Queridas lectoros de todas mis válvulas, compañeris de Titanic: ¡Mañana es San Iceberg!, mañana chocamos, y –tal como ocurrió hace más de un siglo– los poderosos tendrán su bote salvavidas (algunos incluso venderán pasajes carísimos a quienes puedan comprarlos), y el resto, a nadar en medio del Ártico, en la noche oscura, aunque se hayan creído “el rey del mundo” en el momento de poner la boleta equivocada en la urna.
Y digo “la boleta equivocada” no porque me sienta juez de nadie, sino porque no creo que nadie quiera estar nadando en la noche oscura y fría del Ártico sin saber adónde ir. Y pensaron que votaban a un líder, a alguien que sabría por y para dónde ir. Se sentían en la tercera clase del Titanic, no sin razón. Pero eligieron el iceberg. Y por malo que pudiera ser el Titanic, el iceberg es peor.
¡Eso sí es un cambio! Lo digo pensando en todes aquelles para quienes la palabra “cambio” tiene en sí misma una valoración positiva. Sin duda, es un cambio: vamos a tener un funcionario que se tuvo que ir de la corte menemista por su pasado nazi (¿habrá vuelto por eso mismo, como decíamos con Daniel Paz hace una semana?). Otro, que fue echado del mismísimo FMI, se encargará de endeudarnos hasta el cuello (salvo a aquellos que hayan vendido sus cuellos en el mercado de órganos, otra “novedad”). También tendremos una que ya avisó que “energía, no va a haber”, así que los que tengan recursos vayan comprándose un generador eléctrico, y quienes no lo tengan, háganles caso a Los Redondos y… "¡a brillar, mi amooor!”.
Otra "novedad": del “que se vayan todos”, al “que se vayan todos a negociar préstamos de algún fondo buitre”. La casta no tiene miedo, tiene empleo. Quizás habíamos oído mal, y lo que en realidad cantaban era: “Tiene miedooo, Yocasta tiene miedooo”, y era la barra brava del Deportivo Sófocles recordándonos la tragedia edípica. Hablando de eso, parece que el oráculo de Delfos había vaticinado lo que iba a pasar acá, pero, para variar, nadie le dio bola. Y cuando la esfinge preguntó: “¿Quién es el animal que cree que puede dolarizar, dinamitar el Banco Central y romper relaciones con todos sus socios comerciales?”, recibió como respuesta: “Yo, Javier Gerardo”, y como la respuesta que en verdad esperaba la esfinge era: “Naaaa, nadie puede hacer eso”, se sintió más desconcertada que los argentinos la noche del 19/11, y se arrojó al abismo por su propia cuenta, antes de tener que declararse en quiebra (parece que le iban a quitar la concesión del peaje de ingreso de Tebas).
Otro “nuevo” es quien, hace poco más de cuatro años, nos quiso llevar en barco al Aconcagua –tomando frases de él mismo y de su ministro de Economía–, y que ahora propone hacer lo mismo, pero más rápido.
Otra gran "novedad" es la (re)incorporación de la halcona mayor, aquella que después de perder la primera vuelta, en vez de decir: “Otra vuelta para todos, invita Javier”, debería haber ido a “Halcónicos Anónimos” a ver si se curaba de su sed de violencia en cubierta (en la cubierta del Titanic), y rápidamente se lanzó al agua turbulenta de quien hacía muy poco la había acusado de tirar bombas en los jardines de infantes. A él, por supuesto, ese problema no le preocupa: lo solucionaría no creando ningún jardín de infantes, y ya.
Otra oportunidad para el bolsillo de la dama y la cartera del caballero es tener una negacionista en el vicesillón de Rivadavia. Es un cambio, porque estábamos acostumbrado a que, más allá de ideas o matices, lo correcto era hablar a favor de la democracia, entendiendo democracia como “gobierno del pueblo” y no como “libre empresa”.
Si alguien extrañase al menemismo, que no se sienta excluide, que hay para todes: vamos a tener, en la sucesión presidencial, a alguien engalanado con tal apellido; se trata de un sobrino (nepote), para que nadie diga que “acá no hay nepotismo”. Es más, quizás se propongan “las 20 verdades nepotistas”, una de las cuales sería: “Para un libertario, no hay nada mejor que… su hermana”.
No decimos nada respecto de “de casa al trabajo”, porque, según lo que prometen, la casa y el trabajo van a ser dos bienes escasos.
Quizás esta vez se cumpla finalmente la vieja promesa del 2001, actualizada: “Quien puso iceberg (en el cuarto oscuro) recibirá iceberg”. Lástima que quien no puso iceberg, también.
Bueno, ¿qué decirles? En la noche del Ártico hace mucho frio y está oscuro. Los abrazos y los mimos no curan pero ayudan, el deseo siempre trae calorcito, si también involucra al otro/a; los derechos son un hermoso combustible si avivan el fogón de las necesidades; los cargos, en el agua, son cargas, y mejor que no quede nadie afuera del abrazo, porque los excluidos, además, se enojan y agujerean el bote.
Sugiero acompañar esta columna con el video estreno de Rudy-Sanz: “Cuando la cast vuelve marchand”.