Aunque asumirá rodeado de ex funcionarios de Carlos Menem, Domingo Cavallo, Juan Schiaretti y Mauricio Macri, Javier Milei se ufana de ser el primer presidente liberal-libertario del mundo. Más allá de su reivindicación de las experiencias de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, continuadoras de la ola neoliberal que arrancó con Augusto Pinochet en Chile y la dictadura del ’76 en la Argentina, ciertamente con Milei se iniciará un experimento político y social difícil de descifrar en su alcance exacto.
La pregunta que muchos comienzan a hacerse es cómo será la Argentina libertaria.
Algunos, en vista de los personajes conocidos en danza, intentan explorar en las experiencias anteriores y las consecuencias de los gobiernos neoliberales. Los que llegaron con la dictadura de 1976 y marcaron la culminación, o la derrota, del modelo de industrialización por sustitución de importaciones iniciado a comienzos de la década de 1940. Ese modelo fue reemplazado por el de valorización financiera, si se sigue al economista de Eduardo Basualdo, o el modelo rentista financiero, como lo llama el historiador Mario Rapoport. Más allá de matices, es el reemplazo de un modelo con eje en el trabajo/producción a otro con eje en lo financiero y, sobre todo, en el endeudamiento.
Milei se presenta a sí mismo como el primer presidente liberal libertario. Pero no tiene mayoría en las cámaras ni gobernadores propios. Si Milei pudiera tener las manos libres para construir un país liberal libertario, ¿qué haría?
El laboratorio de la historia nos lleva a 2004. A la pequeña localidad de New Hampshire (Estados Unidos) llamada Grafton, con alrededor de 1000 habitantes, llegaron 200 libertarios norteamericanos. Buscaban crear el llamado Paraíso Libertario. Recibió el nombre de “Free Town Proyect” (Proyecto Ciudad Libre). La idea básica era construir una sociedad ultra capitalista, en donde no existiera el control estatal de ningún tipo. Por supuesto, uno de los requisitos centrales era eliminar o disminuir al máximo los impuestos.
Patrick Blanchfield escribió el 13 de octubre de 2020 en la revista The New Republic que la inspiración de los libertarios fue Ayn Rand (1905-1982), quien desde la ciencia ficción imaginó en su texto “La Rebelión de Atlas” (1957) una sociedad en donde el individualismo sin ninguna restricción permitiera “la salvación” ante el agobiante peso del Estado. Tampoco pueden descartarse las ideas de Frank Chodorov (1887-1966), que en su texto “Los Impuestos son un Robo” señala que un asaltante que bajo amenaza nos roba en la calle no pretende ser considerado de otra forma que lo que es: un asaltante. Sin embargo el Estado al cobrar impuestos pretende el mismo objetivo, nuestro dinero, pero nos roba bajo el manto protector y compulsivo de la ley. Milei reconoce como maestro a Murray Rothbard (1926-1995), quien sostiene que los impuestos son un menoscabo inaceptable al derecho de propiedad.
¿Qué pasó en Grafton con la aplicación progresiva de las ideas libertarias? Se redujeron los impuestos en un 30 por ciento. Prescindieron hasta del servicio de recolección de residuos. Se redujeron las fuerzas de seguridad. Se incentivó la libre portación de armas. Se instalaron individuos que pretendían instrumentar un libre tráfico de órganos. Se redujeron los servicios de bomberos y las bibliotecas. La basura no recolectada o alojada en lugares no aptos provocó la curiosidad de osos pardos, una especie con olfato siete veces superior al mejor sabueso. La abundante y olorosa basura fue una invitación para que los osos se acercaran al casco urbano. Y allí empezaron los problemas. Los osos no tienen mucha idea de la propiedad privada. Entonces no solo empezaron a alimentarse de la basura. Algunos vecinos, para evitar ataques a sus perros y a sus gatos, les daban alimentos con la idea de lograr una convivencia tranquila. Y entonces volvían cada vez con mayor frecuencia. Otros prefirieron colocar explosivos para espantarlos. O recurrieron a los escopetazos.
Así, la vida de un pacífico pueblo paso a transformarse en un caos, al decir de Enrique Zamorano en “Si quieres una utopía libertaria, consúltalo primero con los osos: El experimento de New Hampshire”, publicado en agosto último. Grafton se convirtió en el Far West, con un aumento de la tasa de criminalidad que llevó a que se produjeran homicidios, algo que nunca había sufrido la pequeña localidad. Los vecinos pidieron colaboración a las áreas de caza de New Hampshire. Respuesta: “Ustedes no pagan impuestos, arréglense solos”. Hacia 2014, el caso más absoluto dio por terminada la experiencia libertaria de Grafton.
El ideal de Milei sería eliminar los impuestos de todo tipo, reducir al máximo la actividad económica con participación estatal (de ahí la anunciada amenaza de eliminar la obra pública), privatizar los servicios públicos y eliminar los subsidios de todo tipo. Imaginemos un municipio del gran Buenos Aires, que ante la injusta distribución de recursos que establece una normativa llamada Ley de Coparticipación no puede recibir asistencia financiera de la provincia de Buenos Aires, porque ésta a su vez no la recibe de Nación.
Ese municipio no podrá entregar combustible a los vehículos de las fuerzas de seguridad. Limitará las horas de alumbrado. Restringirá la salud pública y la educación, que para Milei no debe ser obligatoria. Y, por supuesto, reducirá el servicio de recolección de residuos. Pasará de un recorrido diario a dos o tres pasadas por semana, para alegría de las ratas. Los municipios cuentan con servicios gratuitos de castración de mascotas. Ante la imposibilidad de financiarlos, serán arancelados o discontinuados. El efecto limitante de la no castración producirá un aumento de animales sueltos. Transformados en jaurías, morderán a los vecinos. La rabia, enfermedad de origen viral que afecta al sistema nervioso central no solo de los animales sino de los seres humanos, puede ocasionar un desenlace fatal. Se considera que un 20 por ciento de las personas que sufrieron mordeduras debe iniciar un tratamiento antirrábico. La acumulación de basura alimentará a los perros sueltos, que cada vez serán más por la desaparición de los servicios de castración de los municipios.
El problema es que las ratas y los perros en jauría pueden ser como los osos de Grafton. Una vez que están desatados no comprenden que la ciudad libertaria debería inducirlos a cumplir con reglas no escritas de convivencia. Cuando el experimento de Grafton se terminó porque los vecinos no lo soportaron más, los osos, que no habían leído Ayn Rand, Chodorov y Rothbard, siguieron caminando por calles y jardines. Y, paradójicamente, para reparar el daño causado por los libertarios después Grafton debió elevar los impuestos a un nivel mucho mayor al de antes de la llegada de los 200 entusiastas de la ciudad libre.
Dañar es mucho más fácil que reparar.