Todo comienza en la novela con el desembarco del inmigrante Rocco en la Argentina y continúa con el acontecer de lo vivido, su familia, la necesidad de la rememoración, el relato constituyendo casi un tratado de historia y, fundamentalmente, un ejercicio insustituible de la memoria.
La historia de una familia en la que sus integrantes recuerdan y narran los avatares de la política de un país signado por la eterna repetición y la vuelta contra sí mismo, por el encuentro con un sino trágico que, como la matriz del mito griego, exige ser cada tanto actualizado. Lo histórico no cambia demasiado, sólo cambian los protagonistas.
El oficio del tiempo (Enigma Editores, Buenos Aires, 2023) es una novela bifronte que se aproxima al ensayo histórico, en la cual abundan las hipótesis y reflexiones sobre los hechos acaecidos, las citas filosóficas y literarias, las referencias culturales, los autores universales, las transcripciones de escritos y documentos, el recurso literario de las cartas. En síntesis, una obra de creación literaria y a la vez de reflexión y pensamiento, de ficción y de razonamiento y memoria de hechos reales, imprescindible en este presente de deshistorización y borramiento, cuya lectura vendría muy bien para salir de la reverberación y no repetir la “tragedia” nacional que retorna como una insistente farsa (aludiendo a la frase de Marx). Al final de la novela el narrador cita a André Gide cuando dice: “Todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo”. El argumento de El Oficio del tiempo cobra actualidad dado que al presente retorna siempre lo mismo, aun cuando creíamos haber ya salido de la reiterativa marca inconsciente.
Los personajes se desplazan en el tiempo de la gran ciudad donde se convocan, como reunidos para un misterioso cónclave, los hechos más importantes de la historia política argentina de la segunda mitad del siglo XX, sujetos testigos de un devenir de nombres y acontecimientos que pueblan las páginas de un libro inagotable, de una escritura aluvional. El transcurrir de la vida política argentina, la violencia, el crimen, el suicidio, el complot, como parte de una hechura metonímica y metafórica que se parece al inconsciente freudiano.
Los miembros de la familia vieron desfilar la historia y la cuentan, especie de descenso al infierno de la política cotidiana. Se suceden los bombardeos a la Plaza de Mayo, los fusilamientos de la revolución libertadora, las organizaciones armadas, el secuestro de Aramburu, el retorno de Perón, el golpe de estado del 76, el terrorismo de Estado, la guerra de Malvinas, la época menemista, el neoliberalismo, etc. Quien quiera saber o repasar la historia casi reciente del país debería leer y releer esta obra de David Antonio Sorbille, novela profundamente argentina. Ahí está todo, o casi todo, a modo de inventario, una realidad cuya fantasmática no deja de evocar las novelas de Roberto Arlt donde, en definitiva, el protagonista principal es la locura y la ficción como estructura de verdad, parafraseando aquella célebre frase de Jacques Lacan.
Los personajes se van muriendo en la novela, algunos se suicidan, otros sufren infartos o los atropella un colectivo. Muchos políticos y funcionarios también mueren en hechos trágicos, en asesinatos políticos, víctimas y victimarios de una violencia que insiste en su realización y cuyos espectros prosiguen habitando un territorio que se asemeja demasiado a los sueños. La abundancia de circunstancias y situaciones familiares vividas nos recuerda a la vez la frondosidad de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Los nombres y las cosas transcurren y ahí están todos a través del tiempo en una vorágine precipitada sobre las páginas. En resumen, una forma de estar en el mundo, el transcurrir de un tiempo con sus fantasmas que vuelven para decirnos que siguen transitando estas calles, moviendo los hilos de un destino y reeditando aquellos hechos penosos, aunque bajo diferentes máscaras. “Un pueblo con vocación de olvido”, dice uno de los personajes.
Novela de desocultamiento de las tramas políticas con sus contradicciones, sus paradojas, giros y conversiones, su inacabada frustración. Uno de los narradores testigo de la historia se pregunta: “¿Cómo soportar todo esto?” y expresa a través de una cita: “Por lo pronto el hecho de compartir estas reflexiones amortigua la propia angustia, pero entiendo que no alcanza.”
Dice el narrador: “Los días parecen multiplicarse entre la bruma de la realidad y el espejo de la memoria. Algo nuevo comienza, es preciso que así suceda, aunque todo continúe igual. (…) Es necesario aceptar la dicotomía de una dialéctica humana en donde las palabras describen o anuncian un testimonio que habla del pasado, aunque se disfracen de futuro. Lo que viene es lo vivido, porque giramos en un mundo que es el espejo de su propia rotación”.(p.117).
Es decir, lo ya experimentado que insiste, aunque con sus actuales atuendos y sus diferentes máscaras de andar por la vida, en definitiva, lo viejo conocido que se presenta como lo nuevo, creando la ilusión de lo distinto, pero que al poco andar muestra su rostro verdadero que no es más que lo mismo: la circularidad, la fatídica repetición en la que está atrapada la política argentina.
*Escritor y psicoanalista.