Un libro siempre es una excusa propicia para el encuentro. Sobre todo si ese encuentro se da en una biblioteca recuperada como las fábricas que arrojó la crisis del 2001. Esa casa de lectura donde cohabitan obras literarias y viejas revistas con Bochini en la tapa, es un refugio acogedor en la sede de Independiente. Se llega hasta el cuarto piso en ascensor y uno más por escalera. En el centro de la sala está todo listo para la presentación de Miguel Sánchez, memoria(s) del primer atleta desaparecido.
En un sillón de tres cuerpos rodeado de sillas, se ubica Ricardo Fernández, el autor de la obra. A su izquierda se sienta Claudia Villagra, la sobrina del militante, deportista y poeta que corría federado para el club de Avellaneda. Están los responsables de su área de Cultura. Se suman socios, hinchas y amigos de Miguel.
Una voz contextualiza la historia que nos convoca y habla con orgullo de lo que está pasando en ese lugar rodeado de estantes y vitrinas repletas de libros. Es la de Claudio Gómez, periodista y escritor de un par de trabajos valiosos: Maten al rugbier y El Partido rojo. Mientras empieza la charla por la memoria, Miguel y los 30 mil, en el gimnasio de básquet de la planta baja hay una ceremonia de graduación de alumnos. Independiente también es una escuela. En las sociedades anónimas no se consigue.
Fernández es un periodista deportivo egresado de la extensión en la Ex ESMA de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Correntino, de Curuzú Cuatiá, en 2018 decidió que investigaría la trayectoria de Miguel Sánchez para un libro. Lo hizo con sensibilidad, pero sin perder de vista las técnicas para abordar su objeto de estudio. Realizó decenas de entrevistas, se sumergió en archivos y bibliotecas como la Juan Mignaburu de avenida Mitre donde presentó su trabajo publicado por Grupo Editorial Sur. Ese apellido vasco es el de un ex presidente de Independiente. Gobernó en las primeras décadas del siglo XX.
Fernández amplió los márgenes de las fuentes consultadas para saber algo más sobre el atleta desaparecido. Hasta la muerte de Elvira, la hermana mayor y alter ego de Miguel, se unificaban en ella. Consiguió los testimonios de otros dos de sus hermanos, Arturo y Carlos (los Sánchez eran diez). También los de amigos y compañeros de atletismo. Un par lo evocaron en la biblioteca: Daniel Gómez se emocionó hasta el tuétano y Manuel Bazán contó cómo arrancaban uvas de las parras mientras corrían por Villa Domínico y las iban comiendo.
El periodista italiano Valerio Piccioni, ideólogo de la Carrera de Miguel que se organiza desde el año 2000, prologó este libro que es el primero del autor. Se suma a la cadena de homenajes que recibió el corredor tucumano desde que se supo que era un detenido-desaparecido gracias a un artículo de los periodistas Ariel Scher y Víctor Pochat.
Miguel vive en una carrera en Roma y en varias ciudades de nuestra extensa geografía. Miguel tiene su nombre en una calle del barrio de Núñez que pasa por el CENARD. Miguel sigue presente en la escuela media N° 7 Ernesto Che Guevara de Berazategui. Miguel es releído una y otra vez por su poema Para vos atleta. Miguel también es una bandera que se levanta en Independiente y Gimnasia y Esgrima La Plata, los clubes por donde pasó como atleta y jugador de fútbol de sus divisiones inferiores. Miguel todavía corre entre nosotros y Martín Sharples es su voz en cada prueba y en especial la que todavía lleva su nombre en la ciudad de Buenos Aires. Vaciada de contenido por el macrismo porteño. Este deportista lo recuerda desde el palco cada vez que recibe una medalla.
Fernández reconstruye en su libro las últimas horas de Miguel en libertad antes de que lo secuestrara un grupo de tareas de su casa en Villa España el 8 de enero de 1978. Claudia, su sobrina, por entonces de 12 años, recordó ese episodio traumático de su infancia hasta en los mínimos detalles. A su tío que era más que un tío, un hermano mayor para ella, lo vio por última vez esa noche en la casa de la familia. Cuenta el autor que el deportista siempre le traía regalos y que el día de su desaparición en enero de 1978, sacó del bolso “un juguete de madera articulado, una citara pequeña que hasta el día de hoy se conserva y un equipo deportivo rojo que atrapó su atención por el color vivo”.
El joven periodista correntino dice que es de pocas palabras. Pero las que tenía se las ofreció como tributo a la memoria del atleta tucumano que corrió la San Silvestre. Cuando le preguntamos por qué había escrito el libro respondió: “Para que sirva a las nuevas generaciones, para que no se olviden o que sepan lo ocurrido en esos años de oscuridad. Para que se enteren de que hay miles de personas desaparecidas como Miguel y que conozcan a través de él, su amor por el deporte y su amor por la igualdad. Hay pibes de 20 a 30 años que se nutren del discurso negacionista de los políticos y las redes sociales. Quiero que el libro sirva para construir un mundo mejor”.