El local de la diagonal 73 entre 28 y 29 está en silencio. Las estanterías color petróleo están a medio vaciar. La mayoría de las películas que las llenaban ya se fueron a casa de sus nuevos dueños, esta vez, permanentes. En el fondo, Nacho, el dueño del negocio, ayudado por su mamá y su hermana, organiza las montañas de cajas de DVDs que todavía sobreviven al cierre de Videoclip, el último videoclub en pie de La Plata. Este diciembre es el último, por eso, está rematando a 300 pesos cada película de las más de 29.000 que supo tener disponibles. 

El local de la diagonal 73 entre 28 y 29

Nacho

La primera película que Nacho recuerda haber visto es Tiburón, de Steven Spielberg. "No podía creer porqué escuchaba la música pero no veía nada", dice sobre la icónica escena que hoy en día homenajea en su cuerpo con un tatuaje. Su educación de pibe fue puro "blockbuster", películas, justamente, alquilables en el video de la esquina. "Volver al futuro, Matrix, todo eso me crió. Fanático de Star Wars, de Alien. Y de los musicales. Rocky Horror Picture Show me voló la cabeza", afirma.

Empezó a trabajar en Videoclip en 2011. En 2017, el dueño de ese momento le ofreció hacerse socio. "Él tenía otro negocio, no estaba nunca. Empecé a meter más mi mano, a ponerme más quisquilloso. No me gusta traer de todo porque sé que la gente en ese momento no consumía de todo, sino cosas específicas. Entonces me puse más selectivo", afirma.

Algunos de los videos que quedan.

Su historia es la de muchos cinéfilos: se rateaba del colegio para ir al cine. Su mamá presente da fe de que dice la verdad. Si no estaba en el colegio, estaba en el cine. "Siempre quise trabajar en el videoclub. Estudié un par de años en la Facultad de Bellas Artes, y me gustó, pero esto me pudo más. Fue la interacción con la gente, el feedback. Hay clientes con los que nos quedamos charlando horas. A veces se forma como un diván acá. Porque la gente viene pidiendo una película, pero te cuenta sus problemas", afirma. 

El presente se cuela para contar historias que pertenecen al pasado. Pero pareciera que el pasado es el que está colado, porque para él el videoclub continúa siendo parte de su hoy, aunque haya que entregar la llave en menos de tres semanas. Sus amigos y familiares lo ayudaron en su momento a hacerse dueño del video, como hoy su mamá y su hermana le dan una mano buscando en el archivo las películas que la gente trae al mostrador, esta vez para llevarse a su casa y no tener que devolverlas. Solo pueden ayudar con eso. Si de su verdadero trabajo se trata, ningún otro lo puede hacer.

El cliente siempre tiene la razón

Un adolescente alto y desgarbado entra al local preguntando por Nacho. Le contestan que está ocupado, aunque el requerido se pone visiblemente nervioso. Quiere atender al chico. Frena la entrevista con Buenos Aires/12 cortésmente y lo ayuda como puede, sin remedio. A pesar de que intenta explicarle que ya no alquila más películas, el adolescente continúa preguntando si las que busca están disponibles. "Después decile a tu mamá que haga una lista y me la mande. Yo te las busco", le dice, cariñoso pero firme. 

El adolescente se va, con las manos vacías y visiblemente confundido. No terminó de entender que el videoclub está cerrando, que quizás sea una de las últimas veces que pida prestada películas y las devuelva. 

"Acá vienen muchos tipos de personas diferentes. No solamente gente mayor que no se entiende con la tecnología. Gente diferente, con retrasos madurativos o grados de autismo. Para esa gente... Es como un refugio venir acá. Es una distracción", afirma el dueño de Videoclip.

Clientes que sí saben qué está sucediendo recorren el local buscando qué llevarse. Preguntan a Nacho, que intenta recordar y busca atento en la computadora. "Si es la que yo pienso... la he buscado tanto esa película", se lamenta un señor que pide un título específico. Algunos reconocen las películas como partes de su vida. "Yo ví ésta, ¿sabes dónde? En un micro cuando venía de Mar del Plata", recuerda otro. "¿Tenés Cinema Paradiso? Es mi película preferida", pregunta una chica que recién entra. Alguien se ríe de la ilusión. "Esa fue una de las primeras en volar", sentencia Nacho.   

