Para algunos un secreto a voces, un boca a boca que se trasmite solo entre entendidos o curiosos; para otros, un dato nada conocido. Lo cierto es que en la hoy famosa calle Balcarce de la ciudad de Salta, la calle de las peñas, existe un bar donde 66 años atrás debutaba quien fue uno de los más grandes exponentes del canto folclórico argentino: Jorge “el Turco” Cafrune.
Jorge nació el 8 de agosto de 1937 en El Sunchal, departamento El Carmen en Jujuy, en la finca “La Matilda”, propiedad de sus padres, zona donde mayormente abunda la producción de tabaco.
Su padre, José, y su madre, Matilde, ambos de origen sirio-libanés, no eran primera generación de migrantes, por lo que ya estaban consustanciados y sincretizados con el territorio. De hecho, su padre era un gran criollo respetado por sus pares, quien ya despuntaba el rasgueo de guitarra entonando bagualas en la inmensidad del campo jujeño.
En ese contexto se crió Jorge Cafrune, viviendo gran parte de su infancia en aquella finca donde aprendió los trabajos del campo y experimentó también la vida de aquellos que la trabajan de sol a sol.
Luego de aquella infancia en la finca, el joven Jorge, una vez finalizada la escolaridad primaria, se trasladó a San Salvador de Jujuy con el objetivo de continuar los estudios secundarios en la capital provincial.
Habiendo atravesado aquella etapa, “A los 17 años su padre le compra a un italiano su primera guitarra, marca Tango (…), sus primeros profesores de guitarra fueron una señorita Facio, y sobre todo, el famoso maestro riojano, el "Burro” D. Nicolás Lamadrid (…), cantó en el colegio de San Salvador, la chacarera ‘Chakay Manta’. Estaba por cuarto curso nacional”, escribe en el portal “Voces de la Patria Grande” Roberto Argones Vázquez, quien se dedicó al estudio de la figura de Cafrune.
Finalizados los estudios secundarios cuenta su hija Yamila Cafrune, también cantante y compositora, que se traslada a Salta y "empieza a trabajar en el bar del tío Ramsy, que tenía un bar que se llamaba Madrid (…), su primera guitarra fue comprada por catálogo, y estaba puesta arriba de una mesa como un florero porque no la sabían tocar”. Yamila recuerda trazos de la vida de su padre en la serie de conciertos que denominó, “Cafruneando”.
Se cuenta que por aquellas épocas el concurrido bar, cito en Balcarce 988, tenía 16 mesas de billar, rotisería y confitería. “En el bar Madrid él trabaja de mozo junto con el papá de Daniel Toro, ¿qué pasaba?, el papi muy jovencito empieza a ver jóvenes que cuando el bar estaba medio vacío, se ponían a tocar la guitarra. Era un bar muy concurrido porque quedaba a media cuadra de la estación de trenes de Salta capital, cuando el tren era el medio de transporte por excelencia y la gente que iba, papás, mamás e hijos, iban a tomar el famoso mate cocido con leche o cafecito con leche, al bar Madrid”, describe Yamila.
El relato de su hija continúa describiendo los días dentro del bar: “Cuando ya no había casi gente, iban algunos muchachos como Pepe Sauad, Gilberto Vaca, Tutú Campos, Javier Pantaleón, todos esos nenes iban, se juntaban y guitarreaban; y el papi que no sabía guitarrear, se iba con ellos porque tenía la misma edad y la misma curiosidad por las canciones folclóricas y por el folclore. Él siempre fue amante del folclore y amante de las tradiciones argentinas”.
Será así que el joven Cafrune comenzará a curiosear y sentir que aquella música y aquel ambiente lo abrazaba y lo intrigaba. “Empieza a cantar con ellos y empieza a ‘orejeramente’ sacar alguna que otra canción en la guitarra. Aprendió a tocar mirando, y después iba a su casa y practicaba el tono y a ver como se escuchaba ese tono, porque el no sabía lo que era un la, un mi”, describe su hija Yamila.
Según comenta Roberto Argones Vázquez, el tema musical “'Chakay Manta’ era su punto fuerte, su pieza brava. La cantó en el bar, entonces, para el cumpleaños de un ferroviario”. Se deduce entonces que aquel día, en aquel momento de 1957, Jorge Cafrune comienza su carrera artística, rasgando la guitarra en el bar de su tío, y ensanchando la voz que para siempre contará y cantará verdades.
Fue "en la fiesta de cumpleaños de un muchacho, Ardiles tal vez, estaba en la caja y fue llamado a cantar a las mesas. Allí estaba un muchachito rubio, Luis Alberto Valdéz, que le propuso: '¿Por qué no hacemos un dúo?' (...) Luis Valdéz cantaba alto. Cafrune acepta y ensayan la zamba “La niña”. Al otro día Valdéz trajo a Gilberto Francisco 'Gringo' Vaca. Cantan un rato los tres y luego Vaca se va a buscar a Tomás Estanislao 'Tutú' Campos, a quien conocía. Así fue que esa misma tarde, cuatro changuitos jujeños, formaban el grupo folclórico 'Las Voces de Huayra', vocablo quechua que significa 'Viento de la quebrada'. Este nombre se lo puso la tía de Jorge Cafrune, doña Amelia Murillo, esposa de Ramsy”, escribe Argones Vázquez en el portal Voces de la Patria Grande, ampliando la descripción del momento iniciático.
Casi sin quererlo el camino comenzaba a dibujarse. Un joven Jorge que había viajado hasta Salta con sueños de desarrollo y trabajo hasta el bar de su tío, comenzará a oír la música, observar las notas, rasgar la guitarra y entrelazarse con otros compositores e intérpretes que serán luego parte fundamental de su vida y desarrollo artístico.
La carrera posterior de Jorge “el Turco” Cafrune es bastante conocida; con un primer momento de idas y venidas hasta lograr afianzarse como cantante y hacerse un nombre propio dentro de la escena, ocupando años después el escenario de Cosquín en varias oportunidades, inclusive actuando en diferentes películas tales como “Ya tiene comisario el pueblo”, y giras a lo largo y a lo ancho del país.
Entrados los años 70 incluso se presenta en Nueva York, en varios escenarios de Europa y en el norte de África, mostrando una actividad incesante. Será en enero de 1978, nuevamente en el escenario del mítico festival de Cosquín, cuando anuncie su gira a caballo hasta Yapeyú, lugar de nacimiento del libertador San Martín, en un acto cargado de simbología política y poética.
El mismo día de su partida, habiendo recorrido algunos kilómetros y encontrándose en la bonaerense localidad de Benavídez, sospechosamente, una camioneta lo embistió y terminó no solo con su vida, sino con el canto profundo de un trovador de realidades populares.
Aquella inmensa trayectoria de vida con y desde el canto, que con solo 40 años le bastó para dejar una huella imborrable en el acervo cultural, social y popular de Argentina y del mundo, había nacido allá por 1957 en un bar de estación propiedad de su tío, cuando pasando del otro lado del mostrador empuñó la guitarra, preparó la garganta y desde la calle Balcarce de la capital salteña, comenzó el camino de un canto inmortal.