El inminente ministro de Economía, Luis Caputo, afirmó que el presidente electo recibirá la peor herencia en la historia del país. Con esa apreciación, el futuro ministro inauguró una línea de declaraciones en el nuevo gobierno. Porque en toda la campaña electoral, Javier Milei nunca sustentó las medidas de ajuste, devaluaciones, privatizaciones y mano dura en la situación que dejaba el gobierno saliente, sino en que esas medidas serían las correctas. Para el Milei de la campaña no era una cuestión de políticas extremas ante el caos sino que habría que aplicarlas en cualquier situación.
Por eso no le interesa que YPF sea una mina de oro o que no haya antecedentes de que otros países hayan privatizado su petrolera estatal, o que Aerolíneas Argentinas haya cerrado sus cuentas con una ganancia de más de 30 millones de dólares. Para la ideología ultraliberal de Milei, aunque den muchas ganancias, hay que privatizar a YPF y Aerolíneas Argentinas. La idea no es que “pierden plata” o “con la mía” y la demás sarasa mentirosa del macrismo.
Es al revés. Para el macrismo, si son un buen negocio, primero se las funde para dársela a precio de ganga a un amigo o a la familia. Para Milei, el Estado no puede intervenir en ninguna actividad que sea rentable como negocio, porque entonces le corresponde a la empresa privada. O sea: si es rentable, con más razón hay que privatizarla. Si algo hay que reconocerle a Milei es que fue sincero durante la campaña. Por eso, esta nueva actitud de Caputo, más que seguir la línea de la campaña electoral del presidente electo, trae reminiscencias del viejo macrismo.
Nadie podrá discutir que la situación es mala. Pero es mala para la sociedad, para la gente común y, sobre todo para los más humildes. Es mala por la alta inflación, aunque ni se compara con las híper de Alfonsín y Menem-De la Rúa. Está muy lejos todavía. Es mala por el 45 por ciento de pobres, pero no ha sido mala para las empresas que, en su mayoría tuvieron grandes ganancias. Para las empresas, la que fue mala, muy mala, fue la gestión de Mauricio Macri, a la que perteneció Caputo y, durante la cual, la mayoría de las empresas tuvo números rojos.
Más que nada, la situación es mala para las cuentas del Estado por el sobreendeudamiento externo que fue tomado durante el macrismo y, en especial, por el inminente ministro en su gestión anterior, que ahora se queja porque tiene que pagar la deuda que tomó. En realidad la situación es mala porque el gobierno que sale no supo o no pudo resolver la mala situación que dejó Mauricio Macri a su paso por el gobierno.
Durante la campaña, Milei amenazó con la dolarización y el cierre del Banco Central, lo cual generó inquietud en el mundo de las corporaciones y las financieras, porque se trata de una utopía ultraderechista que ni siquiera podría funcionar bajo una fuerte dictadura. Y aún así, el resultado sería negativo. Por la razón que fuera, Milei ya no habla de dolarizar ni de cerrar el Banco Central. Y ha comenzado a plantear concesiones a su pensamiento ultramontano. Habrá inflación dos años más, seguirá el Banco Central, al que deberá fortalecer con el aumento de reservas, la emisión se reducirá en forma progresiva y mantendrá los planes sociales. Ya anunció que habrá entre uno o dos años de estanflación, lo que equivale al asesinato de la actividad económica.
Tras la campaña y antes de asumir, Milei relegó a quienes lo rodearon al principio. La mayoría de los nombramientos provienen de la gestión de Macri y de Carlos Menem. Hay privatizadores, endeudadores y ajustadores. El desplazamiento de sus colaboradores iniciales produjo ruido al comienzo y luego acatamiento o resignación. Pero por alguna razón, desde Victoria Villarruel, que se quedó sin los dos ministerios que reclamaba, hasta Carlos Rodríguez y Roque Fernández, que no fueron contemplados en el manejo de la economía, mantuvieron la calma o se corrieron a un lado sin hacer mucho ruido.
Lo mismo sucedió con grupos de legisladores que se sintieron defraudados con los nombramientos y con la alianza con Patricia Bullrich y Macri. Primero anunciaron su alejamiento y luego se quedaron. Bullrich se distanció de Macri y se acercó a Milei. Y Macri sobreactuó su disgusto. Pero Macri maneja jueces y fiscales y carpetas amenazantes. Aún enfocado en impedir las elecciones y provocar la intervención de Boca Juniors, Macri está cerca.
Es evidente que cuando se anuncian uno o dos años de estanflación, el gabinete que milite ese infierno estará integrado por ministros fusibles. Estanflación equivale a conflicto social agudo y al cierre de cientos o miles de empresas. Muchos de los ministros que asuman ahora quedarán en el camino y, con el país arrasado, estarán creadas las condiciones para aplicar el plan verdadero que reproduzca el país exportador de materias primas como el del Centenario que tanto admira Milei. El país de los jeques estancieros que tiraban la manteca al techo en París mientras la gran mayoría de los argentinos vivía en la pobreza. Esta vez los jeques estancieros serán reemplazados por multinacionales y banqueros. El discurso ultraliberal no deja lugar para la clase media ni para la pequeña y mediana empresa nacionales.
Lo que se puede deducir de los anuncios es que el gabinete actual es un enorme fusible. Lo que se puede deducir de la tranquilidad del entorno inicial de Milei, es que esperan su turno con paciencia. La verdad de la milanesa es que es imposible predecir lo que pueda suceder a partir de un trauma tan severo como la estanflación prolongada, que pondrá una presión brutal sobre las instituciones democráticas y empobrecerá al país en forma extrema.
Vale aclarar que, si se habla de estanflación, no es por ninguna deducción agorera o de mala leche, sino porque fue Milei el que la pronosticó. Ojalá no se produjera nunca. No importa si se simpatiza o no con Milei. Ojalá no hubiera nunca estanflación bajo ningún gobierno, porque la víctima principal siempre serán el pueblo, las capacidades soberanas y la vida institucional. Es como una enfermedad del cuerpo. El pueblo, la Nación y la democracia quedan debilitados.
En los últimos días se difundió una vieja entrevista de Jorge Asís a Milei, donde el presidente electo explica las consecuencias funestas —según su criterio— por poner la búsqueda de igualdad por encima de la libertad. De donde deduce que el concepto de justicia social es un robo a los exitosos para favorecer a los pobres. Según él, la justicia social es enemiga de la libertad porque le saca dinero al que lo gana en el libre mercado
El pensamiento del presidente electo reconoce solamente la libertad de mercado y no otro tipo de libertad que no se deduzca de ella. En la sociedad de libre mercado, que favorece siempre al que tiene más capital y por lo tanto tiende a la concentración, con pocos ricos y muchos pobres, el pobre no tiene libertad para acceder a la educación, ni tiene libertad para acceder a una alimentación sana, ni para viajar y movilizarse, ni para curarse. No puede hacerlo aunque quisiera. No tiene libertad. Ese mundo falsamente libertario implica libertad para los pocos ricos nada más.
Igualdad y libertad van de la mano. De lo contrario no hay ninguna de las dos.