Los interrogantes, especulaciones y rumores sobre los detalles del programa económico, monetario y financiero del nuevo Gobierno comenzarán a conocerse en los próximos días. Una de las pocas certezas es que incluirá un ajuste fiscal pronunciado, el cual apuntaría a recortar uno de cada cuatro pesos del gasto estatal. Esto implica el aumento de tarifas, freno de la obra pública, impacto en salarios públicos y en las erogaciones previsionales.

En el plano cambiario todavía existe incertidumbre sobre la estrategia que se llevará adelante en las próximas semanas y meses. La principal especulación es que de arranque habrá un salto del dólar oficial hasta valores de 650 pesos, pero sin eliminar de entrada los controles a la compra de divisas.

La idea sería bajar la brecha cambiaria con los dólares financieros a menos del 50 por ciento. Para ello, el contado con liquidación debería mantenerse en torno de los 1000 pesos y no seguir la dinámica de aceleración nominal. Se calcula que la inflación de diciembre podría tocar los 20 puntos.

El principal elemento que podría contener la escalada de los dólares financieros (contado con liquidación, MEP y dólar ilegal, entre otras variantes) es la llegada de nueva deuda en moneda extranjera. Sin fondos frescos resultaría complejo frenar una estampida de los pesos hacia el dólar.

La entrada de inversiones no parece una fuente probable de capitales del exterior en la magnitud que se necesitan durante los próximos trimestres. Es decir, las divisas no van a llegar por proyectos de la economía real.

El campo tampoco tendría para aportar mucho a la oferta de divisas hasta la próxima liquidación de soja. Para 2024 se estima una cosecha del complejo agropecuario de 118 millones de toneladas, la cual estaría muy por arriba de los 69 millones de este año (por efecto de la sequía).

La posibilidad de conseguir divisas termina indefectiblemente concentrándose en el sector financiero y la ingeniería que se pueda plantear para incentivar a los fondos del exterior a volver a la Argentina.

El punto es que se necesita una verdadera lluvia de dólares financieros para alinear los incentivos del mercado y convencer a los distintos actores de no reaccionar en cadena comprando divisas. La cifra necesaria rondaría entre 15 y 20 mil millones de dólares para tener margen de maniobra.

En este escenario aparecen rumores y especulaciones de todo tipo sobre los anuncios que podrían hacerse en los próximos días o semanas. Se habla de la llegada de fondos de inversión de Qatar, de préstamos de organismos de crédito internacional, de la ampliación de un nuevo tramo del swap con China.

El nivel de riesgo país de Argentina y los antecedentes de reestructuración tan cercanos hacen complejo que se pueda volver fácilmente a los mercados. Pero la creatividad para convencer e incentivar no puede descartarse.

Se podría pensar incluso en jugadas totalmente fuera de la caja, en un mundo en el que sobran dólares, la Reserva Federal de Estados Unidos comienza a moverse hacia una fase de ablande de la política monetaria y las corporaciones tecnológicas se revalorizaron a niveles exorbitantes.

Una manera de imaginarlo es con el vínculo que estableció en los últimos días el nuevo presidente de Argentina Javier Milei con el multimillonario Elon Musk, dueño de Tesla y de un conglomerado basado en la aplicación de alta tecnología.

A principio de este año, Musk se jugó una ficha comprando Twitter por 44 mil millones de dólares, le cambió el nombre por X y ahora quiere transformarla en una superapp de múltiples propósitos. Una inversión desproporciona para una empresa que la mayoría de los analistas aseguraron luego de la transacción que podría haberse comprado por la cuarta parte.

Con esto en mente, la pregunta es simple: ¿qué podría molestarle a Elon Musk jugarse una ficha de 10 mil o 15 mil millones de dólares en la Argentina, o ayudar a que otros multimillonarios de la elite financiera de occidente lo hagan a cambio de asegurar su entrada a futuros negocios?

La conclusión más simple pero posiblemente más efectiva para pensar lo que viene es que, aunque resulta complejo, los dólares financieros pueden aparecer de las formas más creativas. Eso puede hacer que no haya una corrida contra el dólar y que incluso la Argentina termine teniendo un revival de convertibilidad a una paridad de 1000 a 1.

Sin embargo, nada de esta estabilidad macro puede compensar el efecto de llevar adelante un programa de recortes pronunciado del sector público y de fuerte contracción para la actividad económica.

En la medida que la sociedad empiece a palpar el impacto del aumento de las tarifas, del incremento del desempleo a tasas de dos dígitos y de la redistribución regresiva de ingresos la estabilidad del dólar pasa a un segundo plano y el desencanto social pone un límite a los programas que ponderan más a los individuos que al colectivo.