"Ésta la están pasando en Netflix", le comenta una señora a su marido mientras pasean. Pero no todo está en las plataformas, pese a su requerida y constante presencia en nuestras vidas. "Te voy a contar un ejemplo. El año pasado o el otro estalló Cobra Kai entre los chicos, todos estaban locos con la serie. Y los padres, viendo que los pibes estaban copados con el tema de las artes marciales, querían que vean Karate Kid, las de los ochenta. Yo sin saber esto había comprado las películas de Karate Kid originales. La 1, la 2, la 3 y la 4. Y no estaban en Netflix. Me las sacaban de las manos, fue impresionante", recuerda quien, brevemente, venció a las plataformas. 

Los últimos precios

La ley de la palabra 

Sobrevivieron crisis económicas, y hasta la famosa inundación de 2013, ("como había cedido la pared, las películas se escapaban"). No solo sobrevivieron sino que triunfaron en la pandemia, momento que podría haber sido letal para el negocio. "Estuvimos cerrados solo una semana y la gente nos bombardeaba a mensajes. No había cine, el internet estaba explotado. La plataforma de streaming estaba muy sobrecargada también, ya se había visto todo. Frente a la demanda de la gente dije bueno, abrimos, con protocolos pero abrimos", recuerda. 

A pesar de que muchos se entretuvieron todavía más que habitualmente con la computadora durante el aislamiento, los más perjudicados por el COVID también fueron los cinéfilos más perjudicados: la gente mayor, que no se termina de entender con el internet. A esos, Videoclip le llevaba las películas a domicilio. "Ahí es donde verdaderamente se sintió la vibra del videoclub. Porque la gente lo necesitaba", sentencia su dueño. 

Las plataformas de streaming son esclavas de las leyes del mercado. Sacan y ponen títulos dependiendo de sus vistas, de su éxito. En cambio, la ley de Nacho era y es la ley de la palabra del cinéfilo. "Mucho de esto, casi todo te diría, es charlar con el cliente. Charlar, charlar de los gustos. Aprender los gustos del cliente y así saber para dónde orientarlo", dice. 

Para hablar bien hay que conocer. Cuando un cliente pedía, Nacho intentaba investigar, para tener la respuesta perfecta cuando decidiera volver. Así, se dedicó casi por completo al oficio del cine. 

"Por ejemplo, las películas cómicas en un momento empezaron a escasear. Porque no salían, salía mucho de acción, terror, o infantiles. Y yo empecé a buscar. Digo, bueno, tiene que haber algo. Entonces empezás a investigar. Googleas, lees reseñas, ves videos. Todas esas cosas", afirma. 

"Las películas de drama nos pedían un montón y después nunca se las llevaban. Después las tenés todas ahí y querés recomendar una de drama a un cliente. "No, pa' drama está la vida" te dicen. "¿Sabes pibe todo lo que tengo que pagar?"", imita, y ríe. 


El hoy

Si la pandemia fue una de las épocas de oro, ¿qué pasó? La cara de Nacho que hasta hace un momento recordaba con alegría se ensombrece visiblemente. Ya no es sostenible económicamente. Bajó demasiado el alquiler de películas, necesitó comenzó a vender las que tenía para recuperar la inversión. Aunque empezo a comercializar juegos de PlayStation, tampoco llegaba. 

"Uno por ahí lo va postergando. No querés soltarlo. Porque es como un par de uno. No como un hijo, pero es como un par. Es que a mi me encanta el cine", afirma Nacho. 

Sobre el futuro, incógnita que estuvo sobrevolando toda la entrevista sin nunca materializarse, Nacho afirma que "uno no sabe qué es lo que le va a deparar la vida". Revela que le gustaría estudiar algo relacionado a la psicología. "Me enfoqué mucho en la interacción con las personas y creo que soy bueno en eso. Voy a tirarme el lance, a ver qué pasa", piensa.

¿Y las películas? "Las películas siempre me van a gustar, siempre me van a acompañar. Me dijeron que tengo que hacer algo con la facilidad para hablar. Algo de streaming, hablar en algún programa de cine. Veremos", dice, encogiéndose de hombros. 

Dicen que cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana. Quizás, la puerta cerrada de la diagonal 73 abra alguna ventana en algún lado. Mientras, veremos, como dice Nacho, encogidos de hombros. Veremos películas, ya sean propias, prestadas o ajenas.