Porto da Lua quedó fuera del recorrido del “Camino de Santiago”, aunque por su religiosidad su nombre debería estar señalado con carteles al estilo Las Vegas. Está a solo cincuenta kilómetros de la catedral de Compostela, sus lugareños son gente de fe y, lo más relevante, en una de sus órdenes tres monjas ciegas y hermanas de sangre aseguran tener visiones. Catalizador para que hasta allí se dirijan los protagonistas de Los Enviados, un eficaz equipo de investigación, cuya misión es verificar si los milagros son tales o tienen una explicación racional. Lo cosa se enturbia cuando a poco del arribo, el trío de religiosas crucifica a un cura en medio de una iglesia abandonada.

Fenómenos, farsa y conspiración se cruzan en esta entrega que lleva la firma de Juan José Campanella. Las claves del thriller recaen, además del choque de creencias, en la dinámica picante del trío protagónico. Está el formal Pedro Salinas (Luis Gerardo Méndez) que media entre la razón y la fe, un entrador Simón Antequera (Miguel Ángel Silvestre) y Sor Emilia (Assira Abbate), la avispada mujer que se aleja de las convenciones impuestas por el Vaticano para las de su tipo. La segunda temporada consta de ocho episodios que, según sus responsables es más terrenal que paranormal. En todo caso, la liturgia e imaginería eclesiástica sirve de entrada para explorar los secretos y conspiraciones de esa aldea gallega.