en la parroquia Nuestra Señora de Carupá, Tigre”, anuncia, escueta la invitación. El homenaje a los curas que trabajan y viven con los que más necesitan no es azarosa. Tampoco lo es la elección de la capilla: Francisco “Pancho” Soares fue el párroco asesinado en ese lugar en el verano de 1976, días después de realizar un responso en el que se señaló con nombre y apellido a los responsables del secuestro, tortura y fusilamiento de tres delegados gremiales peronistas de Astilleros Astarsa. En 2012 su caso fue denunciado en el marco de la megacausa Campo de Mayo por crímenes de lesa humanidad. 

“Yo quería una vida de pobreza. No podía vivir ni del obispado, ni de los ricos, ni de mi familia”, explicó “Pancho” Soares a la revista Panorama en 1965. “No distribuyo caramelos, ni juego al fútbol con ellos. He visto demasiado espectáculo de iglesias.” Había empezado con la formación de dos vecinos en la producción de plantillas y fundó una fábrica comunitaria de baldosas, donde él mismo trabajaba. Además, para ganarse la vida, traducía textos al francés y se empleó en la contaduría de un supermercado local.

“Al sacerdote Pancho Soares lo asesinaron un mes antes del golpe militar; al padre Carlos Mugica, el 11 de mayo de 1974; al cura Enrique Angelelli, el 4 de agosto de 1976; y a las monjas francesas, Léonie Duquet y Alice Dumont, en 1977. Todos fueron re presentantes de ese sector de la Iglesia que no claudicó ante las bandas fascistas, ni ante el poder militar o policial o político -dice el texto de la demanda-. Sus conductas y formas de vida fueron todo lo contrario de aquella jerarquía de la Iglesia Católica que brindaba apoyo a los militares.”

Los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Dipba) explican los motivos para que “un comando ‘civil’” lo asesinara: “Dos delegados gremiales de ‘Astilleros de Astarsa’ y la señora de uno de ellos habían sido secuestrados, torturados y asesinados en esos días. Esta chica era catequista (sic) en la capilla de Carupá y fue encontrada muerta por desangramiento, con un pecho arrancado. La misma Policía de la Regional de Tigre se adjudicó el hecho, por supuesto extraoficialmente, a modo de intimidación”.