-Central no tiene historia, tiene mitología – solía decir Roberto Fontanarrosa.
A medio siglo del segundo campeonato Nacional ganado, una vez más nos enfrentamos contra River. Las estadísticas son aplastantes contra las huestes de Arroyito en la larga lista de partidos contra los millonarios. Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. Club de obreros contra representantes del poder económico. Metáfora rantifusa pero válida a la hora de buscar estímulos para una final.
En tiempos en los que el fútbol parece ser más una herramienta del poder concentrado y extranjerizado que el más maravilloso juego inventado por la humanidad, Central es la confirmación de la presencia invicta de lo imprevisible.
Central es lo inesperado, la persistencia de lo que escapa a la lógica cartesiana y que está más allá del orden de los poderosos. Siempre estaremos detrás de la suerte de los colores azules y amarillos. Somos campeones invictos en esperanza y porfiados defensores de nuestro amor, formamos parte de una historia, particular y colectiva pero también de una mitología que vuelve a romper las lógicas de los negocios de pocos.