La recuperación de un nieto que anuncia periódicamente Abuelas de Plaza de Mayo siempre es una alegría compleja y creo que aún más para quienes somos de la misma generación que ese nieto –es mi caso, aunque suelen ser más jóvenes por pocos años–. No se trata solo de la celebración. Esta foto, esta tapa, retrata ese instante: la euforia de recuperar la identidad y la verdad detrás de un despojo siniestro y violento, con la sombra de mujeres dando a luz en la clandestinidad, de bebés entregados como regalos sin nombre. Después viene el proceso de integración (o no), traumático, doloroso y lleno de alivio, como cuando una herida abandona la infección y baja la fiebre: pero queda la cicatriz. Me puse muy contenta cuando apareció Ignacio Montoya Carlotto porque quería que Estela estuviese viva para ver a su nieto. Y también me alegra que Ignacio haga público, en lo que puede y necesita decir, su proceso, sus inquietudes, sus vaivenes. Quizá porque es el nieto más visible sea tan importante que nombre las consecuencias de este castigo a chicos inocentes que propinó la dictadura en un país imposible.
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